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Ahí estaba él, pude reconocerlo enseguida. Inmediatamente miré su mano. No estaba usando el anillo que ella le regaló. ¿Por qué lo tendría puesto si justo ahora estaba con otra chica? Muy bonita, por cierto, pero jamás tan hermosa como ella.

Quiero tomarles una foto, mandársela. Mandarle la dirección, llamarla, decirle que se apure. Que venga y que lo vea con sus propios ojos. Quiero que acepte la realidad, pero no puedo porque sé que la destrozaría y me odiaría. Guardo mi teléfono, abatido. No importa lo que le diga, ese bastardo siempre tiene una buena explicación bajo la manga. Es un maldito pozo sin fondo de excusas. Y claro, ella siempre le cree.

"Él no es ese tipo de persona", dice ella.

Sí, claro.

Termino mi café de un sorbo. El día ya no se me antoja tan agradable.

De todas formas, no puedo decirle nada. Siempre que la enfrento termino dándole la razón, disculpándome con ella, diciéndole que debo haber malinterpretado la situación. Cualquier cosa con tal de no pelear.

Odio mentirle en la cara, pero no hay peor ciego que aquél que no quiere ver la realidad ante sus ojos.

Odio esta espera. Todos los días, deseando fervientemente que se digne a abrir los ojos y me vea, parado a su lado, contando los segundos para que lo deje.

Él la hace infeliz. Ella lo sabe y yo también lo sé. Siempre que la veo llorar me siento culpable. Sé que es culpa de él y es ella quien se deja lastimar, pero nunca entiendo por qué no hago nada. Me siento impotente.

Ese BastardoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora