uno.

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La marcha nupcial inició, anunciando la llegada de la novia. Vaya, por fin parecía que todo el camino me conducía a aquel momento. Me sudaban las manos y el ramo parecía resbalarse cada cuanto. Tomé aire por enésima vez en ese día, suspiré y traté de aclarar el remolino de sentimientos que me asediaban.

Todo mundo se giró en dirección del pasillo central. El novio estaba de pie frente al altar. Su mirada parecía tan enigmática como siempre lo había sido. ¿Por qué ni siquiera en esos momentos, cuando estaba a punto de casarse, podía ver en él un sentimiento claro? Lo aborrecí por ello, al igual que esa tonta melodía con el piano.

De repente esbozó una media sonrisa, me miró por cosa de un segundo, con lo cual bastó prácticamente para que me derritiera. Mil recuerdos volvieron a la mente, pero de entre tantos, había uno en especial, cuando la noche anterior perdí el juicio y lo besé sin importarme nada.

La intensidad de sus ojos negros me regresaba a esa habitación unas horas atrás, donde de manera descarada lo habíamos hecho. Pero claro, ahora el remordimiento me perseguiría por toda mi miserable vida. ¿Quién lo diría? Siempre fui la mejor amiga de Jaebum. Todo el tiempo me la pasé enamorada en silencio, no me atrevía a confesar lo que sentía por cientos de razones, entre ellas, que claramente yo no era el tipo de chica del cual el se podría enamorar, ¡vamos, ni siquiera fijar! Resignada por ello me consolé con estar siempre a su lado, hasta que el destino me enseñó que no podía estar así por toda la vida. Y un día todo cambió cuando Hee-Sook llegó a nuestras vidas.

La novia se aproximó al altar, donde Jaebum la tomó de la mano. Ella se veía resplandeciente, más que de costumbre, era increíble como el nuevo vestido le sentaba tan bien a pesar de no haberlo pedido con anticipación. Antes de que terminara la marcha nupcial, la chica regresó la mirada y sonrió para todos.

Apreté más fuerte de lo que debía el segundo ramo de la novia, el cual era mi deber cuidar. ¿Qué estaba haciendo yo ahí? En cualquier momento me tiraría a llorar y seguramente haría el ridículo.

Odiaba a Jaebum definitivamente. Por nunca haberme mirado de la manera en que yo quería, por parecer tan estúpidamente perfecto, por tener ese efecto en mi y hacerme pensar que todo va a salir bien, por su tonta sonrisa, por sus ojos negros que me robaban el aliento, por ser tan arrogante, por su humor de los mil demonios, por ser tan fuerte, por...haber aceptado cada uno de los besos y caricias de una noche anterior.

- Kim Hee-Sook, ¿aceptas como esposo a Im Jae Bum?-preguntó el sacerdote a la joven pelirroja.

Mi corazón se aceleró y el aire comenzó a faltarme. ¿Qué debía hacer?

Si tan sólo no lo hubiese besado un día antes...

...

Un día antes de la desastrosa boda, me encontraba conduciendo por la carretera, a treinta y cinco grados y sin calefacción.

-¿Y si secuestramos a la novia?-preguntó Haru con una gran sonrisa. Suspiré. Yo qué mas hubiese querido.

-Imposible. ¿No lo ves? Ella es una buena chica, yo sería la bruja de la historia.

Esa acalorada mañana de junio, le había pedido que me acompañara pues necesitaría apoyo moral. Ella más que nadie sabía de mis sentimientos para con Jaebum y lo mal que me la estaba pasando en esos momentos.

-¿Buena chica? Por Dios, ¿qué mujer en su sano juicio acepta casarse con un tipo con tan poco tiempo de novios? Te lo digo, debe estar embarazada y por eso...- al escuchar aquello solté un sonido de lamento.

-Calla, no puede ser eso.

-¿Y si mejor lo secuestramos a él?- Puse los ojos en blanco.

-Por favor, piensa en algo más coherente-pedí. Haru detuvo el auto, por fin habíamos llegado al hotel.

sabotage ; jaebum.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora