Sueño de una noche de Verano

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Dedicatoria

A mi amor... en San Valentín... vamos por 10 años más...


Sueño de una noche de verano.

Empujo la puerta de la casilla de Lucy, salgo al exterior y la cierro con cuidado, para no despertarla. El aire fresco besa mi piel, regalándome la frescura que necesitaba, mientras estuve sudando, envuelta en las sábanas; el cielo comienza a tomar color, el sol todavía no ha salido.

Respiro con profundidad, apreciando el momento. Me siento con cuidado en uno de los sillones del jardín delantero y espero que el sueño se despegue totalmente de mi cuerpo.

Los pájaros comienzan a trinar, poco a poco el aire se vuelve denso y los primeros rayos acarician la tierra.

Me pongo de pie, ya que si continúo sentada, el calor me alcanzará y la carrera matutina será pesada. Voy hacia un grifo de agua, que se encuentra en un costado, me lavo la cara y enjuago mi boca.

Me pongo en marcha por el campamento, dándome tiempo para desperezarme. Las casillas están silenciosas, nadie se ha despertado.

Voy directo a la carpa del comedor, para un desayuno rápido; en el interior está todo vacío y calmado, me provoca inquietud lo silencioso del momento. Camino entre las mesas con cuidado, sintiéndome la dueña del lugar.

—La reina de los pisos brillantes —murmuro, mientras paso mi mano sobre la mesa de madera—. Ideal para hacer lo que se me plazca.

Me acerco a la puerta trasera, donde se encuentra la despensa; la abro y me meto entre los pasillos llenos de comida. Las estanterías colmadas de alimentos, me abruman por un momento; es la primera vez que me encuentro aquí.

Mis manos inspeccionan la pared, buscando un interruptor, pues la única fuente de luz, es la que proviene de la puerta que he abierto. Como no lo encuentro, me apresuro a buscar un aperitivo, ya que me estoy poniendo nerviosa. Mis ojos rebuscan en la penumbra, hasta que encuentro unos enormes canastos de mimbre. Busco fruta, específicamente manzana y banana. Mientras estoy agachada, oigo un crujido y me vuelvo con rapidez hacia la puerta.

Me quedo petrificada, esperando oír algo más; escaneo la habitación con mis ojos, para encontrar la fuente de sonido y termino con la vista clavada en la puerta. Al no escuchar nada más, continúo con la búsqueda.

Encuentro fruta a mi gusto, me pongo de pie y corro con rapidez hacia la salida; algo en mi interior me dice que no estaba sola, pero agito la cabeza para alejar esa idea extraña.

Cierro la puerta de la despensa, me como las frutas con rapidez, tomo un vaso grande de agua fría y me dirijo al comedor.

Me muevo entre las mesas de madera, hacia la puerta, mientras acaricio mi barriga colmada de comida y sonrío, satisfecha.

El cielo está más claro que cuando entré, el día me está pisando los talones. Aprieto el paso hacia las afuera del campamento, donde suelo correr.

Emprendo mi carrera matutina con un trote lento. Controlo la respiración y poco a poco mis músculos se van despertando; siento cómo el calor comienza a quemarlos, mientras se desentumen con energía; siento cómo el aire comienza a colmar mis pulmones y cómo se expanden, reclamando más oxígeno; mi respiración se agita y las primeras gotas de sudor aparecen en mi frente y mi pecho.

Mis pies golpean el suelo de tierra con firmeza, mientras avanzo cerca del bosque y me dirijo hacia la casa abandonada, que se encuentra en los límites de Verano.

Contención: Sueño de una noche de Verano (Trilogía Trapecio #1.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora