1

103 10 1
                                    


Capitulo 1

Catherine POV's

Otra vez miré a través de la ventana del carruaje y mentalmente puse los ojos en blanco. El vestido negro ceñía mi cintura y apresaba mis pulmones que anhelaban respirar profundamente. Hacia una semana había fallecido mi padre, recién ahora era libre... bueno ni siquiera ahora lo era, ya que en su testamento dejo fijado que, tras su muerte, debía irme a vivir bajo la tutela de un hombre al que no nunca había visto... James Finley, El conde Bradford, quien sospechosamente era un desconocido para casi todos en la gran y chismosa sociedad de Londres. Si había un lado positivo a todo el asunto, y estaba decidida a encontrarlo, debía ser que su casa... más bien la abadía en la que vivía, se encontraba muy alejada de la ruidosa ciudad en la que había nacido y había pasado mis escasos pero atormentados 16 años de vida. Tenía pocos recuerdos de mi madre, la cual había muerto cuando yo tenía la escasa edad de ocho años, y desde ese momento me había considerado una huérfana, ya que para mi padre solo existía cuando se encontraba solo y deseaba desquitar su amargura en alguien. Entonces me mandaba a llamar a su estudio, "su cueva" como solía llamarla en mi mente; y allí pasaba largos y amargos momentos en los que se dedicaba a señalar todos y cada uno de los defectos que él veía en mí, defectos que, si bien yo me esforzaba por ocultar o enmendar, siempre estarían allí para sus ojos.

Abri mis ojos, sin saber en que momento los había cerrado y enfoque mi mirada a través de la ventana del carruaje. El vidrio estaba empañado por la diferencia de temperatura entre el interior del pequeño ambiente y el frio que comenzaba a caer como producto de la noche. Afuera solo se veía oscuridad, si bien no era tan tarde, el día había estado particularmente gris y al caer el sol, una bruma espesa y misteriosa había cubierto todo. Cansada después de tanto ajetreo cerré los ojos y deje que el constante traqueteo de las ruedas sobre el suelo del camino y los cascos de los caballos, me arrullara y así me entregue al sueño, sin saber con lo que me encontraría al volver a abrir mis ojos.

James POV's

- Su excelencia... entienda que la joven en cuestión no tiene nadie más. Esta semana estuvo conviviendo con la vecina solo para poder cumplir con los oficios por la muerte de su padre, pero...

-Está bien Charles!- gruñí, solo para que el insufrible hombre cerrara la boca.

-"De cualquier forma en unos meses deberá ser presentada en sociedad y así podrá casarse y dejar de ser una carga para mí."- pensé. Con una leve inclinación de cabeza despedí a mi abogado, y me levanté para servirme otra copa de borbón.

Me pare y mire a la lejanía, a través de la ventana de mi estudio, apenas se podía percibir algo más allá de los árboles que separaban el patio trasero de mi humilde morada, con el resto del bosque le precedía. Un día común a esta hora ya estaría borracho, no me gustaba el crepúsculo; mis demonios estaban más libres en ese momento, expectantes para atacar al menor atisbo de debilidad por mi parte.

No sé cuánto tiempo estuve inmerso en mis pensamientos, sombríos y lúgubres, hasta que, al bajar la mirada, encontré que mi carruaje ya estaba en la puerta. "Llego la pupila" dijo una voz en mi cabeza, "Veremos cómo se comporta... espero que no sea de las niñitas malcriadas con voz chillona" rogo otra voz, "como si fuera a pasar mucho rato con ella" contesto una tercera. Salí de mi despacho, negando al darme cuenta de que cada día que pasaba estaba más loco. Grande fue mi sorpresa al llegar a la puerta para darle la bienvenida a mi nueva inquilina y ver que todavía no había entrado a la casa. Enfurecido me dirigí hacia donde estaba el carruaje, encontrándome con un Perkins, mi cochero, completamente pálido y viniendo en mi búsqueda.

-Señor! gracias a dios que se encuentra aquí. La Señorita Shepard... bueno, yo...

Por un momento, me preocupe y acelere el paso, espere encontrar cualquier cosa menos lo que me halle en el interior.

