Sueña y sueña, ¿acaso habrán sueños dentro de sus sueños? Sueña y sigue soñando, hasta que la cabeza le duele de tango recrear escenas y deja de ver en sus sueños. Ahora los sueños son como su realidad, porque solo escucha voces, acompañándolo hasta que el corazón se quiebra en tristeza y su cuerpo se deshace entre el frío de una noche que colisionó con él. Tembló en sudor y gritó hasta que los pulmones se volvieron pequeños. Otra vez, encuentra la realidad, tan perturbador que le dolió hasta que cayó entre la frialdad de la cama. Se sintió vacío, eterno entre el mar negro que lo abrazaba y le hacía compañía. Acunaba su corazón entre la más terrible tormenta torrencial, cuidándolo de tanto sufrimiento que le dolía hasta deshacerse en la penumbra de algo inexistente; debía ya saberlo, ya darse cuenta de que no podía culminar con aquella batalla que sus ojos poseían. Gritando y llorando, hablando y callando, haciendo todo aquello que un humano hacía; él ya no se sentía parte del resto. Se excluyó en cuanto su cuerpo cayó contra el mármol frío y sollozó al grito de su alma, pidiendo misericordia para alguien tan miserable como él.
Y... como si la tierra estuviese colapsando a su alrededor, corrió. Cayéndose y golpeándose con todo a su paso, hiriendo su cuerpo en casa paso, magullándolo mientras corría en busca de algo, pidiendo e implorando con fervor, su vista; poder mirar todo lo que tenía a su alrededor, con el miedo de chocarse contra la realidad que lo ahogaba bajo mil mentiras. Llegó al final del camino, el viento chocó contra su rostro y apenas una mísera línea blanca cruzó por sus ojos inertes. Volvió a gritar, ahogándose entre el sufrimiento eterno que ahora cargaba su cuerpo. Gritó desesperado, desquitándose con lo que sea para poder ver, quería ver, quería hacerlo. Gritó hasta que no pudo más y luego se hirió, pero, por más rasguños y golpes que se provocó, algo se había alojado en su cuerpo; aquella... aquella soledad, abrumante y triste soledad rodeándolo hasta que cayó con el último aliento, ahogándose con aquel mar nocturno que le daba calidez. Se hundió, bajo la sombra de voces a su alrededor y se escondió al fondo de la Luna, en aquella parte oscura que entendía su soledad.
Su voz se atoró entre el último grito que reprimió, colapsándose cuando su pecho ardió en dolor.[...]
Despertó. Manos en su cuello, presionándolo. El aire se le vuelve escaso e intenta gritar hasta que le sangre la garganta de tanto hacerlo. Pierde la noción del tiempo, se deja llevar entre las manos que lo sofocan y la sensación de intranquilidad en su pecho, culpándolo. Abre sus ojos, pero no ve nada, se decepciona y se pregunta cuanto tiempo más, para que pueda poder acostumbrarse a no tenerlos. Se vuelve un idiota sin moral y un retrógrado irónico. Se cae, rendido. Perdido y más hundido que antes; la espalda tocando la arena en aquel fondo negro, creyó que caería más pero se equivocó, al parecer hay un tope para ciertas cosas. Debería gritar, porque se alivia el corazón cuando grita. Se siente mejor y se olvida un poco de sus ojos. Pero reacciona, es inevitable que su cuerpo no se desespere cuando le falta el aire; abre sus ojos y ve una sombra sobre él; primero siente el miedo, ¿qué es? Y luego se siente feliz, porque algo puede ver y su cabeza podría llenarse de montón de ilusiones pero tenía alguien sobre su cuerpo, ahorcándolo. La falta de aire le pudo, comenzó a pegar manotazos al aire, no sabía a donde debía golpear. También intentó gritar pero la garganta se le hundió en sangre y lloraba fundiéndose en pánico, ¿por qué se desesperaba y aterraba con la idea de morir? Cierto está que él quería morirse pero en el sentido de la cobardía más perfecta; también se preguntaba siempre, ¿qué verán mis ojos una vez muerto? Pero ahora se decía, seguro que cuando muera veré el mundo como ahora, vacío y sin vida.
