El Saqueador de Sueños

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Guardianes del Vacío

Cristales del Vacío

Capítulo I

Sanación

Nunca olvidare esos ojos en llamas que rugían tras su mirada, su ardiente fervor podía proclamar la inspiración de cualquier hombre, y su calidez podía derretir hasta el más gélido corazón. Éste, es el último recuerdo que poseo de su rostro, envuelto en las llamas en el más lúgubre abismo, mientras el veneno que aún se encontraba en su cuerpo dejaba salir por su boca los más dolorosos esputos de sangre que vi en mi vida. Melade, amiga, maestra, es tan doloroso recordarte así, que tan solo evocar tu recuerdo hace romper mis ojos en lágrimas.

***

Érica se dirigía del colegio a su casa, mientras pensaba en el abismo de preocupaciones en el que incurriría tras las pruebas finales que se avecinaban. A solo tres semanas y media de terminar el curso, sentía que su cabeza estaba a punto de explotar por él sin fin de cuadernos que debía engullir antes de sus exámenes finales. Así que tras dar un resoplido contra su flequillo que se sacudió en el viento, se dirigió fuertemente aferrada a sus libros en dirección a su parada habitual de autobús. El tenue viento de primavera soplaba suavemente entre los viejos álamos que rodeaban la calle, y Érica dejo penetrar en ella esa suave brisa con una sonrisa. Quince y cincuenta y nueve. Ahí estaba el autobús, tan puntual como siempre. Subió escalón por escalón, y luego de abonar se dirigió al penúltimo asiento, en el cual solía sentarse. El autobús se encontraba peculiarmente vacío ese día, demasiado para ser un viernes a las cuatro de la tarde. Sin más Érica se dispuso a dormir en el trayecto como acostumbraba hacer para recuperar sus horas de sueño perdidas.

#La sangre corre más rápido que el viento en primavera#

#Y entre las hojas puedes ver sangrar el sol#

#Ni tus ojos pueden ver, lo que se oculta tras la oscuridad del amanecer#

Érica despertó fuertemente de su sueño, perturbada. Hacía ya tiempo que no tenía una pesadilla como esa. Miró sus piernas y vio que estas temblaban como taladros eléctricos sin control. Llevo sus manos a sus mejillas y estas se empaparon de las lágrimas que emanaban de sus ojos sin que ella lo supiera. Aterrada dejo salir un leve sonido de espanto de su boca.

-Terminal. Parada 427. Abajo señorita.

Para su sorpresa ya no quedaba nadie en el transporte, más que ella y el conductor.

-¡Me dormí! Perdóneme, ¿Dónde estoy?- Atino a decir balbuceante.

-Abajo señorita, no tengo todo el día. Es la terminal. El final del recorrido.

-¿Pero dará la vuelta verdad?

-Éste es el último, señorita. El siguiente autobús saldrá a las 4:30 de la madrugada.

-¡¿Qué?!, Pero si no pueden ser más de las seis treinta, ¿Cómo que no habrá otro autobús?

-Señorita, son las cero horas con veintinueve minutos; y en un minuto termina mi turno. Así que debe bajarse.

Para su sorpresa al mirar por la ventana vio que la obscuridad sumergía todo lo que se podía ver, y lo que no también. El terror comenzó a apoderarse de su cuerpo, de sus manos y sus piernas, una vez más comenzó a temblar, y sus ojos parecía que querían explotar en lágrimas. Se armó de valor y pregunto aterrada:

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⏰ Última actualización: May 20, 2016 ⏰

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