EL VIEJO Y EL MAR

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PAG 1.
Era un viejo que salía a pescar solo en un boteen él Gulf Stream y hacía ochenta días que no pescaba nada. En los primeros cuarenta días había tenido concigo a un muchacho. Pero después de cuarenta días sin haber pescado los padres del muchacho le habían dicho que él viejo estaba definitiva y rematadamente salao, lo cual era la peor forma de la mala suerte, y por orden de sus padres él muchacho había salido en otro bote que agarró tres buenos peces la primera semana. Entristecía al muchacho ver al viejo regresar todos los días con su bote vacio, y siempre bajaba a ayudarle a cargar los rollos de sedal o él bichero y él arpón y la vela enrolla él mástil. La vela estaba remendada con sacos de harina y, enrollada, parecía una bandera en permanente derrota.

Él viejo era flaco y desgarbado, con arrugas profundas en la parte posterior del cuello. Las pardas manchas del benigno cáncer de la piel que él sol produce con sus reflejos en él mar tropical estaban en sus mejillas. Estas pecas corrían por los lados de su cara hasta bastante abajo y sus manos tenían las hondas cicatrices que causa la manipulación de las cuerdas cuando sujetan los grandes peces. Pero ninguna de estas cicatrices era reciente. Eran tan viejas como las erosiones de un árido desierto.

PAG 2.
Todo en él era viejo, salvo sus ojos; y estos tenían él color mismo del mar y eran alegres e invictos.

-Santiago -le dijo él muchacho trepado por la orilla desde donde quedaba varado él bote. - yo podría volver con usted. Hemos hecho algún dinero.

Él viejo había enseñado al muchacho a pescar y él muchacho la tenía cariño.

-No -dijo él viejo. -Tú sales en un bote que tiene buena suerte. Sigue con ellos.

- pero recuerde que una vez llevaba ochenta y siete días sin pescar nada y luego agarramos peces grandes todos los días durante tres semanas.

- Lo recuerdo - dijo él viejo. -Y yo se que no me dejaste porque hubieses perdido la esperqnza.

- a fue papá quien me obligo. Soy un chiquillo y tengo que obedecerle.

- Lo se - dijo él viejo. -Es completamente normal.

- Papá no tiene mucha fe.

- No. Pero nosotros, si, ¿verdad?

- Si - dijo él muchacho. -¿ Me permite brindarle una cerveza en la terraza? Luego llevaremos las cosas a casa.

-¿por qué no? - dijo él viejo. -Entre pescadores.

PAG 3.
Se sentaron en la terraza. Muchos de los pescadores se reirán del viejo, pero él no se molestaba. Otros, entre los más viejos, lo miraban y se ponían tristes. Pero no lo manifestaban y se referian cortésmente a la corriente y a las hondonadas donde habían tenido éxito habían llegado y habían limpiado sus agujas y las llevaban tendidas sobre dos tablas, dos hombres tambaleándose al extremo de cada tabla, a la pescadería, donde esperaban a que él camión del hielo las llevara al mercado, a la Habana. Los que habían pescado tiburones, al oteo lado de la ensenada, donde eran izados en aparejos de polea; les sacaban los higados, les cortaban las aletas y los desollaban y cortaban su carne en trozos para salarla.

Cuando él viento soplaba del Este él hedor se extendían a través del puerto, procede de la fábrica de tiburones; pero hoy no se notaba mas que un débil tufo porque él viento había vuelto al Norte y luego había dejado de soplar. Era agradable estar allí, al sol, en la terraza.

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⏰ Última actualización: May 21, 2017 ⏰

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