Capítulo I

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Otra vez lo habían conseguido, habían evitado que las autoridades les pillaran. Un joven de cabello rubio oscuro y con el rostro algo rojo del calor que sentía estaba jadeando mientras observaba escondido tras una esquina. Cuando la policía pasó por su lado, sin fijarse en él, se relajó y cayó al suelo. Se quitó la boina vieja que llevaba en la cabeza y se despeinó un poco, riendo. A su lado, una muchacha de ojos azules y cabello castaño jadeaba agotada. Se había escondido detrás del chico y esperaba que no se oyera su respiración, por lo que, al pasar la policía, se relajó también.

Ella le dio un golpe en el hombro al chico, con un gesto de molestia, mientras se sentaba a su lado.

- Te odio, Matt -le dijo escondiendo su rostro en sus rodillas.

- Oh, vamos, Minna... -el chico acarició la cabeza de la chica con una sonrisa-. Reconoce que ha sido divertido.

La chica no quería reconocerlo, pero la sonrisa que mostró mientras estaba escondida mostró en el fondo que sí, que le había gustado. En el fondo, Matt siempre la había llevado a situaciones como esa, pero ella era más tranquila y por eso no se sentía del todo cómoda tras el subidón de adrenalina.

- Está bien, discúlpame, hermanita... -sacó de la bandolera la mitad de una barra de pan que partió para ellos.

- Hmm... Vale, te perdono -le miró y sonrió ladeado, tomando el trozo de pan-. ¿Hay suficiente para Kim y Syd?

- ¿Crees que me olvido de las pequeñas? -preguntó riendo alto, hasta que la chica le tapó los labios para que no le oyeran.

Minna negó con la cabeza y se comió lentamente su parte de pan, cerrando los ojos. El chico hizo lo mismo cuando pudo y se calmó un poco, pensando en todo lo que estaba pasando. De cada vez se hacía más difícil conseguir algo y, por suerte, podían vigilar y proteger a las dos chicas pequeñas.

Matt observó a su hermana mientras comía. Siempre había pensado que ella había tomado todo lo bueno cuando estaban en el útero materno. Minna tenía el pelo suave y castaño, unos ojos azules y un rostro que daba envidia muchas veces. A pesar de estar delgada a causa de la dieta que tenían, su cuerpo mostraba belleza y unas proporciones bastante bonitas.

En cambio, él era distinto. Sus ojos eran de color azul y tenía el pelo rubio y corto, cortado desigual y siempre alborotado. La nariz del chico era algo más pronunciada que la de la chica y el rostro lo tenía más gracioso y marcado. Su cuerpo estaba lleno de músculos a pesar de su delgadez y, curiosamente, su temperatura corporal siempre era más alta, solía rondar los 38 grados como indicaban los termómetros que usaba para observarlo.

- ¿Qué miras? -preguntó Minna tras notar la mirada del muchacho, aunque no le había mirado.

- ¿Eh? ¡Ah! -negó con la cabeza Matt, poniendo los ojos en blanco.

- Sí, ¿eh? ¡Ah! -Minna se rió y se levantó, tomando la mano de su hermano-. Vamos, perezoso. Nos esperan.

Matt sonrió y la siguió, poniéndose la boina mientras corrían por las calles de la ciudad de Manchester. Habían recorrido toda Inglaterra buscando algún lugar donde ir. Llevaban desde hace seis años ya que iban de un lugar a otro. Sus ropas no eran las mejores, parecían más bien las de unos vagabundos del siglo XIX, pero no podían quejarse, al menos habían conseguido un techo donde estar hasta que les descubrieran y de vuelta a buscar otro sitio donde "vivir". Minna no quería estar en un orfanato. ¿Y si les separaban? No podría vivir con eso. Y Matt tampoco puede separarse de ellas.

Por las sombras de la ciudad, estaba claro que no les verían. Demasiado tiempo llevaban ya con el hecho. A veces, cuando les veían, se separaban y se escondían cuando podían. Era lo mejor que podían hacer.

Los héroes de los elementos I - Fuego elementalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora