Un invitado (parte 2)

22 3 5
                                    


Camile había sido atendido en una habitación bastante grande que habíamos dejado para invitados en la primera planta porque tenía su propio baño.
Casi todos los muebles eran antiguos, propios de la casa y habían sido restaurados.

Él estaba recostado contra el cabecero forrado de tela, arropado hasta la cintura por el edredón. Su traje de moto y otras prendas estaban en un montón al pie de la cama. La única luz era la de la mesita de noche.

Vi el rostro que había aparecido en mi pesadilla hacía doce años. Lo estaba mirando tal y como lo recordaba, exactamente igual que aparecía en mis pensamientos cuando todavía hoy, a veces, me venía a la cabeza.

Era una cara preciosa, os lo aseguro. Tenía incluso la misma expresión de misteriosa melancolía que la primera vez, y me devolvía la mirada con la misma extraña intensidad.

Entonces se transformó.

Sus labios se partieron en una sonrisa y las cejas oscuras se alzaron en una mueca de asombro, como si acabara de recordar algo. Y habló. Él me habló. Yo no podía.

- ¡Esto es increíble!

Su voz era suave, con un punto grave, ¡Dios mío!, Podía oírle cuando me cantó aquella nana extraña. Empecé a sudar.
Se apartó el pelo de la cara, tenía una melena oscura y larga que brillaba con un matiz metálico a la luz amarillenta de la mesita. Sin levantarse, extendió la mano hacia mí.

- Por favor, acércate. Te parecerá que estoy loco, pero una vez vi tu cara en un sueño y no se me ha olvidado hasta hoy.

Di un paso como si tuviera plomo en los pies aunque le devolví la sonrisa, creo que por educación. Intenté fijarme mejor en su cara, sus ojos tan oscuros, pero no había duda: era él.

Palmeó el colchón alegremente invitándome a sentarme a su lado, cosa que hice sin tener ni idea de porqué. Sentía demasiadas cosas hacia él; la curiosidad y atracción por su belleza se mezclaban con la repulsión y el miedo y me sentía en realidad como un completo idiota.

Tragué saliva y me obligué a aparentar normalidad.

- S... Sí que es increíble. Yo también soñé contigo... te recuerdo... perfectamente.
- ¿Te asustaste? Yo tuve una pesadilla horrible, lo confieso.

Se rió. Su risa era contagiosa, genuina. Me relajé y también me reí mientras los nervios y el miedo perdían intensidad. Camile acercó la mano a mi cara y tocó un mechón de mi pelo, todavía con expresión de incredulidad.

- Es tan extraño...

Intenté comportarme como un buen anfitrión y le prodigué todas las atenciones que podéis suponer de alguien que está intentando ser tan amable como puede. Su expresión de asombro se fue desdibujando dejando paso a una sonrisa permanente. Era aquella mueca extrañamente tierna que yo recordaba y que ahora, superado el miedo, me producía la misma sensación de encanto.

Mientras yo hablaba, el seguía con su exploración y me toqueteaba el pelo o los dedos. Yo no era muy dado al contacto físico con gente extraña, pero aquella manifestación de curiosidad por su parte, como si quisiera asegurarse de que yo era verdaderamente real, me divertía y no experimenté el rechazo de siempre.
Más bien al contrario.

En algún momento llegó a cogerme la mano y apretarla, observé mi mano en la suya como si fuera de otra persona y noté el calor en la cara. Seguí como si no estuviera pasando nada raro y fui recompensado con una sonrisa todavía más dulce. Antes de que pudiera hacerme pesado, le ofrecí algo de cenar y rechazó comer nada, aunque logré convencerle de que tomara al menos un poco de caldo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: May 19, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

CamileDonde viven las historias. Descúbrelo ahora