Empecé a darme cuenta de la evolución de nuestra especie cuando le vi salir branquias a mi vecino Ramón, aletas al repartidor de pizzas y ojos de gran angular a la limpiadora de la brigada municipal. Y es que hacía mucho tiempo que habíamos sido inundados por el agua del deshielo de los casquetes polares. A esto, que ya era de por si catastrófico, se sumó la constante y pertinaz lluvia que durante cien años asoló la región, que hizo que el agua subiera de nivel hasta cubrir la oronda esfera del reloj del Ayuntamiento.
Cuando mirabas por una ventana observabas la evolución de una pecera. Los árboles de las calles se habían convertido en praderas de posidonias, en constante lucha por ocupar la coralina superficie del asfalto. Los vehículos se asemejaban a hundidos pecios de antiguos barcos sobre los que pululaban los humanos-pez. Y las moscas, en procesión, habían ocupado el espacio del energético placton. Pero lo más sorprendente era la ausencia de ruido. Del sonoro run-run, que habitualmente nos acostumbró el ir y venir de la cotidianeidad de la ciudad, se pasó al ronroneo calmado de las profundidades abisales. Solamente el gorgoteo constante y melodioso de la producción de burbujas por parte de los humanos-pez alteraba la percepción de un silencio absoluto.
Pero, lamentablemente, este idílico paisaje subacuático, que parecía una viñeta de Bob Esponja, desapareció de la noche a la mañana: un grupúsculo alternativo de anarco-medusas voló por los aires el tapón del desagüe. Utilizaron para ello el torpedo oxidado de un antiguo submarino soviético que habían encontrado bajo el fondo arenoso de la antigua playa y acabaron con la esperanza de un futuro próspero para la pisci-humanidad.
Todo se vino abajo. Se esfumó el agua y llegó el desastre. Pero volvimos a evolucionar. Las posidonias desaparecieron, un fondo arcilloso cubrió las rocosas formaciones asfálticas y, ahora, los coches-pecios son barracas de hojalata. Los humanos-peces nos hemos convertido en humanos-reptiles. Nos salieron patas, colas largas y lengua bífidas. El tiburón evolucionó a especuladora serpiente, el atún a laboriosa lagartija y el pez payaso a apátrida salamandra. Parecía que habíamos regresado al siglo XXI.
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TRITONES TRISTONES
FantasySugerente y surrealista historia de la evolución futura de la Tierra, en donde los diferentes estados de personas y materias se mezclan irónicamente para denunciar el deterioro de nuestro planeta