La figura femenina y grácil de la joven yacía entre los cojines de terciopelo azul cobalto. Su vestido negro, si bien era de luto, y apenas mostraba sus brazos y algo de la piel de su pecho, era de lo más provocativo para mí, por lo que dejaba a la imaginación. Su piel parecía de mármol, sus manos, pequeñas y regordetas descansaban sobre su falda, su cuello, largo y estilizado formaba un ángulo incomodo contra el respaldo, permitiendo el descanso de una cara lozana y ovalada, enmarcada por gruesos tirabuzones de pelo negro como alas de un cuervo.

-Creo que se desmayó, nos detuvimos en la última posta y estaba bien, señor.

-No se preocupe Perkins- me había acercado a ella, su respiración era suave y lenta, golpee suavemente su mejilla, pero no hubo atisbo de ninguna mejoría. -Dígale a la señora Perkins que llego la invitada y explíquele lo que ocurrió y que lleve una taza de té fuerte y una copa de vino rosado a la biblioteca; yo la llevare allí.

-Sí señor, ¿No necesita ayuda? Puedo decirle a Dominic que... - Me gire para verlo mejor, al ver mi expresión- se giró y rápidamente ingreso al interior de la mansión.

Abrigue como pude su pequeño cuerpo con la capa que se encontraba a su lado y luego lo tome entre mis brazos. Podía ser que estuviese violando más de la mitad de las reglas de etiqueta, pero era mi casa, ella era mi pupila y me importaba un rábano lo que los sirvientes pudiesen pensar de mi conducta. Me conduje con cuidado, hasta llegar a la biblioteca, donde me incliné para dejarla en el sofá orejero que solía ocupar por las noches cuando el sueño me era negado, cerca del fuego. Apoye su cabeza en la esquina del sofá para que estuviese más cómoda; en detallado estudio de sus rasgos no puede evitar notar una pequeña marca que escapaba del borde del cuello del vestido, parecía un raspón, pero ninguna mujer respetable tendría ocasión de hacerse un raspón en esa porción de su cuerpo, tampoco pudo escapar a mi olfato, el olor a lavanda que desprendía su inmaculada piel, así como el lunar en la base del cuello que era acariciado por un bucle que escapaba rebelde al peinado que mantenía sujetos a los demás.

Me aleje de la joven que hasta hacia unos segundos yacía en mis brazos, no sin antes volver a mirar los delicados rasgos de su rostro. Sus tupidas pestañas generaban sombra sobre sus pómulos, su nariz era pequeña y respingona y su boca era pequeña y de labios carnosos de un increíble color rosado. Noté que la señora Perkins se acercaba, el ritmo de su andar era inconfundible para mí; era una combinación de pasos cortos pero muy rápidos que demostraba mucho del carácter de la buena mujer. Me separe de ella con lo justo, al mismo tiempo que me refugiaba en las sombras, dejaría que mi ama de llaves la despertara, no fuera a ser que al verme tan cerca se espantara...

-¡Pobre criatura!- Exclamó Jane Perkins ni bien entró- Sr. James, no debería haberla traído en brazos, el servicio creara cualquier cantidad de chismes por eso- me reprendió mientras se acercaba a la joven con lo que supuse seria el famoso frasco de sales. Lo acerco a su nariz y pude notar como su respiración cambiaba de ritmo, su cabeza se agito en dirección opuesta tratando de escapar de lo que suponía debía ser un horrible olor, sus parpados comenzaron a aletear para finalmente dejarme ver unos hermosos ojos verdes.

Catherine POV's

Un fuerte olor me saco de mi sueño, abrí los ojos desorientada y me encontré con el rostro afable de una señora regordeta.

- ¡Qué bueno que ha despertado señorita, nos tenía preocupados! - Su voz era alegre y una vez que mis ojos se acostumbraron a la luz, descubrí que no me hallaba dentro del carruaje, si no en una hermosa y enorme biblioteca, a unos pocos pasos, se hallaba un hogar en el que podría entrar parada con unos leños crepitando y regalándome tanto calor que podría derretirme. Pero eso no fue todo, ahí fue cuando note que la amable señora no era la única persona en la habitación. De pie junto al fuego, se encontraba una figura que por un momento asocie con la de un gigante... La figura del conde Bradford.

Mr. ScareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora