Una noche fría.

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Oneshot.

Ella caminaba lentamente por la calle de regreso a la pequeña casa que compartía con su padre. El frío de la noche poco a poco se colaba por las grandes avenidas que la ciudad de Chicago poseía.

Había pasado toda la tarde en la biblioteca y perdido completamente la noción del tiempo. Cuando miró el reloj, notó que ya eran cerca de las diez de la noche y sabía que tarde o temprano tenía que regresar, sino su padre -quién seguramente estaría ebrio y jugando al poker con sus igualmente ebrios amigos- la castigaría. La idea no le causó angustia alguna así que sin acelerar ni un poco continuó su camino a pie por las casi desoladas calles de Illinois.

El sol ya se había ocultado detrás del horizonte dando paso a la imponente luna que, acompañada de pequeñas estrellas adornaban el oscuro cielo dejando a la vista un lienzo hermoso.
A María esa noche le parecía de las más bellas que había visto en mucho tiempo, se detuvo un momento para admirar aquella obra de arte con una leve sonrisa dibujada en su rostro, cerró los ojos unos segundos para mantener esa imagen en su memoria, después los abrió rápidamente y siguió con su camino.

Al cabo de un rato llegó a su casa, donde al entrar se encontró con su ebrio padre y sus amigos -tal como lo había imaginado - sentados alrededor de una mesa circular con varias botellas vacías de cerveza y cigarrillos a medias. Dejó escapar un leve suspiro de frustración y caminó por el pasillo que cruzaba la pequeña sala donde su padre y compañía se encontraban.

-¿Por qué llegas a esta hora? -preguntó su padre furioso al tiempo que se ponía de pie haciendo caer la silla, y dando grandes zancadas, se acercó a ella.

-yo... -respondió María con voz temblorosa.- Yo... lo siento, estaba en la biblioteca y... -no pudo terminar la frase pues su padre la había agarrado por el cabello, halándolo bruscamente. Ella, como reacción, sólo pudo cerrar los ojos e intentar zafarse del fuerte agarre de su padre.

-¡Mentirosa! -gritó fuertemente el hombre.- Déjame adivinar. Estabas revolcándote con algún chico, ¿no?- preguntó mientras jalaba el castaño cabello de la joven haciéndola emitir un pequeño gemido de dolor.

-¡Papá! Juro que estaba en la biblioteca ¡lo juro! No estaba haciendo nada malo -sollozaba ella.

-¡Cállate! -volvió a gritar furioso.- No eres nada más que una perra.

Maria abrió los ojos y volvió la vista hacia la mesa donde se encontraban los amigos de su padre que, hasta el momento, no se habían inmutado por esa escena. Apenas quitaban la mirada de las cartas que sostenían frente a ellos para apartar el cigarrillo de sus labios y dar un trago a su cerveza.

-Si tan sólo tú madre te viera, se moriría de vergüenza. Eres una basura, María. -Decía su padre con un tono frío pero lleno de odio.

Esas palabras la destrozaban por dentro.- Y tú solo eres un maldito ebrio. -Le dijo entre dientes.

Su padre, lleno de ira, la soltó del cabello y le dio un fuerte golpe en el pómulo dejándole a la chica un gran moretón.- Estás castigada, ¡lárgate a tu habitación! No te quiero ver aquí. -El hombre tomó otra cerveza, acomodó su silla sentándose con sus amigos y siguieron en lo suyo. Ninguno de los presentes comentó algo de lo que había sucedido.

María, con lágrimas en los ojos regresó a su habitación, al fondo de la casa, y cerró la puerta dando un portazo. Tomó la arrugada y un poco maltratada fotografía de su madre (la única que tenía) y se sentó en el borde de la cama observándola. La imagen en blanco y negro mostraba a una joven mujer sonriendo a la cámara con unos mechones de su hermoso cabello negro y ligeramente rizado sobre la cara. A pesar de que la imagen no tenía color, se podía notar como sus ojos claros resaltaban en la imagen.

-Lo siento tanto. -susurró María mirando la foto.

Sabía que tenía que salir de ese lugar. No soportaba otro día con su padre.

Dejando la foto a un lado, se puso de pie y sacó una mochila. Rápidamente metió algunas cosas esenciales en ella (un cambio de ropa, un cepillo de dientes y un par de dólares), se colocó una chamarra y por último guardó la foto en su bolsillo. Se miró al espejo y notó que el golpe del pómulo seguía siendo notorio, frunció el ceño ligeramente y caminó hacia su ventana.

Había tomado ya una decisión. Se colgó la mochila sobre el hombro y abrió la ventana. Una brisa fría le llegó a la cara despeinando un poco su cabello. Sin pensarlo más, salió por la ventana hacia el patio y agradeció que la caída no fuera muy larga.

Comenzó a caminar por la calle sin estar segura de a dónde quería ir. Faltaban sólo tres días para su cumpleaños número diez y ocho y así podría entrar a las fuerzas armadas, mientras tanto sólo necesitaba algo de comer y donde pasar la noche. Con el dinero que tenía podía conseguir una habitación en un motel barato, que era lo que ahora necesitaba, después podría preocuparse por lo demás.

Por dentro sentía un gran alivio, imaginaba lo feliz que estaría su padre al darse cuenta que ella ya no estaba. Miró una vez más la luna con una sonrisa en el rostro y continuó su camino por la fría noche.
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Hola, gracias por haber llegado hasta aquí 💕. Como el título lo dice éste es un oneshot, ya había publicado esto a modo de fanfic más largo pero no me gustó el rumbo que iba tomando y, además, había perdido el interés por seguirla, sumándole que ahora mi tiempo libre es casi nulo. En fin, espero que hallan disfrutado de este oneshot, y de ser así dejen su voto, lo agradecería mucho y pues ya de paso comenten qué les pareció y si quieren que escriba más OS. 😁
No olviden darse una vuelta por mi perfil Marvelous-writer para más historias
¡¡Nos leeremos pronto!!

-M

El Comienzo: Maria HillDonde viven las historias. Descúbrelo ahora