Capítulo 3: El ganador es...

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Salimos tomados de las manos al centro de la pista, las personas aplaudieron y sonaron los primeros acordes de la melodía. Las luces se apagaron y dos grandes reflectores iluminaban nuestros cuerpos, uno de tonos blanquecinos para mí y azulados para él.

Comenzamos con la rutina, parecíamos dos bailarines de ballet con perfecta sincronía y comunicación. Yo no esperaba menos, estaba con mi amigo y confiaba plenamente en él  y suponía que él en mí. Con un leve movimiento de cabeza, nuestra señal, supe que era el momento de dirigirme a sus brazos para ejecutar el salto de la victoria. Un complicado triple lutz.

Me dirigí hasta él, llegué por fin a sus brazos y después de una serie de piruetas ancora y cambiada me tomó con sus fuertes brazos y me lanzó por el aire. Dí exactamente las tres vueltas y caí sobre la cuchilla de forma perfecta deslizándome hacia atrás y a tiempo con el último acorde de la musca. Simplemente perfecto.

Los jueces comenzaron a deliberar antes de imponernos una nota, de inmediato lucieron en la pantalla un 7, un 5  un 4.3. ¿4.3? ¿En serio?, Bah y ese fue el estúpido engreído.

Caminé furiosa hacia los casilleros y azoté de golpe la maleta con mi cambio de ropa, no tenía el ánimo suficiente para presumirle a Chelsea  peor aún, no tenía el valor de decirle a Marc que lo sentía, el debe estar peor que yo con esta pérdida, el siempre gana, con Chels, pero gana.

Me retiré a las duchas y escuché que le hablaban a Chelsea para presentar su rutina, probablemente la calificarían mejor que a mí y sobre todo Matthew. Chelsea sabía bien qué hacer con él.

Salí de las duchas  me puse la sudadera del recinto y me dirigí a las gradas para observar al resto de los participantes.

—No te preocupes, a veras que sí calificamos— me habló Marc de forma tan serena que quise en verdad creerle eso.

—Gracias Marc, pero creo que ni un milagro me ayudaría, pero gracias por hacerlo conmigo.

—Bueno, para eso son los amigos—musitó  me abrazó—de verdad que sentiría mucho el hecho de que no calificaras, todos saben que eres mejor que Chelsea.

—Con que tú lo pienses me basta, pero bueno, habrá que esperar hasta que todos pasen.

Los minutos eran eternos y sólo faltaban tres parejas para poder concluir, los jueces estaban notablemente agotados por estar sentados analizando interpretación tras interpretación. Yo también estaría harta de sólo estar viendo.

La competencia se paró justo cuando sólo faltaban dos concursantes para nuestro descanso que se suponía debió de tener lugar hace cuatro parejas, pero a estas alturas debería estar agradecida de poder moverme fuera de aquel recinto para tomar aire fresco.

Fui encaminándome a la salida para comprar una barrita de granola, después de ver mi calificación ya podría despedirme de las Estatales y por ende podría comer hamburguesas si quería o cualquier otra chuchería que por la dieta tengo prohibida.

Caminé hacia la tienda que estaba cruzando la avenida, no tenía ganas de subir por el puente, así que esperé que los autos fueran menos para pegar la carrera hacia el otro lado antes de ser arrollada por un compacto. La tienda estaba bien abastecida de pan, de dulces, de todas las cosas que tenía prohibidas, y ya que llevaba dinero, probablemente me podría permitir esos gustos.

Me paseé por la tienda de un lado a otro, meditando si comprar las papas fritas y el jugo o las donas y la bolsa de gominolas. Me decidí después de unos minutos de reflexión por papas, gominolas y jugo para el camino de regreso a la pista. Lo llevé todo a donde estaba una señora ya con canas cobrando todo.

— ¿Es todo lo que vas a llevar? —me dijo la anciana, al igual que le dijo a otro hombre que estaba antes que yo en la fila.

—Sí—musité y saqué mi dinero.

Corazón de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora