2 parte del Capitulo II

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- pues esa belleza sera mía,-anunció el fanfarrón con seguridad de vencedor.

Comenzo la partida, Joselin se inclinó y empezó a disparar su Brilladora canica de un tiro la metió al hoyo, y después pim!pam!pum! Cada golpe era aplaudido con entusiasmo, los muchachos estaban profundamente admirados, jamas habían visto tanta habilidad, tanto acierto tantísimo pulso para disparar una bola, Maco era súper bueno, en el pueblo habían otros igualmente hábiles, pero este forasterito que tenia una pierna mala y cojeaba y se movía como un sapo, era un jugador fuera de serie, según lo que veian, nadie absolutamente nadie podría rivalizar con el.

Una, dos,tres,cuatro,diez,quince, veinte,treinta canicas habían pasado ahora al bolsillo de Joselin en menos de lo que canta un gallo,Maco estaba irritado,rabioso, y cada vez jugaba con menos seguridad,lo que aumentaba naturalmente, la ventaja del contendor.

-paremos ya si quieres, propuso Joselin, con la mejor buena voluntad de no quedarse con todo el tesoro del contrincante.

-Que va! !a mi me tienes que ganar hasta los calzones! Sigamos. O es que te me piensas quitar así no mas? Dale a ver, sapo condenado!

Y el "sapo condenado" no respondió al insulto sino que siguio dando pipos y pipos hasta ganarle la última canica, una azul, con franjas rojas y amarillas.

-Listo el pollo, exclamo Joselin y agrego con cierta sonrisa irónica, - jugamos ahora los calzones, como dijiste?

-sapo pendejo!_ rugió el perdedor, e hizo además de darle un puñetazo.

-no me gusta pelear_Dijo entonces Joselin, calmosamente, pero si insistes puedo hacerlo.

Maco era un pelirrojo de unos trece años de edad, coloradote, macizo, con unas manos enormes. Y el pobre Joselin, una cosita endeble, delgaducha y tan delicada que daba la impresión que hasta un golpe de viento podría derribarlo de pronto. Pero ahí estaba, con los bolsillos llenos de bolas y con las manos empuñadas en actitud de alerta y de advertencia. Seguramente ese muchacho iba a molerlo a palos, a barrer la calle con el, a destrozarlo con sus pecosas manazas, pero, a lo hecho, pecho. El era debil, pequeño, tenia una pata mala, sin embargo, no por eso, se entregaba sin batalla. A el tenían que derrotarlo con algo mas que palabras, Si señor! Era un tipo enseñado a no agachar la cabeza...

-Cuando quieras empezamos, amigazo_ insistió sin descuidar ni bajar la guardia.

Entre el cielo expectante de los curiosos, el enemigo lo miraba fieramente, listo para el zarpazo y la acometida. Sin embargo, de pronto, de un momento a otro, como si obedeciera a una iluminación, a un impulso inexplicable. A la orden de un espíritu invisible, empezó a relajarse. Sus ojos perdieron el fulgor violento, sus puños, duramente cerrados, se aflojaron, su cara rebajo el tomo ceniciento de la palidez...

Cuando Despierta El Corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora