Capitulo 3.

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Era viernes por la tarde y yo me encontraba haciendo tarea de Álgebra y para mí suerte no entendía el tema.

Maldito Arquímedes y Diofanto.

Me quite los audífonos y me arrepentí al momento al escuchar a alguna de las gatas en celo de Adam gemir.
Esto era rutina. Era como si el maldito Playboy trajera dos diferentes cada día y eso me molestaba.

Me levante furiosa de la cama y tome un lápiz que tenía a la mano para aventarlo hacia su ventana, pero no contaba con que está se rompiera al aventarlo con la fuerza que lo había hecho, mi boca formó una pequeña "o".
Escuche el grito de la chica.

Mierda.

Cerré mi ventana y me escondí en la pared que tenía a un lado, voy a terminar pagando por esto, literal.
Me arrastré hasta la cama para no dejar que nadie me viera a través de la ventana pues aún no contaba con cortinas.

—¡MCKENNA! —grito la voz de Adam lo bastante fuerte como para que mi piel se erizara.

Voy a morir, lenta y dolorosamente.

Seguí escuchando gritos hasta que estos cesaron y escuche como tocaban la puerta de mi habitación.

—Cariño, ¿podrías abrir?–Hablo mamá desde el otro lado– tienes visitas.

Con una mierda. Dije mirando mi atuendo que consistía en mi Pijama de conejos, si, normal de llegar de la escuela y ponerse la Pijama después de un largo día, pero demonios, era Adam y... Meh...

Camine lentamente hacia la puerta, le quite el seguro y me encontré con el rostro de Adam y de mi madre que tenía una sonrisa cómplice.

—Adam dijo que se te olvido tu collar la última vez que te dejo aquí en la casa —me guiñó el ojo— los dejo un rato —sonrío— ¿Quieren que les traiga algo de tomar?

Ambos negamos lentamente mientras nos mirábamos fijamente.

—Muy bien, los dejo —sonrío y se alejó haciendo que Adam entrara en mi habitación y cerrará la puerta con seguro.

Si un paso hacia atrás al ver la expresión de Adam, pero pronto mi cuerpo toco las cobijas y tenía un lindo Adam encima mío.

Que dios me perdone por todos los pecados que he cometido como la vez que le lance el bote de helado a una chica que...

—¿Debo creer que estas loca o qué estás celosa? —dijo alzando el lápiz para ponerlo enfrente de mi cara.

—¿Celosa? —dije con una pequeña sonrisa nerviosa— nunca en mi vida estaría celosa por algo así.

—Bueno... Aventaste esto a mi ventana —Sonrío con arrogancia y puso el lápiz frente a mi cara — con una fuerza impresionante debo admitir.

—Me molesta el ruido que haces ¿bien? —dije rodando los ojos— o bueno, el de tus chicas.

—Celos.

—Que no —rodee los ojos— ¿A ti te gustaría escuchar esos sonidos desde aquí hasta tu habitación?

—Bueno... Si somos tú y yo en tu cama no me molestaría, como ahora...

—Si fuera alguien más...

—Gran chiste, pero dudo mucho que tú....

Fruncí el ceño.

—¿Acaso estas diciendo que soy fea?

—No... Madison eso no era... —se rasco la nuca— solo que no te veo así con algunos chicos —suspiro— tú eres de las que siguen las reglas, yo no.

Me cruce de brazos mirándolo desafiante.

—Tu eres un Playboy. Podemos cambiar papeles y ver que siente el uno del otro, solo así entenderías mi enojo.

Sus cejas de alzaron—¿Es un reto o una apuesta?

—Tomalo como quieras —dije aún enojada arrebatándole el lápiz—Puedo ser mejor que tú.

—Quiero ver eso —paso ambas manos por atrás de su cabeza para luego mostrar una perfecta sonrisa.

—Y yo quiero verte siguiendo las reglas, ya que según tú yo soy así. —dije ahora mordiendo mi lápiz para luego hacer una mueca —¿Te importaría salir de encima? —dije moviendo el cuerpo como un pez fuera del agua.

—¿Acaso te pongo nerviosa, nena? — dijo poniendo sus manos a un lado de mi cabeza— Yo que tú no seguiría moviéndome así...

—Eres un asco Adam.

Se encogió de hombros con una sonrisa en los labios y se levanto.

Me miró  —¿Es un trato?

Tome la suya y asentí.

—Es un trato.

—Una última condición. —dijo apretando mi mano—

—¿Cual?

—Dylan no entra en tu lista.

—Espera... ¿Qué? —dije en un tono confuso cuando soltó mi mano— ¿Qué tienen todos contra Dylan?

—Es... —suspiro para caminar a mi estantería— Olvídalo, simplemente él no entra en la lista. —se volteó para verme pero yo aún seguía con la mirada en el techo.

—Bien. —me levante.

—¿De verdad andas en Pijama un viernes, el viernes del cumpleaños del gran Hunter? —alzó la ceja y me miró— cámbiate, nos vamos, hoy empiezas.

—Eh, para, tú no puedes salir con nadie —dije sonriendo— esa es mi condición.

Frunció el ceño y asintió.

—Condición aceptada. Ahora arréglate. Porque será una noche larga.

Que comience el juego Adam, ¿listo para perder?

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Adam en multimedia.

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