Pasaron minutos hasta que pudo recuperar, le ardió la cabeza y saltó de la cama cayendo sobre el suelo, con las manos en el pecho pidiendo en una queja silenciosa algo de aire para sus pulmones, cuando por fin pudo calmarse se movió, levantándose del suelo y buscando a tientas la cama para poder recomponerse; no sabía si él seguía ahí, observándolo o no, pero ya no lo quería cerca; tampoco deseaba sus dedos sobre su cuerpo nuevamente. Se tenso en cuanto una mano se colocó en su espalda y se alejó, dando contra la pared al hacerlo.❝Tú, maldita rata asquerosa.❞ bramó él, la voz haciéndose de piedra en cuanto aulló con alarido grave. Parecían veneno sus palabras, intentando quitarle hasta el pescuezo. ❝¿¡te das cuenta de la vergüenza y humillación que sufrí por tu culpa!? ¡estúpido ciego, no haces más que darme problemas! ¡debería haberte dejado tirado en la calle pero como bondadoso salvé tu cuño! ¡mal agradecido! Deberías besar la mano que te da de comer, si no fuese por mí, estarías muerto.❞ aquella persona, ¿la conocía? No entendía que pasaba, aún no respondían sus inquietudes.
Los ojos le ardieron y echó a llorar, con el corazón calbagando en un sinfín de añoranzas. Aún le sangraba la garganta y el pecho martillaba en súplica de tranquilizarse. 《¿Qué pasa?》se lo pregunta tantas veces como puede, atorméntandose a sí mismo con su autoestima perdiéndose entre la arena del agua nocturna. Quería perderse; perderse en donde nadie pudiese observarle.
Las manos del hombro volvieron a tomarlo y chilló ante la idea de que lo ahorque otra vez; se encogió en su lugar y gimió rendido con la cola entre las patas. Se debilitó, con la manía de ser un sumiso ante aquel hombre que sí tenía ojos para verlo; bramó adolorido en cuanto aquel lo pegó a su calor y se quedó rígido, esperando algún que otro golpe que le recordaría cuán patético está.❝P-perdóneme... y-uh; quiero ver, señor. Necesito ver; quiero saber que pasó conmigo, porque estoy aquí. Quiero recordar lo que me rodea y-y quiero escaparme.❞ fue sincero, aunque las palabras temblaron entre sus labios, él se sinceró consigo mismo y con el desconocido.
Cierto está que comprendía el ser ciego, el andar con un bastón de un lado a otro y depender de la buena suerte para no morir bajo el dominio de un automóvil cuando vas cruzando por la senda peatonal. Podría estar aullando, con la garganta seca y los labios quebrándose al igual que su orgullo varonil. También quería gritar, hundiéndose bajo el tormento de un mar luchando contra la corriente que trascendía entre la penumbra y se escondía en los escombros ahuecándose en el fondo de la noche. Quería ver, deseaba tanto poder hacerlo, tanto que estaba abatido; cayéndose entre brazos ajenos con la confianza de que aquel ser desconocido podría facilitarle algo.
❝Louis, ¿no recuerdas nada?❞
《¿Louis?》
¿por qué su nombre sonaba tan desconocido? No comprendió lo que su cabeza lograba callar, con aquella preservación; buscó el método de recordarse a sí mismo pero una y otra vez, se le venía a la mente la neblina nocturna.
Negó, con el dolor cruzándose en su rostro; intentado esconderse bajo el brazo protector que él poseía.❝Bien. Te lo diré, pero ni te creas que perdonaré el escándalo que hiciste en la calle, imbécil. Te llamas Louis, Louis Tomlinson; tienes treinta y cuatro años, no eres un chiquillo y eso deberías tenerlo en cuenta. Estamos divorciados, me pediste divorcio cuando te enteraste de que soy transexual. Quedaste ciego por que te rociaste ácido en un ataque de locura, si tocas tu cara suavemente, podrás ver que hay marcas y cicatrices. Llevabas tres meses inconsciente hasta que despertaste.❞
Y, nada más tenebroso que la verdad misma en tus narices.

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S L E E P .
FanfictionCuando te metes en un mundo del hipersomnio, la fríaldad y la soledad.