Era se una vez, una niña de unos doce años aproximadamente, la cual vivía sola entre unas esculturas antiguas donde no pasaban muchos turistas.
Los habitantes de aquella pequeña ciudad se percataron de que una niña estaba viviendo allí. Una niña de doce años, que vestía con una camiseta bastante sucia, una falda con distintos tejidos y una enorme chaqueta la cual le llegaba hasta el suelo. Tenía unos pelos que parecía que no hubiera tocado un peine en su vida.
Así que los habitantes fueron a intentar ayudarla y preguntarle cosas.
En cuanto llegaron Momo se quedó bastante sorprendida ya que eran muchas personas las que estaban allí. No eran personas muy diferentes a ella, ya que eran personas que se alojaban en casas viejas y antiguas y no se podían permitir gran cosa, lo único que querían hacer, era ayudar a Momo.
Se acercó un señor que ya tenía su edad, y se dispuso ha hacerle preguntas a Momo.
-Hola. ¿Como te llamas? -le dijo amablemente.
-Momo. -le dijo algo asustada.
-Es un nombre muy bonito pero, no lo había escuchado antes. ¿Quien te lo ha puesto? -le preguntó intrigado.
-Me lo puse yo misma. -le dijo muy segura de si misma.
-¿Y que edad tienes? -le preguntó él.
-Tengo ciento doce años - le dijo ella.
La gente de allí se empezó a reír a carcajadas, era obvio que aquella niña tendría como mucho unos trece años. Lo que sucedía era que Momo no sabia contar, pero no solo eso tampoco sabía el abecedario y muchas más cosas, ya que ella no había ido a la escuela y nadie le había enseñado nada.
-¿Y tu madre o padre? ¿Te abandonaron? -le preguntó él.
-No tengo ni madre, ni padre. -le respondió ella.
-Mira, todos los que estamos aquí te queremos ayudar. ¿Que te parece si te llevamos a un sitio donde vivirás con más niños y niñas y te cuidaran? -le propuso él.
-No. Ya he estado allí no me gusta, te tratan muy mal, de hecho me escapé de aquel lugar. -les explicó ella a todos aquellas personas.
