Sin esperanza.

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Voy siguiendo la fuerza de mi hado
Por este campo estéril y escondido;
Todo calla, y no cesa ni gemido,
Y lloro la desdicha de mi estado.

Crece el camino y crece mi cuidado,
Que nunca mi dolor pone en olvido;
El curso al fin acaba, aunque extendido,
Pero no acaba el daño dilatado.

¿Qué vale contra un mal siempre presente
Apartarse y huir, si en la memoria
Se estampa, y muestra frescas las señales?

Vuela amor en mi alcance y no consiente
En mi afrenta que olvide aquella historia
Que descubrió la senda de mis males.

Pensé, más fue engañoso pensamiento,
Armar de puro hielo el pecho mío;
Porque el fuego de amor al grave frío
No derritiese un nuevo encendimiento.

Procuré no rendirme al mal que siento,
Y fue todo mi esfuerzo desvarío;
Perdí mi libertad, perdí mi brio,
Cobré un perpetuo mal, cobré un tormento.

El fuego al hielo destempló, en tal suerte,
Que, gastando su humor, quedó ardor hecho;
Y es llama, es fuego, todo cuanto expiro.

Este incendio no puede darme mi muerte;
Que, cuanto de su fuerza más deshecho,
Tanto más de su eterno afán respiro.

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