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Un grito ensordecedor se escucha por toda la casa. Es Mark el que empieza a corretear muy veloz, bueno lo que las cortas piernas de lindy le permitan. El punto es, que no quiere ir a una maldita fiesta vistiendo un traje de gala, ya de por sí dañando su dignidad de hombre.

O lo poco que le queda por ahora.

Gira por un pasillo bien conocido, chocando fuertemente con el padre de Lindy que lo observa muy sorprendido. Mark solo sigue corriendo sin llegar a disculparse. Posiblemente esto le cueste el trabajo, o tendrá que hacer méritos para no ganarse la antipatía del jefe.

—¡¡Señorita!! Debe arreglarse, en 30 minutos llega el chofer.—grita una de las ayudantes personales de Lindy, tratando de alcanzarla.

—¿No puedo quedarme a jugar FIFA?

Algo de provecho le saca a tanto poder que ahora tiene, se a comprado una consola de videojuegos, sin que nadie se entere. A regañadientes detiene el paso y mira hacia lo mujer muy bien uniformada con un traje de secretaria personal.

Esa mujer sí que es estricta...

Suspira cansado. Lo que debe hacer para no levantar sospechas poco a poco le disminuye la gran paciencia que posee. Sigue a la mujer hasta llegar a la habitación que tanto admira y odia a la misma vez, está muy bien ordenada, tanto que no recuerda dónde dejo la consola.

—Ponte el vestido Lindy, te estaré esperando aquí

Señala el pomposo vestido que está depositado en la cama. Resignado a los hechos, recoge la prenda y se retira muy enfadado al cuarto de baño. Todo se volvió un maldito fiasco cuando no pudo abrocharse el vestido por la parte de atrás.
Indignado por lo elaborado que puede llegar ponerse un vestido de fiesta, maldice en voz baja, suficiente para no recibir una reprimenda innecesaria de Miriam.

—No puedo. ¡Ayúdame!

Ella aparece de inmediato, muy eficiente para que decirlo.

—¿Qué no puede hacer?, señorita

—Es...esto

Agradece cuando ya está todo listo. El peinado laborismo se demora mucho comparado con la puesta del vestido, esto le hace perder más la paciencia. ¿Cómo las mujeres pueden soportar tanto, para quedar más lindas de lo que son en realidad?
Miriam dice unas cuantas cosas sobre la reunión. La mayoría de los invitados son hijos de personas muy importantes en el mundo de los negocios, así que la responsabilidad de quedar bien está latente.

—Maldita sea

—¡¡Lindy!! Que es ese vocabulario— le regaña muy confundida por su comportamiento

—No pasa nada— murmura sin prestar atención a las protestas de Miriam—¿Me puedo bajar de aquí?

En el lobby no encuentra a Lindy, su única salvación. Lleno de miedo de hacer el ridículo en frente de personas que no conoce, se aferra a la idea de escapar al llegar a la bendita fiesta. Siente el corazón latir con prisa y de repente siente el peso que conlleva ser una persona importante.

El trayecto es un completo infierno, los nerviosos son tantos que se agarra uno de los chicles que están dispuestos en la limosina. Casi muere asfixiado al ver la recepción de la fiesta, todo elegante y para gente con mucho mucho dinero y poder.

Maldita seas Lindy...

Mark EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora