Ambos ejércitos se acercaban, los troyanos por un lado, y por el otro lado iban los griegos. Paris muy bello, parecía un Dios, pero al llegar frente a frente con Menelao, se le podía comparar como un ciervo al frente de un león. Paris decide luchar sólo él con Menelao y no que lucharan los ejércitos; el vencedor se llevaba la mujer (Helena) y tesoros.
Héctor y Ulises, héroes de cada ejército señalaron el lugar en que el combate debía realizarse. Luego Héctor en su casco echó dos suertes, que representaban la de Paris y Menelao, la que saltaba primero era el que primero arrojaba su lanza de bronce. Salió la suerte de Paris. Ambos lucharon, Paris estuvo apunto de morir vergonzosamente, pero Venus peleaba invisiblemente a su lado.
Minerva buscó a Pándaro un arquero troyano y le dijo que le apuntara a Menelao, pues Paris le podía dar una gran recompensa; éste apuntó hacia el corazón de Menelao, pero Minerva desvió la flecha, cayéndole en el cinturón, provocando que éste comenzara a sangrar.
El ejército griego se retira de la batalla, con optimismo y planeando otra batalla.