A la chica, le parecía que apenas había cerrado los ojos cuando notó una mano en el costado. Gruñó y se estremeció cuando alguien descorrió las cortinas y dejó entrar el sol.
-Despierta.
Lógicamente era su madre.
La chica se revolvió bajo las mantas y tiró de ellas para cubrirse la cabeza, pero la capitana las agarró y las arrojó al suelo. Con el camisón enrollando en sus muslos, la muchacha se estremeció.
-Hace frío -se quejó, y se abrazó las rodillas- Necesito dormir.
-Levántate - La madre le arrancó las almohadas de debajo de la cabeza-. Estas empezando a hacerme a enojar -dijo con un toque de alegría.
Rezongando, la chica se deslizó hasta el borde de la cama y estiró un brazo para alcanzar el suelo.
-Traeme las zapatillas, por favor -murmuró-. El suelo está tan frío como el hielo.
La madre gruñó igual, pero Amira no le hizo mucho caso y se puso de pie, se arrastró hasta el comedor. Allí sobre la mesa, la esperaba un abundante desayuno.
-Come todo.
La chica suspiró exageradamente y se dejó caer sobre una silla con la gracia de un pesado animal. Luego le echó un vistazo a la mesa. Pasó su tenedor por aquello que le habían servido y se dispuso a comer.
Al terminar, se vistió con su uniforme verdoso y cepilló su cabello rizado. Separó los labios y sonrió. La madre arqueó una ceja, pero no dijo nada.
Estaba contenta -radiante, en realidad- y su humor mejoró aún más cuando se recogió la trenza en un moño. Se veía sorprendentemente refinada, disimulaba su patética delgadez -adoraba notar el roce de la seda, el terciopelo, y la grasa en la piel- y le fascinaba la gracia de las costuras.
Se echó a reír cuando su madre, harta de esperar a que dejara de mirarse al espejo, la sacó a rastras de la habitación. Sin embargo, su alegría se disipó cuando vio los montículos de roca color hueso que se erguían en la puerta del colegio y las pequeñas figuras que entraban y salían del agujero semejante a una boca, con labios rotos.
La jornada escolar ya había comenzado.
La chica no tenía ganas de entrar, para nada. ¿Quién tendría ganas de ver a las muy putas -perdón, chicas que salen con chicos que ya tienen novia-, a las y los que se la pasan jodiendo, a los profesores de mierda que no saben educar, y a los que no tienen ni una neurona en su cerebro? ¿Entiendes? -perdone el lenguaje tan vulgar que se presenta-.
Al poner un pie en la entrada, ya sentía ese remordimiento, quería salir inmediatamente de ese extraño lugar.
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El Ángel Sin Alas.
De TodoSi tuvieses una vida donde toda la gente, incluyendo a tus padres te creyeran un caso perdido, y lo único que tuvieses es un amigo que conociste en una biblioteca, unas zapatillas y un deseo inmenso de adentrarse en un bosque que es criticado y temi...