-Fratello~! -Feliciano se acercó a la mesa en la que Lovino desayunaba-. ¡Me debes un beso! -le tendió un ticket en el que decía "One Free Kiss", un beso gratis, y le puso al mejilla a unos milímetros de los labios de Lovino.
-¿Q-qué? -pero sólo con eso, Feliciano ya consiguió su propósito.
-Es un vale canjeable por un beso. Si se lo das a alguien, te debe un beso. Ahora tú le puedes pedir uno a quién quieras -explicó sonriente.
Lovino prefirió no preguntar por quién le había pasado ese papel a Feliciano, así que frunció el ceño mientras seguía comiendo.
-Qué tontería -resopló.
Tras un corto silencio, Feliciano cambió de tema
-Hoy entrabas a trabajar a la cafetería, ¿no? -preguntó sonriendo.
-Sí, de hecho, voy tarde -dijo levantándose y poniéndose el abrigo mientras masticaba una tostada.
Pero no se dio cuenta de que Feliciano le metió el ticket en el bolsillo.
-¡Buenos días! -lo saludó una alegre voz nada más entrar a la cafetería de nombre Isabel, con un marcado acento español.
Provenía de un chico joven, tal vez un par de años más que él. De tez moreno y ojos verde esmeralda, tenía una sonrisa que sería difícil de borrar.
-Hola -saludó entrecerrando los ojos-. Vengo por el trabajo.
-¡Bienvenido, pues! Yo soy Antonio, pero me puedes llamar Toño -dijo con su inmensa sonrisa.
-Lovino -contestó secamente.
-Bien, ¿qué dulces sabes hacer?
-Panacotta, tiramisú, helado...
-Vale, pues nos turnaremos entre mostrador y cocinas, ¿te parece bien?
Aquel tipo era muy amistoso, pensó Lovino. Se suponía que era su jefe, pero le daba a escoger.
-Sí, claro.
El español sonrió aún más y Lovino intuyó que le sería difícil sacárselo de encima.
-¡Lovi, se gastó el bizcocho! -le gritó Antonio desde la puerta de la cocina.
Aquel español era un cabezota. ¿Qué no entendía de que se llamaba Lovino? Con todas las letras.
Aquella tarde estaban algo ajetreados, porque unos niños se habían organizado allí una merienda por el cumpleaños de alguno de ellos, y había faena de sobra.
En el tiempo que llevaba trabajando con él, habían estrechado lazos. Tenían una relación como de amor-odio. Antonio se preocupaba por todo lo que hacía Lovino, mientras que él sólo se sonrojaba, fruncía el ceño y refunfuñaba, lo que, según el otro, lo hacía parecer aún más adorable. En el fondo, se llevaban bien, aunque Lovino se sentía cohibido al tenerlo cerca.
Nunca se había dado el lujo de enamorarse. Sus padres murieron cuando él era muy pequeño, y apenas alcanzó la mayoría de edad, su abuelo, con quién había crecido, murió también. Él y su hermano se las habían tenido que apañar solos desde entonces, y para Lovino, enamorarse de alguien era perder tiempo.
Por eso era novato a la hora de darse cuenta de que su corazón iba más rápido cuando Antonio estaba cerca suya, con esa irritante y hermosa sonrisa. Lovino no quería saber qué pasaría cuando esa sonrisa desapareciera. Pero lamentablemente, lo iba a descubrir.
Cuando los niños dieron por finalizado el cumpleaños, ya era hora de cerrar.
Salieron al parque de enfrente, y se sentaron en un banco. Ya había anochecido. Después de todo, ya estaban a mediados de octubre. ¿Qué día era, doce?
Antonio miró al cielo:
-Las estrellas son hermosas -comentó sonriendo.
-Sí -Lovino miró hacia arriba también.
-Pero sé de alguien que lo es más -el español lo miró con su característica felicidad, y él se ruborizó.
¿Por qué se comportaba así? Eso sólo lo hacía sentir más raro.
Se sumieron en un silencio incómodo -al menos para él- hasta que se decidió a hablar.
-¿Por qué la cafetería se llama Isabel? -preguntó, para desviar la atención de su rubor.
Pero la mirada de Antonio se ensombreció, borrando su sonrisa, y el italiano comenzó a preocuparse.
-¿Te-te pasa algo, bastardo? -le preguntó nervioso; no se le daba bien consolar a gente, lo que era un problema con un hermano tan llorica como el suyo.
-Hoy es 12, ¿no? -Lovino asintió, entre preocupado y curioso-. Bueno... Hoy sería el cumpleaños de mi difunta hermana.
El italiano no supo reaccionar. Así que era eso... Decidió esperar, a ver si el español le decía algo más.
-Se llamaba precisamente Isabel -efectivamente, continuó-. Tenía una enfermedad que hacía que le creciese el corazón demasiado como para contenerlo en el pecho, y acabo muriendo a los 22 -la edad de Lovino-. Yo en aquella época tenía 17, y nadie me dijo que eso iba a pasar...
Antonio lucía demasiado triste. Y Lovino no podía hacer nada.
Se metió la mano en el bolsillo, nervioso, y se sorprendió al encontrarse con un papel. El vale de Feliciano... Lo sacó nervioso, y completamente ruborizado, se lo entregó a Antonio.
-A-ahora me debes u-un beso -tartamudeó, pero consiguió que el otro volviese a sonreír.
Antonio besó dulcemente a Lovino en los labios.
-Deuda saldada
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Agradecedle esto a mi hermano porque me hizo la tontería del vale (?) Lo mejor es que aprueba esta historia. Pero no sabe que es Spamano (?)
En fin, cosa que se me acaba de ocurrir. Pero me gustó el resultado. ¿Y a vosotros?
~Ciao💙!

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One Free Kiss (A Spamano One-Shot)
FanficA Lovino le han dado un vale por un beso gratis, lo cual le parece la tontería más grande del mundo. Hasta que conoce a un chico de ojos verdes que da un vuelco a su vida --- Ni Hetalia ni los personajes me pertenecen, sólo la trama es mía Hetalia e...