Tus dedos descendiendo por mi espalda
como si de una guitarra se tratase.
Tú mi dios griego de ojos verdes
y pelo rebelde,
yo tu musa locamente cegada.
Mi inquieta devoción hacia ti,
hace brillar mi deseo más oscuro
y enterrado en el fondo de mi ser.
Mi cordura reluce por su ausencia cuando de ti se trata.
¿Qué crimen han cometido mis labios para que no te apiades de ellos?
Siento como mi deseo de ti crece,
crece al ritmo en el que solía sentirte respirar.
Tus ojos y los míos, dios, que caos tan perfecto.
Tu mano entrelazada con la mía, como si fuesen almas gemelas.
Mis fuertes manos tocándote el rostro,
mis débiles piernas cayendo,
suplicándote por mi salvación.
¿Qué condena puede recibir una pecadora como yo?
Si mis crímenes fuesen castigados con tus manos,
ni dios sabe la clase de atrocidades que haría.
Y es que cual ignorante me pregunto,
¿Qué peor castigo existe para el que ama sin ser amado?