"Érase una vez en otro tiempo."

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¡Maldita sea la hora en la que se reencontraron! O más bien, maldita sea la hora en la que su devoción a la música le llevó a él...

Después de haberlo tenido entre sus brazos, ya nada sería igual aunque no sólo él cargaría con aquel pesar.

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Kagami Taiga, la nueva figura de la Ópera de Seirin ya había hecho su elección y para su infortunio, no lo había elegido a él.

No, se decidió por Himuro Tatsuya, el vizconde de Yosen, la persona que creció a su lado y que decía amar desde entonces. 

Habían perdido contacto después de la muerte de Mister Kagami, pero se habían reencontrado por fin, después de tantos años de no verse.

Claro, tampoco es que el vizconde se hubiera desvivido por encontrar a su amor de infancia sino más bien, que la oportunidad que le había conseguido a su ángel de música fue la fatídica causa de que el pelinegro lo viera en escena.

-¡Ja! Que mejor que el benefactor de la Ópera Popular de Seirin, para cortejar a la nueva luz del lugar. - pura parafernalia del espectáculo.

El moreno sabía que lo qué el adinerado muchacho decía sentir era sólo una mera burla a sus propios sentimientos hacia el pelirrojo, lo amaba y creyó que Kagami lo hacía también.

Eran tan opuestos y a la vez se complementaban perfectamente que, enserio creyó que el bello ángel lo amaba a él.

El demonio oculto detrás de la máscara.

Un beso, sólo uno. Eso fue suficiente para romper su dañado corazón. -Me quedaré a tu lado, pero deja ir a Tatsuya. - eso había dicho, con la mirada acuosa pero llena de determinación.

Lo haría, se quedaría a lado suyo, no lo dudaba pero Aomine ya no lo quiso así. -¡Vayanse! ¡Vayanse y no regresen! Olviden que el Fantasma de la Ópera existió, ¡larguense!

El vizconde al sentir que las cuerdas que le apresaban el cuello habían cedido y que su captor se había alejado de su prometido, se libero y sin dudar ni un segundo más, alejo a tirones al pelirrojo del lugar.

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-A-argh, Taiga... - frenó su llanto al mirar los dibujos y planes que habían sido creados sólo por el de mirada rubí. -Todo mi mundo era para ti.

-Daiki. - su voz de nuevo, y no era un sueño. -Daiki, lo siento. - giro sobre si mismo, encontrándose con el joven que lo traía muerto.

Sintió sus manos sobre las suyas, y algo frío que era depositado en una de ellas. -De verdad, lo siento.

Lágrimas en sus ojos antes de salir corriendo donde el pelinegro, lágrimas en sus mejillas al reconocer lo que en su mano había sido devuelto.

El anillo que le obligó a usar después de raptarlo en escena, Kagami lo había entregado con cautela y llanto, rompiendo de paso su alma en pedazos.

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Esa noche después de huir del barullo y gentío causado por el incendio, terminó cerca del mausoleo donde yacían los restos del padre de Kagami. Ni siquiera sabía que hacía ahí, ¿acaso rezar por su perdón al progenitor del pelirrojo? ¿O tal vez, simplemente recordar?

-Si hubiera acabado con la vida de ese infeliz. - negó ante su retorcida mente y el recuerdo del enfrentamiento contra el vizconde, en ese mismo lugar, días atrás. -O él con la mía. Así no sentiría esto...

Él había dejado a Kagami marcharse con aquel tipo, tenía que superarlo, de alguna forma tenía que hacerlo.

Siguió en el sitio por unos segundos más, hasta que se percato que no estaba solo.

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-Daiki. - le hablo a la nada, a la oscuridad que siempre era compañera de su mentor, de su amante maldito. -De verdad quiero a Tatsuya, por ello no quería que lo dañaras.

Las palabras dichas del pelirrojo lo hirieron de nuevo, ¿Como sabía que estaba ahí? ¿A que había ido? ¿A matarlo otra vez?

-Pero es a ti a quien amo, no me iré con él, por favor... - suplicó, lo que nunca espero. -Déjame verte.

El silencio se quebró como las hojas secas bajo sus pies, el brillo de la mirada zafiro hizo a Kagami congelarse en su sitio.

Por inercia había caminado hacia él, pero al parecer había errado de nuevo. -Taiga, no me temas.

-No lo hago. - se acerco dónde el fantasma para abrazarlo. -Me he acostumbrado a tu compañía, pero no confiaba en que pudiera encontrarte.

-T-te creía a su lado. - hablo con dificultad.

Tener de nuevo ese cuerpo seductor entre sus brazos, el tacto cariñoso de esas manos en su espalda aun sobre la tela de su camisa, tenía que ser un sueño. Más bien, tenía que ser otra broma cruel que la vida le ponía. -Pero estoy contigo.

Esas palabras fueron lo único que escucho cuando el pelirrojo ya tenía ambas manos sujetando su rostro, haciendo que levantara la mirada y observara así, lo real que era la gentileza de cada beso que Kagami dejaba en cada marca en su faz. En cada herida que en su infancia le dejaron como permanente máscara.

-Estas atando tu vida a la de un monstruo Taiga. - separo un poco al muchacho, para que le prestase atención. -No quiero que luego te arrepientas.

-Argh, déjame decidir a mí. - le refuto Kagami, haciéndolo sonreír de paso. -Quiero estar contigo, de todas las formas que se me permitan. - lo acorralo contra el muro, dando un giro inesperado a lo que ocurrió en aquella noche.

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Se hicieron uno, como había cantado Aomine desde que conoció al muchacho. Había tomado su inocencia con gentileza, esa misma que toda la vida se le negó pero que se le concedió en el momento en el que su ángel de mirada rubí, se le entregó.

-D-Daiki. - lo hizo gemir el nombre que antes, sólo a él, le había confiado para que en esa noche no fuera un fantasma más del camposanto.

Lo tomó frente a la luna y los santos de piedra que atentos miraban desde lejos, eran los únicos testigos de ese encuentro. Se dejaron ir entre el placer y el afecto, después el cansancio que a uno hizo dormir, inició el siguiente acto.

-Serás feliz Taiga, lo serás. - la luna, aún muda observó caer las lágrimas del moreno sobre el rostro pacífico de Kagami, antes de marcharse.

Decidió dejarlo creyendo que el vizconde le daría todo lo que él nunca podría. Lo dejó, al instalarse ese maldito pensamiento en su mente, lo dejó creyendo que sólo se separaba de un ángel y no de otro que ya crecía en el vientre de aquel pobre durmiente.

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¡Gracias por leer!

No odien a Daiki(?) u_uU </3

&quot;Frente a una callada luna.&quot;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora