1. Lyss.

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De pronto, todo lo que se lograba escuchar en la habitación, eran los llantos irritantes de un bebé. La enfermera acababa de entrar en la sala con la pequeña Lyss para que conociese a su madre. Esta las miraba con asco mientras se tapaba los oidos con las manos. Haced que se calle ya, por favor. Fue lo único que se le oyó a la madre del bebé. La otra chica bajó los brazos para que la entonces jóven madre cogiese a su pequeña, en cambio solo apartó la manta que la envolvía para ver su cara y esbozar una mueca de asco. Ugh, alejadla de mí. La enfermera mostraba el asombro en su cara, no lograba creer que una madre rechazase a su hija recien nacida de semejante forma.

-Disculpe, señora, pero debe de darle de comer.

-Ah.- dijo seca la otra.

La enfermera de mediana edad le dio el bebé y poco después un biberón. La mujer sostenía a la cría con asco, tratando de no tocarla demasiado.

Los años pasaron, la madre, de nombre Jessica, se casó con un hombre, con el cual, despreciaba contínuamente a la niña. Lyss tenía tan solo ocho años de edad cuando todo el desprecio que recibía por parte de su madre y padrastro comenzó a empeorar. Ya no solo la insultaban y pegaban, sino que Isaac comenzó a forzar a la pequeña. Lo peor de todo era que Jessica lo consentía, no le importaba que hicieran que a una niña tan pequeña le arrebatasen la inocencia a tan temprana edad. Nunca la había querido, fue el simple resultado de un condón roto cuando ella tenía 17 años.

La pequeña siempre se quedaba apartada en el colegio, en una esquina del patio, observando cómo las otras niñas jugaban a papás y a mamás, preguntándose si ellas también jugarían al mismo juego que ella jugaba con su padrastro, se preguntaba qué sentirían ellas mientras tanto. Lyss solía llorar la gran parte del día, sus compañeros se solían reir de ella por las marcas que había por todo su cuerpo, por los dos dientes separados que tenía, pero a pesar de ello, ella nunca dejó de pensar que tras la noche oscura, llega el día. Bueno... Nunca... Todo cambió cuando llegó al instituto. Cuando su corazón se comenzaba a marchitar por completo, ella conoció a una chica, la cual se convertiría en su ejor amiga hasta el momento. Su nombre era Erin, ella fue la única que tuvo el valor de defender a la pequeña Lyss de todos aquellos insultos que debía aguantar día a día. Esta chica ayudó todo lo que pudo a Lyss, siempre la defendió como pudo. Lo que ella no sabía, era lo que sus padres le hacían, Lyss pensaba que era lo que todos vivían día a día, creía que todos aquellos abusos eran normales para una niña pequeña. Con 16 años, ella desapareció dos semanas, no había signos de vida suyos, ni en el instituto, ni en la calle, si quiera en las redes sociales. Cuando volvió a la escuela tras ese par de semanas, todo cambió para ella. El acoso escolar seguía ahí, pero desde entonces, la sonrisa no se borró de sus labios.

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