Capitulo 1

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Clint lanzó un juramento por lo bajo.

-¿Acaso son mellizos?- preguntó la muchacha, pasando la mirada de uno a otro de los varones Rafferty.

La gente afirmaba, desde hacía años, que él y Matt eran casi idénticos, y Clint suponía que algo de razón tendrían. Tenían el mismo tipo de mentón cuadrado, pómulos altos, ojos color humo y cabello negro. Pero ahí terminaba el parecido. Cuando Clint sonreía, cosa que no sucedía con demasía frecuencia, nadie se inmutaba. Pero cuando Matt se iluminaba con esa sonrisa torcida y perezosa, el mundo entero parecía sonreír con el, sobre todo la mitad femenina, y a gran parte de esta mitad también se le aflojaban las rodillas.
En ese mismo mimento, una mujer colgaba del brazo de Matt: una bonita pelirroja de enormes ojos verdes. Respondía al nombre de Dora Faye, si Clint recordaba bien.
— Yo le llevó siete años —le explicó a la tórtola, sorprendiéndola.
No tenía sentido añadir que había pasado esos siete años tratando de ser madre y padre, tanto para Matthew como para los otros hermanos.
—Entonces esta es su noche de suerte —musitó la muchacha—, porque da la casualidad de que soy aficionada a los hombres mayores.
—Gracias por la oferta, pero tengo hambre, debo alimentar a los caballos y me quedan por cerrar las cuentas del día —la cortó Clint, antes de que la chica tuviera tiempo de sugerir que pidiera un trago para los dos.
 
Lo miró, desilusionada, pero después encogió un blanco hombro desnudo:

  —La oferta queda abierta. Bastará que pregunte por Maydeen.
  —Lo haré alguna vez.

  Clint fue en dirección a Matthew, abriéndose paso entre los cuerpos que se movían. Últimamente las borracheras de Matt se repetían todas las semanas.
Maldito muchacho. Clint conocía la debilidad de los varones Rafferty por el alcohol. ¿Acaso no estaba Matt al lado de él cuando bajaron a su padre a la tumba, hacía cinco años? ¡Por el amor de Dios, el viejo había bebido hasta morir, por no hablar de que, por culpa de esa bebida, dejó a sus hijos sin un centavo! Como no pudieron cancelar los pagos de la hipoteca, perdieron el antiguo hogar familiar en Ohio y, si no se hubiesen mudado al Oeste para buscar tierras donde instalar su hogar, habrían quedado sin un techo sobre sus cabezas. Por fin, con el sudor de las frentes de todos, comenzaban a recuperarse, y no gracias al padre... ¡y ahora Matt seguía sus pasos!
   El primer impulso de Clint fue aferrar a su hermano dek cuello y sacudirlo. Pero se confirmó con abrirse paso a codazos hasta llegar a su lado y apoyar el tacón de una bota en el riel.

   —Matt, la reunión de ganaderos ya ha terminado. Creó que sería hora de que pensemos en volver a casa.

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