Después de meses volvieron a verse, ambos recordaban su último encuentro. Estaban sentados en un comedor, uno al lado del otro, estaba oscuro, la luz de la luna entraba por el ventanal tras ellos llenando toda la habitación, aprovechando que las cortinas estaban abiertas; ella era de tez blanca, ojos marrones, cabello teñido de rubio platinado y corto, sin pasar el vértice de sus mejillas, se hacía la partidura en el lado izquierdo y sujetaba un mechón derecho con un pinche negro, justo a la altura de su ceja, sus labios estaban pintados de rojo intenso y sus pestañas untadas de rímel negro, llevaba puesta una blusa holgada, de color blanco y sin mangas, la usaba abotonada a lo nerd; estaba sentada de medio lado en la silla, con los brazos relajados reposando sus manos en sus muslos, mirando al muchacho intensamente pero de manera inocente. Él, estaba sentado de la misma forma, pero con postura más relajada, curvando su espalda, llevaba puesta una polera gris oscuro, bien simple, su piel era un poco más oscura que la de ella, pero no demasiado, tenía el cabello castaño cobrizo, el cual lo usaba corto en ambos costados y con más volumen arriba; miraba de la misma forma en que la chica lo miraba a él. Él decide romper el cuadro, se acerca suavemente a ella y comienza a dejar suaves y cálidos besos en la piel desnuda del brazo derecho de ella, dejando un camino de arriba a abajo.
Eso es lo que ambos recuerdan en el momento en que se vuelven a encontrar. Esta vez, es de día y el sol radiante entra por la misma ventana, están de pie detrás de las mismas sillas, las paredes son de color mantequilla; ella usa una chaqueta de cuero negra, va igualmente maquillada, el cabello se ve distinto ya que esta vez el pinche está puesto arriba de su oreja, sujetando el fleco que cubre parte de su frente, el corte es igual y el color solo difiere en que tiene las puntas marrón chocolate, pero el resto igual. Se miran de la misma manera que esa noche, pero es ella quien rompe el cuadro esta vez alzando su mano, la cual roza con el dorso la mejilla de él y luego amolda su palma a la misma.