Cinco años después.

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"Guillermo lo olvido, y ese fue su infierno. Samuel no lo olvido, y esa fue su condena."

Cuando despertó, estaba en su habitación. Las sabanas le cubrían hasta por debajo de su cuello. Estaba mirando el techo cuándo recordó. Recordó aquellas noches en las que lloró, pidiendo al cielo que Samuel volviera. Recordó aquellas noches cuando Ruben llegó a su casa y lo encontró queriendo morirse, no en ese sentido; pero si en el de acostarse alrededor de empaques de comida de hace un mes. Todo empeoró cuando ya nunca supo nada de James, y eso le hizo creer no era lo suficiente para alguien.

— ¿Estas bien? —pregunto Miguel, después de tocar y abrir la puerta. Un plato con comida estaba en su mano derecha—. Ruben te ha mandado un poco de pasta y pollo.

Tal vez su cerebro no funcionaba bien. O tal vez aún estaba un poco dormido. Tal vez se debía a que no había comido nada. Pero hizo algo que alguna vez en los últimos cinco años se prometió no hacer; preguntó por Samuel.

— ¿En dónde lo viste? —Miguel lo miro con el ceño fruncido mientras ponía él plato de comida en la mesa de alado, justo donde estaba acostado Guillermo—. Ya sabes, a Samuel.

—Oh, a él —Miguel estaba un poco tenso, a decir verdad—. Bueno, venia en el carro cuando lo vi, estaba mudándose a cuatro cuadras de aquí, donde antes vivíamos... y ya.

Miguel sonrió, intentando aligerar el silencio que se había hecho demasiado pesado con las últimas palabras.

—Miguel, te conozco —Guillermo se acomodó mejor en la cama, intentando buscar una buena posición—. ¿Qué es lo que ocultas?

De repente una pequeña cantidad de esperanza creció dentro de Guillermo.

—Ruben me ha dicho que no te lo dijera.

—Solo dilo.

—Samuel estaba de la mano de una niña pequeña, tenía como tres años —soltó Miguel, no siendo capaz de poder guardar el "secreto" un poco más—. Oh, Dios. No tenía que habértelo dicho. Lo siento.

Miguel salió de la habitación, terminado con la esperanza de Guillermo.

¿Irónico? Si. Desde hace mucho la había pedido.

Guillermo tardo cinco años en poder perder la esperanza y Samuel llegaba, construyéndola de nuevo en tan sólo segundos, para después romperla en la mitad de tiempo.

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—Oh, vamos Guillermo —hablo Ruben mirándolo, mientras apretaba la mano de su novio, quien estaba a su lado—. Los tres sabemos que eso es cierto, te mueres por ver esa película.

—Sí, lo sé —susurro Guillermo, mirando el cartel que mostraba las películas que podían ver ese día—. Agh, de acuerdo. Ruben, ve y compra las entradas.

Ruben sonrió, caminando hacia la ventanilla en donde vendían las entradas. La película que Ruben y Miguel querían ver, trataba sobre una chica sordomuda que nunca había salido a la calle porque sus padres la sobre protegían, entonces, a sus diecinueve años sus padres murieron en un accidente automovilístico, haciendo que ella se viera forzada a hacerse auto suficiente sola, un día inesperadamente, ella encuentra el amor, la película se llamaba «Cuando la nieve cae».

¿Cliché? Guillermo no lo sabía, no había visto la película -ni siquiera el tráiler-, pero había leído la reseña por internet y él sabía que la historia era realmente triste. Y no quería llorar, no más.

—Sé que no quieres verla y sé que ya has leído la reseña por internet, pero tienes que verla, por Ruben —Miguel le sonrió, tomando su mano llevándolo a un local donde vendían juguetes—, así que mientras Ruben está en esa inmensa fila, tu y yo veremos juguetes.

— ¿Ya les han contestado de Braidyx? —pregunto Guillermo, sonriendo. Braidyx era una casa hogar, a la cual Ruben y Miguel hablaron para poder ver si podían adoptar a un niño.

—No, aun no —Miguel camino entre los pasillos mirando juguetes al azar—. Pero Ruben y yo no perderemos la esperanza.

—Sí, la esperanza...

Las palabras de Guillermo se vieron interrumpidas por la risa de una niña, la cual se escondió detrás de las rodillas de Miguel, quien miro a la niña un poco desconfiado. Él había visto a esa niña antes, el la recordaba.

—Lydia, te he dicho mil veces que no... ¿Miguel?

Esa voz, Guillermo estaba seguro que él había escuchado esa voz antes, solo que no recordaba en dónde. Guillermo estaba de espaldas, por lo tanto aquella persona no lo podía ver.

—Samuel, es un gusto volver a verte.

—Si, a mí también me alegra verte.

Guillermo miro a Miguel, los nervios comían su piel. El azabache le sonrió, dándole su mano y, entrelazando sus dedos, Guillermo encaró a Samuel.

Lo primero que vio Guillermo en la cara de Samuel, fue la clara expresión de sorpresa en su rostro al mirar sus manos entrelazadas. Miguel le sonrió a Samuel, rodeo a Guillermo de su cintura y lo apego más él.

— Y bueno, ¿qué hacen aquí? —pregunto Samuel, sonriendo forzadamente.

— Buscando juguetes, es obvio —le respondió Guillermo, sonriendo. La tensión en el ambiente era demasiado evidente.

—Buscamos juguetes para Allison, nuestra hija —Miguel sonrió, apretando más a Guillermo—. O como pensamos llamarla.

— ¿Están juntos? —El rostro de Samuel estaba un poco desfigurado, pero Guillermo y Miguel no podían descubrir por qué—. Lo siento, pero la última vez que los vi, Miguel y Ruben se gustaban.

—La última vez que nos viste, fue hace cinco años, ¿recuerdas? —Guillermo le dijo, sorprendiéndose al igual que Samuel y Miguel por su tono de voz, hosco—. Ahora, iremos a ver si Ruben ya tiene las entradas. Adiós.

Camino fuera del local de juguetes, Miguel siguiéndole.

—Sí, Adiós, Guille...

Pero ya era tarde y Samuel lo sabía. Guillermo no le había escuchado.

Y, probablemente, Samuel había perdido cualquier esperanza que había tenido por volver a estar con Guillermo.

— ¡Lydia! —Samuel escucho la voz de una mujer a sus espaldas, era Kitty, su mejor amiga—. La has encontrado Samuel, gracias.

—No hay de que —Samuel le sonrió.

Kitty y el eran los mejores amigos, así que cuando ella llego a su casa, diciéndole que estaba embarazada y que Brett no sabía, él la ayudo en todo lo que pudo. Tiempo después Brett se dio cuenta y se hizo cargo de Kitty y su hija, la pequeña Lydia.

Y ahora estaba de regreso, con la ayuda de Brett y Kitty para poder recuperar a Guillermo.

O tal vez, para decirle adiós, otra vez.

Y esta seria para siempre.

Amor A Primer Bostezo | Wigetta. (Primera version)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora