Epílogo

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Ya había pasado un año. Adrien no dejó de escribirle cartas a su madre, aunque siempre desaparecían, aún seguía haciéndolo.

La primera vez que una de las cartas desapareció entro en pánico y le preguntó a Plagg quó había pasado, aunque éste solamente dijo que no sabía y comió su queso, buscó en toda su habitación, debajo de la cama, en el armario y hasta en la cesta de ropa sucia. Hasta que se dio por vencido y pensó que una de las sirvientas mientras limpiaba su habitación había tirado la carta por accidente.

Ya había pasado un año, las cosas habían cambiado. Él ya tenía diecisiete años y era feliz junto a su novia Marinette, dos ya sabiendo sus identidades secretas y haciendo las pases habían iniciado una relación juntos y salvaban paris.

El chico rubio se encontraba en su cuarto después de su sesión de fotos, pero había algo fuera de lo usual, en su cama encontró una carta escrita en papel fino y doblada delicadamente. No tenía ni idea de qué hacia ahí, no recordaba haberla dejado, así que con algo de duda la tomo. La desdoblo y empezó a leer. Decía:

Querido Adrien

Hijo mío, en serio muchas gracias por todas esas hermosas cartas.
Todas las he leído, y he llorado con cada una de ellas.
De verdad, no sabes cuanto lamento haberme ido tan repentinamente. Y lamento todo el daño que les hice a ti y a tu padre.
No sabes cuanto te extraño, y espero que algún día puedas perdonarme.
No te preocupes por que pronto volveré, y sabrás por qué me fui y porqué desaparecen tus cartas.
Te amo mon minou, nunca lo olvides.

Atte:tu madre.

No podía creer lo que acababa de leer. Su madre estaba viva. Estaba viva y le había escrito una carta respondiendo todas las que ha escrito. Cientos de dudas pasaban por su mente mientras sentía que sus ojos se mojaban de lagrimas. «¿Como era posible?», «¿En realidad era ella y no una mala broma?», «¿Cómo las había recibido?», «¿como había llegado la carta ahí?».

—Al parecer, ya lo sabes.—la voz de su kwami plagg lo saco de sus pensamientos. Él lo miro confundido.

—¿A que te refieres, Plagg?—preguntó secándose las lagrimas.

—¿Recuerdas el día en el que tus cartas empezaron a desaparecer?—el chico confundido asintió.-Pues... Verás... Los kwamis tenemos el poder de tele transportarnos hacia los lugares donde ahí hay otros kwamis.

Adrien abrió sus ojos como platos sorprendido por lo que su kwami acabada de decir.

—Plagg, ¿estás diciendo que...?

—Si. Tu madre es una portadora de Miraculous.

No lo podía creer. Su madre era una portadora de miraculous al igual que el. Poniendo sus manos en su cabeza se sentó en el borde de su cama, para pensar mejor las cosas. Era mucha información por procesar.

—Continua—dijo en tono firme.

—¿En qué estaba?... Ah! Sí. Al ver que estabas mal, cuando dormías yo tomaba las cartas e iba donde estaba tu mamá y le entregaba tus cartas. Ella al verme se sorprendió y yo el expliqué que tú eras Chat noir y yo era tu kwami.—el rubio hizo una mueca de molestia ya que su kwami se atrevió a revelar su identidad.—cuando le entregue la ultima carta que le escribiste ella me pidió que te entregara esa carta. Y, aquí estamos.

Adrien Sintió que la felicidad lo invadía y dio una gran sonrisa de oreja a oreja.

—Gracias plagg.—dijo con una sonrisa sincera.

—N-no es que me importaras ni nada, si estabas triste no podías darme mi queso, y-y...—empezó a tartamudear nervioso mientras buscaba una excusa. Pero Adrien solo lo observaba divertido, él sabia que el el fondo plagg lo quería.

—Oh, ven acá pequeño come quesos.—dijo en tono divertido mientras tomaba al kwami negro con sus manos para darle un abrazo, apretándolo contra su mejilla.

El ruido de la puerta abriéndose los interrumpió a ambos, y plagg rápidamente se escondió y Adrien se levanto de la cama. La puerta se abrió dejando ver a una Nathalie con la respiración agitada y el pelo algo despeinado. Adrien nunca la había visto así. Nathalie levantó la mirada, mirando al rubio y este la miró confundido. La mayor le indicó que la siguiera y este fue con ella abajo. Cuando llegaron a la sala, la azabache con un mechón rojo abrió la puerta, dejando ver a una mujer de piel blanda, largo y sedoso cabello rubio y usando un vestido color blanco y una chaqueta negra. Esta se dio vuelta dejando ver su rostro que mostraba sorpresa y alegría.

—¿Mamá...?—preguntó el chico con un hilo de voz.

—¿Adrien...? ¡Adrien!

Ambos corrieron y se dieron un cálido abrazo lleno de amor y cariño. La mujer empezó a acariciar el cabello de su hijo mientras empezaba a soltar unas lagrimas. Cuando se separaron, la rubia retiró el cabello de la frente del chico para depositar un beso en ésta.

—Mamá... Te extrañe tanto.—musito el oji-verde mientras volvía a abrazar a su madre.

—Oh, Mon mineu...—susurro la mujer.—perdóname...

—Está bien, mamá. Pero... ¿Es cierto que eres una portadora de miraculous?—su voz se volvió seria y firme. Para suerte de ambos, Nathalie se había ido, ya que decidió darle privacidad a los dos.

Adrien dirigió su mirada a la chaqueta de su madre, y noto que ésta estaba adornada con un broche color azul con algunos detalles verdes y en forma de las plumas de un pavo real.

La mujer solo asintió con una sonrisa y de su chaqueta salió una pequeña criatura color azul con unas plumas de pavo real.

La mujer solo asintió con una sonrisa y de su chaqueta salió una pequeña criatura color azul con unas plumas de pavo real

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—Ella es a Duusu, mi kwami.

De la chaqueta de Adrien salió plagg, el cual, saludó a la madre del rubio con una sonrisa.

—¿Así que es cierto que mi hijo es el apuesto y valiente Chat Noir?—preguntó de forma burlona y picara.

Ese comentario hizo que las mejillas de Adrien se tornaran de un pequeño rojo y rió por lo bajo.

—Es bueno volver a verte, Plagg.—dijo cordialmente la oji-verde.

—Igualmente, señora Agreste.—respondió de igual manera el pequeño gato, lo cual, sorprendió a Adrien, ya que él nunca se comportaba así.

—Por favor, llamame Emilie.—dijo la mujer riendo.—Ya quiero conocer a tu novia, Adrien.—las mejillas del rubio se sonrojaron mas.—Y ella... Es ladybug, no?

Adrien se sorprendió por el comentario de su madre, por lo que, algo nervioso, solo asintió.

Madre e hijo volvieron a abrazarse con amor.

—Tenemos mucho de que hablar.—susurró Adrien sin romper ese abrazo.

—Mucho. Y prometo no volver a irme. Otra vez, gracias por todas esas hermosas cartas.

Se quedaron así, un rato, disfrutando del momento. Hasta que la puerta de la sala se abrió, dejando ver al padre del rubio, el cual feliz, y con lagrimas en los ojos, se unió al abrazo familiar.

Fin.

Querida mamá [TERMINADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora