2. Mi mayor sueño

411 45 15
                                    

"Porque cuando tienes ese aspecto, nunca antes he querido ser tan malo, y me vuelve loco".

Por supuesto tuvimos muchas aventuras, pero contarlas todas quizás haría que perdieran ese "algo" que las hace tan especiales, y no quiero que eso suceda. Son quizás los únicos recuerdos que tengo con él que puedo recordar sin comenzar a sentir tristeza. Recuerdos de un tiempo mucho más simple, antes de que comenzaran todos los problemas —o por lo menos antes de que nos diéramos cuenta de ellos—.

Pero claro, si no les contara algunos de ellos no entenderían nada de mi historia, así que creo que puedo hacer una excepción con algunos de los más importantes. Como aquella vez que nos aventuramos a explorar la espesura que separaba el viejo vecindario azul de la costa. Armados tan solo con nuestras bicicletas, una vieja mochila y tanta energía como puede tener un niño después de atragantarse con azúcar.

Esa fue una de nuestras aventuras más particulares, pues recuerdo que fue tan solo a unas semanas de haber empezado las vacaciones de verano, y de haber hecho nuestra pequeña promesa. No fue particular por que hubiera ocurrido algo extraordinario, no encontramos un dragón que escupiera fuego o a algún pariente de pie grande entre los matorrales —aunque Matt siempre pensó que la señora Arklow tenía cierto parecido con este último—, sino que lo particular de ella fue cuanto duró.

¡Estuvimos fuera todo el día! Y de no haber sido porque para el atardecer ya comenzábamos a temer que nuestros estómagos comenzaran a devorar al resto de nuestro cuerpo, quien sabe hasta que horas habríamos proseguido con nuestra aventura. Por supuesto mi padre me regañó cuando llegamos a casa, pero esa parte de la historia es aburrida y ni siquiera yo quiero recordarla. Nuestros padres podrán querer lo mejor para nosotros pero tienen una manera algo peculiar de expresarlo, y a veces hasta un poco molesta, aunque quizás sea algo de lo que no se den cuenta.

Aún así, lo verdaderamente importante de esta pequeña aventura no fue su duración, sino que fue ese el día que descubrí cuales eran mis dos sueños más grandes. Aunque para explicarlo mejor quizás deba comenzar desde el principio.

El espíritu aventurero nunca fue algo que me caracterizara, ni siquiera durante mi infancia que es cuando cualquier circunstancia puede llevarte a una valiente cruzada digna de todo aventurero... o ese tipo de cosas que piensan los niños de siete años. Yo tenía un perfil algo más tranquilo, nunca fui del tipo de chico que se lanzara a lo desconocido y tampoco lo soy ahora. Pero, como ya dije, siempre trataba de seguir los pasos de Matt. Él era algo así como una pequeña —y a veces algo irritante— llave hacia ese increíble mundo que se llamaba aventura. Esa era, después de todo, una de las cosas que amaba de él pero que, de la misma manera, siempre terminaba metiéndome en problemas.

Esa vez tampoco fue la excepción. Había ido a su casa como me era costumbre después de desayunar para ver si querría jugar un poco, pero cuando dejé mi bicicleta en su pórtico y me dispuse a tocar para ver si estaba fue él quien abrió la puerta con una sonrisa gigante en su rostro.

—¡Justo a tiempo Troye! —exclamó emocionado —¡Tengo una gran idea!

Lo miré algo asustado. Yo acababa de llegar y no tenía idea de lo que pudiera habérsele ocurrido, pero esas palabras combinadas con su mirada traviesa nunca eran una buena señal y solo significaban una cosa: mi padre iba a regañarme más tarde esa noche.

—¿No es nada peligroso no? —pregunté algo receloso.

—¿Cuando alguna idea mía ha sido peligrosa? —preguntó él con aires de inocencia.

Wild | Saga Blue Neighbourhood [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora