Capítulo 5

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Evidentemente, a Rachel se le había hecho costumbre utilizar apodos con Octavian. Sí, nada de "Hola, Octavian", sino más bien: "¿Qué onda, Rubio?", "Eres un idiota, augur", "Venga, Rayito de sol", etc.

Octavian se limitaba al formal pero personal "Rachel Elizabeth", ese nombre que tan loco lo volvía. Ah, cierto, ¿cómo siguieron sus vidas luego de aquel beso? Normales, o más o menos.

Aprovechaban los días en que tenían que "trabajar" toda la noche para conversar un poco y quizá darse algunos besos, aunque intentaban ser precavidos, pues si los descubrían ambos estarían muertos. Rachel seguía siendo oráculo, inexplicablemente, y ese era un tema que debían resolver antes que ningún otro. Habían intentado separarse, incluso, pero notaron que no podrían seguir haciéndolo. Octavian creía amarla, aunque no supiera bien qué significaba esa palabra, pero para pasar tanto tiempo con alguien, el augur debía de quererlo de verdad.

Así que así continuaron los días, a escondidas, pensando en cómo solucionar aquella decisión errónea de no poder tener pareja siendo oráculo.

-Vamos, Rachel Elizabeth, ¡tienes que decirle a Quirón! –Rogaba él prácticamente cada vez que se veían.

-¡No puedo, Octavian! No quiero dejar de ser lo que soy, era mi destino... -replicaba ella (las únicas veces que le decía "Octavian").

-¿Entonces qué? ¿Dejaremos esto aquí, ni siquiera me tienes un poco de cariño? Dímelo, Rachel Elizabeth, dime que no me quieres y te creeré.

-Joder, que sí te quiero, es sólo... -Y rompía en lágrimas, y a Octavian le rompía el corazón. No quería seguir ya con eso, pero tampoco podía obligar a la pelirroja a hacer lo que él quisiese. Entonces la besaba en la frente, y le prometía que estaría todo bien sin siquiera creerse él mismo.

-Te quiero... -le susurraba. Cada uno se iba a dormir a sus precarios sacos de dormir en el altillo de la Casa Grande, tomados de la mano.

Luego de dos semanas, Octavian debió volver al Campamento Júpiter, y con ello tuvo que despedirse de Rachel. Habían estado "juntos" por bastante tiempo. Ella confiaba en él (claro que le había contado su pasado, pero ella decía que no importaba), y él la amaba como a nadie, o quizá como amó una vez a Jane.

-Estoy lista, Octavian –Le confesó ella la noche anterior a la que debiera ser la partida del rubio. Octavian no esperaba en absoluto oír esas palabras, ni siquiera esa noche, pero la miró con una sonrisa.

-¿De... Verdad? –Preguntó, casi sin poder creerlo, y tomó su mano. La felicidad inundaba su cuerpo, y su corazón latía rápidamente.

-Lo estoy... Al menos déjame darte algo para el camino... De vuelta a tu hogar. –Ella lo besó dulcemente, sin siquiera esperar a que él respondiese algo. Él colocó sus manos en su cintura y ella se posicionó lentamente sobre él. Acostados en el duro suelo, y sin embargo parecían estar sobre un suave colchón de plumas.

Los besos continuaron hasta que se volvieron más y más apasionados, y sin siquiera pensarlo la entrepierna de Octavian se había puesto más nerviosa que él. Rachel le concedió el placer de dejarlo ver su sostén color rojo, y Octavian no pudo pensar en nada más en el transcurso de semanas. Recordaba el momento a la perfección, el cuerpo imperfecto de Rachel, la suave piel y las pecas que descansaban bajo sus ojos iluminados con la felicidad plena. Su expresión disimulando cualquier clase de dolor, como toda una mujer de hierro. Ambos se dejaron llevar, siendo impuros en una especie de juego limpio improvisado, lo cual terminó en un gran abrazo repleto de lágrimas y besos de despedida.

Al día siguiente, muchos preguntaron por las ojeras de Octavian, pero él sólo respondía con una sonrisa. Le dio un último beso a su pseudo-novia minutos antes de partir rumbo al otro lado del país, donde trabajó más que nunca en su vida como augur, e hizo uso de los mensajes Iris como nunca antes. De todas formas, lo extrañó la manera de hablar de su amante, como si estuviera demasiado ansiosa (más que de costumbre) y estuviera ocultando algo. Cada aproximadamente dos días le preguntaba cuándo volvería, y Octavian dejaba escapar algunas lágrimas respondiendo cuánto faltaba.

En un calendario había marcado cada día, esperando a que el transcurso de los tres meses concluyera al fin. Cuando llegó la hora de volver a visitar a los griegos, el invierno golpeaba el mundo mortal, aunque en Long Island este estuviera protegido por una capa de primavera eterna. Al llegar, el augur automáticamente fue al punto de encuentro que había fijado con su chica el día anterior, y se encontraron en un abrazo suave y alargado.

-Tengo algo que decirte, Octavian... Aunque no quiero que te enojes conmigo... Yo sólo... -Una lágrima salió de su ojo y el augur sólo pudo pensar lo peor.

-¿Qué, Rachel Elizabeth? ¿Qué ocurre, cariño? –preguntó él, extremadamente preocupado, mientras tomaba su mano, temblando.

-Yo... -Y las innombrables palabras que siguieron, hicieron que el rubio casi se desmayara. 

Una decisión errónea|FanFic Octachel (PJ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora