Adelante, abandóname.
Abandóname como el sol abandona las estrellas en la soleada mañana.
Abandóname como aquella gota que cae por tu piel en un día lluvioso de invierno.
Mi viejo y fiel compañero, mírate.
Incapaz de mirar a los ojos que una vez te embelesaron.
A los labios que una vez fueron tu adicción,
a la sonrisa donde decías que todo suicida aguardaba una muerte dulce.
Mi viejo y fiel compañero, mírate.
Haciendo de esto algo insignificante,
Haces de tu orgullo tu timón,
Mientras tus labios se mueren por reconciliarse con los míos,
Lo siento, pero cansada me hallo,
Tu lengua viperina me atraviesa como si de un cuchillo se tratase.
Tu frialdad congela mi columna vertebral,
haciéndola temblar,
cuando una vez nuestra calor abrasaba ciudades enteras.
Ahora miles de millas nos separan.
Ya no somos nosotros.
Somos tú y yo.
Abandóname como aquel 'te quiero' que se perdió en aquella tarde.
Abandóname como tu amor me abandonó.
Abandóname como un fantasma de tu pasado.
Pero yo te recordaré.
Te recordaré como el tú que conocí.
Te recordaré todas las tardes de primavera.
Te recordaré cuando alguien declare su amor incondicional a su mitad.
Pero sobretodo, te recordaré en este poema.
Dónde los sentimientos nunca mueren,
así tendrás una excusa para volver,
no vaya a ser que mañana no me encuentres.