Mírame - Capítulo III (3)

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III

Dos años más tarde…

- Abuelo, abuelo. Por fin me van a dejar un cuadro para restaurarlo. Sólo se trata de una limpieza rutinaria, pero es un comienzo.

- No sabes cómo me alegro por ti mi pequeña. Ghhhm. Ghhhm. –Dijo su abuelo tosiendo-.

- ¿Te encuentras bien?

- Sí pequeña. Es este invierno que cada vez me pesa más. Lo de todos los años.

- Bueno. Tu tomate algo caliente y descansa. Esta noche cuando regrese te contaré como me ha ido.

Ana estuvo a punto de cerrar la puerta cuando su abuelo la llamó.

- Ana… no me has dicho como se llama el cuadro.

- ¡La Maja Desnuda! –Dijo Ana y dio un portazo-.

Media hora más tarde, llegó al museo y entró por la puerta trasera. Durante el trayecto hacia su trabajo, no paraba de canturrear y bailotear de manera disimulada, para que no la tomasen por loca o por ligera de ideas. Normalmente no le importaba lo que opinaba la gente de ella, pero había emprendido un nuevo camino y quería llegar hasta el final. Quería que le encargaran trabajos de todo el mundo; los cuadros más importantes e importantes y para ello, debía moderarse en todos los aspectos de su vida.

- Hola Ana. Llegas pronto como de costumbre.

La responsable de las restauraciones, admiraba su pasión y esfuerzo, y por ello la había premiado con una oportunidad única. Ella lo sabía… y Ana también.

- Hola María. No sabes cuánto te agradezco lo que has hecho por mí. No sé qué hacer para…

- No hace falta que me lo agradezcas más. Tú céntrate y haz bien el trabajo. Estas preparada y motivada, así que, manos a la obra.

Entraron a la acondicionada habitación, donde se encontraba La Maja Desnuda y su gemela vestida. María se encargaría de la limpieza de la otra obra para poder observar, aconsejar y perfeccionar el trabajo de Ana. Deseaba con todas sus fuerzas que la bella mujer, encontrase su hueco en este mundillo tan competitivo.

- Recuerda todo lo que te enseñaron y mis consejos. No tienes nada de qué preocuparte y como siempre, estaré justo a tu lado por si me necesitas. ¿De acuerdo?

Ana asintió con la cabeza y se preparó. Durante el día, ambas mujeres se ensimismaron. Escrutaron sus respectivos cuadros con lupa, se pusieron guantes de látex, prepararon el material y, suavemente, acariciaron las superficies de los cuadros con algodón de fibra fina empapados en una cristalina solución que se evaporaba casi instantáneamente al entrar en contacto con la obra de arte. Con la paciencia propia de una madre, Ana mimaba al objeto inanimado, pero aún así, lleno de vida.

Cuando llegó la noche, María había acabado casi la mitad de la primera parte de la restauración mientras Ana, aún se encontraba al principio. La experta restauradora, sonrió recordando sus inicios y se acercó a su aprendiz.

- ¿Qué te parece si seguimos mañana?

- Me gustaría quedarme un poco más. ¿Puedo?

- Pues claro. ¿Cómo puedo negarme a eso? Sería una jefa horrible si no te permitiera trabajar más por el mismo salario. Jajaja. Avisaré a los de seguridad de que te quedas y de paso que te echen un vistazo de vez en cuando por si necesitas cualquier cosa.

- Gracias María. Buenas noches y hasta mañana.

*

- Has visto el bombón que se ha quedado en restauración. –Dijo el bigotudo guardia de seguridad-.

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