Génesis

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Nuestra história no comienza tan bien como se supone que tendría que ser. No todo es bueno, ni tampoco todo es malo. Él era Andrés, uno de los chicos más importantes en la vida de Lucía, posiblemente el único que ella recodaría para siempre. Así fue como marcó su vida, haciendole sentir cosas que nunca pensó llegar a sentir, y menos por una persona.

Andrés, no tan preocupado por lo que había pasado, llegó de estudiar, se encerró en su habitación y comenzó a gritar de alegría. Había conocido a la persona más atractiva que jamás hubiera visto, no sabía su nombre, pero en él ya todo era suyo. Únicamente había un problema, ella tenía novio. Pero aún así no le importó nada y sus sueños comenzarón a crecer.

Al llegar el día de volver a estudiar, justamente un miércoles -había estado en el hospital dos días antes- entró a clase, una de las pocas en que le veía, se sentó en la parte izquierda, y se quedó mirandole fijamente. Quería descubrir que se escondía tras esos ojos. Ella se giró, le miró y sonrió. Andrés se quedó pasmado, no sabía que responder ni que hacer, y desde ese momento, todo comenzó a ser un "amor de locura".

-Hola- se acercó a ella
-Hey, ¿por qué me mirabas tanto?- dijo entre risa.
-No podía dejar de hacerlo, simplemente eso- y bajó la mirada. Ella le cogió de las manos y le escribió su telefono con un boligrafo azul. Sí, azul- era su color preferido-.

En ese momento se sentía como si su mundo comenzará a crecer, igual que el castillo inflable de esa plaza, en la que acostumbra a ir a comprar caramelos antes de ir a su ensayo semanal. Andrés era amante de la música, incluso parecía más que un alumno; un profesor. Fue quien comenzó su grupo, y más así, no era lo suficiente importante, almenos no como quería. Pero desde que conoció a Lucía todo cambió, su estado de ánimo era positivo, se levantaba con más ganas, incluso se peinaba- siendo músico poco le importaba su apariencia- incluso comenzaba a componer de nuevo. Lucía comenzaba cada vez a interesarse más por Andrés, incluso dejando a su novio de lado. Algo tenía Andrés, que le llamó la atención. No sabía que todo acabaría así, tan rápido. Dificilmente pudo  olvidar todo lo que descubrió en un simple abrir y cerrar de ojos, en el poco tiempo en que su mente ya no hacía parte de su cuerpo, y sus sentimientos jugaban un papel importante en esta prueba, que muchos llamamos "Vida".

Simplemente vió como todo pasaba, sus padres no lo notaban pero él sabía cada una de las cosas que en esa habitación pasaba, cada grito, cada golpe, cada susurro, cada lágrima que de su cara caía cuando él, quien prometió protegerla, hacía de su cuerpo un lienzo pintado con sus puños, un lienzo que poco a poco se llenaba y que de espacio escaceaba. Andrés prefiería callar, y llorar en silencio, tirado en su cama. Su cama, era genial, el único lugar donde se sentía  seguro, donde su mundo eran dos almohadas y una manta, que poco podría cubrirle,  ya que cada vez crecía más.

Algo pasó esa noche, en donde la luna ya no lucía como antes, las estrellas se apagaron en un momento, y no pudo evitarlo, no lo hizo. Simplemete quizo ver que sucedia si jugaba a ser Dios, a llevar el ritmo de una vida que ni él mismo podía mantener. Todos los días, con la misma rutina, sin ponerse a pensar en que pasaría si pasaba por el cruce de la calle 24, que según todos, era el más trágico, cosa que le tentó muchas veces a desmentir esa hipotesis, pero, ¿y si la reforzaba?.

Lo planeó todo en su mente, cada vez encajaba todo. Malditos sentimientos que le retrocedían y no dejaban avanzar el plan. "Vamos", decía su mente. "Vamos", cada vez más fuerte, ¡VAMOS! lo escuchó y se lanzó, sin pensar en que sería de él, en que sería de ellos. Así descubrió todo lo que necesitaba. No pasó nada, simplemente le besó y sintió como su corazón latía junto al suyo, olvidandose de cada minuto que pasaba, mientras podía sentir su respiración tan cerca, que cada mirada era una herida penetrante que como nunca le hacía crear mil fantasias junto a ella en la cama.

-Escúchame, no te olvides de mí- casí llorando le dijo, y no pudo evitar caer a sus pies y prometer cielo y tierra con tal de poder estar un minuto más junto a ella y poder disfrutar de cada rincón de su cuerpo, almenos aunque fuese en su imaginación un poco sádica y retorcida.

-Solo, solo una vez más- dijo casi apunto de llorar y sin poder dejar de mirarle directamente a sus ojos, sacó sus manos de la chaqueta y le acarició la espalda. No era fácil todo lo que pasaba, hace poco sus padres habían dejado de ser sus "idolos", a ser parte de su mayor pesadilla. Su padre, aún sabiendo que necesitaba dos cuerdas para poder asistir al gran concierto, prefierió beber toda la noche y gastar sus últimos ahorros en el bar de la esquina. Por suerte la madre, que siempre guardaba la mitad de los suyos para él, estaba a su lado en aquella puerta.

-Toma, esto te vendrá mejor a ti que a mí- dijo mientras sacaba de su pequeño bolso de mercadillo, un billete.

-Olvidate de lo que has visto, y siempre mira adelante, prometemelo- acabó y le agarró fuertemente del brazo mientras podía sentir sus pulsaciones, y le veía desparecer con el resplandor de aquella luz de farola. Aquella fue la última vez que sintió su voz, la única que le calmaba cuando lloraba. Sus sentimiento cada vez crecían más, y era algo que no podía evitar. Lo que tenían esos ojos tan redondos y poco coloridos, era un mar de secretos que solo compartían con tan solo sonreir y abrazarse, mientras un mar de estrellas y voces les miraban y mataban a gritos en contra de ellos, y de su vida.

Fue cuando la vió pasar, no sabía quien era, ni de donde venía. Pero en ella había algo que le hacía perseguirla cuando salía de clases. Siempre iba con su jersey azul, -un regalo de su amigo -de las pocas cosas que se enteraba-. Después de todo, lo recuerdo como si hubiera pasado ayer, y creo saber esa respuesta, la que él buscaba, pero necesitaba desahogarse, así estaría tranquilo, solo así.

El diario de Lucía Donde viven las historias. Descúbrelo ahora