CAPÍTULO 1

110 2 7
                                    


Domingo 20 de febrero del 2022. Estoy parado frente a la ventana de mi cuarto, esa que da hacia la calle. Mis ojos ven la avenida transitada e iluminada por los faroles de los carros. Es hora "punta". Gente caminando de un lugar a otro, todos apresurados por llegar a casa. El ruido que sale del claxon de los vehículos es irritante pero no me importa, no lo siento. Miro la avenida pero realmente no estoy presente y tampoco quiero estarlo. Poco a poco me dejo llevar por los recuerdos y mi imaginación recapitula todo. Toda mi historia, es decir, toda nuestra historia desde el inicio. Y es que el inicio de todo empezó mucho antes de que te viera por primera vez, de saber quién eras tú. Empezó incluso antes de saber quién era yo. Decido entonces comenzar a escribir, plasmar todo en un escrito por si algún día se me quiera olvidar y por si de repente a ti te pueda pasar lo mismo.

Me dirijo hacia el estudio y me siento en el escritorio que está ya viejo por la cantidad de años que carga encima. Mi abuelo la uso y se la heredó a mi padre, él la tuvo un tiempo y luego me la dio. Lo más probable es que en un futuro yo se la dé a mi hijo si hasta ese momento no se rompe o las polillas la hayan carcomido haciéndola inservible. El sonido de la silla es un poco rechinante, se queja como si estuviera cansada de realizar el mismo trabajo de siempre, soportar el peso de quien se atreva a usarla. Prendo el computador y simplemente me queda esperar a que termine de encenderse completamente. Mientras eso ocurre nuevamente empiezo a pensar en todo lo que pasó hasta hoy, en cómo te hiciste parte de mí, pero no pienso solo en el pasado, pienso también en el presente, en lo que estoy viviendo, en las cosas que estoy realizando, en la cosmovisión que hoy abrazo y aún me da tiempo para pensar en el futuro, en todo lo que vendrá y lo que haremos juntos, digo juntos porque no me imagino una vida sin ti.

El computador ya encendió hace unos minutos pero no me había dado cuenta. Sacudo mi cabeza y miro el monitor intentando saber cómo tendría que empezar el escrito. Qué palabras serían las adecuadas, precisas y exactas para relatar lo que viví. Miro el monitor como si este fuera a decirme que es lo que tengo que hacer. Al final dejo de perder tiempo buscando algún tipo de inicio descomunal, diferente y especial. Me pregunto y digo ¿para qué? no es la historia de un héroe, de algún premio nobel o de alguna persona importante y millonaria, es más, apenas y recién empiezo a vivir, hay mucho por conocer, tanto que encontrar en el camino y solo soy un joven frente al océano bravío de la vida, un joven con un deseo incesante de querer conocer el mundo. Siento que lo sé todo, mi todo, pero sé también que eso no me sirve de nada. Por el momento no es arma suficiente para poder enfrentar lo que se avecina en mi próximo futuro. Tengo un cúmulo de teorías en mi cabeza, información selecta que adquirí en todos estos años, pero a este mundo no le importa lo que sepa o conozca. No mientras me falte experiencia, no mientras mi nombre siga flotando en el anonimato, no mientras sea desconocido. Y entonces sigo preguntándome ¿para qué? No es momento de darle a esta historia un inicio que todavía no se merece, un inicio que mejor guardo para más adelante.

Llego a la conclusión de que el inicio de esta historia debe ser sencilla, inocente y simple. Sencilla como el muchacho que fui y que en algunos aspectos de mi vida todavía sigo siendo. Inocente como las acciones que hice sin muchas veces controlar los sentimientos ni racionalizar lo que podría pasar del otro lado. Y simple como es mí ser hasta estos precisos instantes añorando con todo el corazón, lo siga siendo hasta que muera. Tengo que escribir como si el tiempo fuera tiempo presente aunque esto ya pasó. En presente porque lo vuelvo a vivir. Observo el teclado y decido por fin empezar. Todo este meollo de historias y experiencias ocurrieron ya hace muchos años, época en la que uno empieza a explorar el mundo, la mayoría de veces de manera descontrolada creyendo que no existe la necesidad de consultar a los padres.

Antes de Pensar en TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora