— ¡Por supuesto que no! —refutaba el muchacho a su amiga tratando de justificarse—. Es decir... Míralo.
Y lo hacían. Veían a un chico con un metro y casi noventa centímetros de estatura, veían cómo con su sonrisa encantadora se detenía a saludar a un pequeño grupo de chicas arrimadas al pasillo, veían cómo se separaba y volvía a caminar hacia la dirección en la que iba. Hacia ellos.
—Exactamente Evan, lo veo y digo, ¿qué mierda tiene en la cabeza para no fijarse en ti?
—No importa, él no tiene por qué hacerlo.
—No me digas que es todo eso de que tienes un hijo y esas tonterías porque si es así...
— ¡Hola chicos! ¿Cómo les va? —estaba ahí con todo y dientes sonriendo a ellos, estaba ahí en un momento tan oportuno y Evan lo alabó por ello—. Se supone que debes de estar en gimnasia tonta.
—Tenemos la hora libre Kellan y no me llames tonta o le diré a mamá —le amenazó aquella chica de melena castaña clara.
—Entonces yo le diré que ayer no estuviste en la casa porque te fuiste con tu novio ese —contestó sin miedo al reto de su hermana.
— ¡Tonto tú, hermano idiota! —con la cara roja de la vergüenza le dio un pequeño golpe al duro pecho del joven también castaño—. Mejor me voy, nos vemos Evan.
—Hasta luego Maaca.
A paso apresurado se retiró a la clase de gimnasia porque en realidad sí se había saltado la hora y había mentido a su hermano.
—Hola Evan.
—Hola Kellan.
Típicamente, cada vez que se veían, se saludaban de esa manera, no sabían por qué, ya tenían casi más de dos años de conocerse. Tal vez por timidez de parte del pequeño o tal vez por alegría proveniente del castaño, siempre era así.
— ¿Cómo sigues con el chiquito?
Un suspiro de alivio salió de Evan—. Ya mejor —le sonrío al muchacho de gran estatura, comenzaron a caminar a la última clase que tenían en el día—. Ayer aún seguía con un poco de fiebre pero después del medicamento que me llevaste se aminoró y sólo bastó con que descansara un poco.
—Eso es realmente genial. Te veías muy preocupado pero yo te dije que todo estaría bien y que iba a mejorar.
—Sí, gracias por cierto. No tenía idea de qué hacer. ¿Cuánto...?
Con un ceño fruncido y la mano en alto en señal de paz le cortó—. No empieces con tus cosas de "te devuelvo tu dinero". Entiéndelo Ev. No. Es. Nada.
Él no podía reclamar porque sabía perfectamente que perdería en esa batalla. Sólo pudo hacer un puchero y abrazarse al brazo de Kellan de una manera en la que demostrara su enorme gratitud.
—No sé qué haría sin ti.
—En definitiva sé que serías un desastre.
Evan se río y golpeó el mismo brazo, al que aún estaba aferrado.
—Eres un engreído.
—Pero así me quieres y no lo puedes negar.
Ya estaban cerca del aula de Cálculo.
—Claro, porque eres mi gran tonto engreído.
—Y tú mi pequeño nene turqueso.
Una chica pelirroja con muchas pecas en la cara y enormes ojos grises se paró frente a ellos.
—No empiecen con sus melosidades. Me dan diabetes.
Compañera y también amiga de los chicos.
—Por eso estás muy amargada Cristine —contestó con una sonrisa el más alto.
—Pero al menos no me andan inventando que el niño es rechazado por su supuesto padre.
— ¿Tienes algún problema con mi hijo? —preguntó Evan airado, una cosa era que se metieran con él, pero otra muy diferente que atacaran a un ser inocente.
—Calma Evan —le tranquilizó el otro sabiendo que esas palabras habían activado el instinto sobre protector de padre que tenía—. Yo no soy su padre y no me importa lo que digan los demás, pero si se atreven a meterse con ese "niño" se las verán conmigo.
—Claro que no tengo problema con tu pequeño, Evan, de hecho me encanta ese niño, me lo reservas para futuro yerno —comentó tratando de aminorar la tensión—. Deberían casarse de una vez.
Ambos con cara sonrojada se dirigieron a sus asientos. Simplemente ignoraban ese tipo de comentarios. Los evitaban realmente.
Hasta el momento en el que tomaron asiento fue cuando se soltaron.
—Sabes que no me gusta que me digas turqueso —refunfuñaba recordando el apodo con el que anteriormente se había dirigido a él.
—Pero de ese color son tus ojos. Turquesa —trataba de justificarse con su sonrisa supuestamente inocente.
—Obviamente lo sé. ¿Por qué a mi hijo no le dices así?
—Porque Kevann es mi chiquito y él sólo tiene tus bellos ojitos claros, porque el no se parece mucho a ti, porque su cabello rubio no es como el tuyo revoltoso, oscuro y lacio...
—Okay entendí, no te pongas cursi.
—Te encanta que sea así, no te hagas.
—Pero no en esta clase.
—Buen día jóvenes —saludaba una mujer rellenita cerca de sus cuarenta con una agradable sonrisa, todos regresaban el saludo—. Estaremos repasando para el examen del lunes, pueden hacer sus preguntas con alguna duda que tengan...
—Dos años más y estaremos fuera —se decía a sí mismo el pelinegro.
—Tranquilo, por fin podrás disfrutar de Ann.
—Es que me entristece no poder darle mejores cosas a mi amado hijito.
—Es por su tercer cumpleaños ¿no?
Suspirando asintió. Tuvo que contenerse de soltarse en llanto, se recordó que seguían en la escuela.
—Sabes que puedes contar conmigo siempre.
—Y tú sabes que ya no quiero que sigas gastando en...
— ¿En alguien que no es nada mío? —. Con mirada gacha para no ver el enojo en su amigo, giró su rostro hacia sus manos temblorosas en su regazo—, ¿acaso recuerdas lo que te prometí cuando te encontré? Evan, dime si no confías en mí lo suficiente como para dejarme entrar en tu vida.
Evan no contestó... ¿Qué podría decir?
Al no recibir ninguna respuesta de la manera más dura que pudo le reprochó—. Entonces así estamos.
Entonces sólo le ignoró.

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Kellan. [concurso Lemon]
Short StoryEvan tiene una única meta impuesta por el momento: terminar sus estudios para poder mantenerse a él y a su pequeño hijo. Kellan es el mejor amigo de Evan, y ¡dioses! ¿Quién no se enamoraría de él? Media escuela lo está. Todos tenemos secretos, Kel...