Infancia: parte 1

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Soy Estéfano y tengo 7 años actualmente, apenas pienso que tengo razón de vida, no se donde están mis 7 años pasado, no recuerdo nada de lo vivido y si recuerdo son muy mínimos y cortos recuerdos.

Mis padres se separan este mes, se han acercado a mi preguntándome a cerca de como lo tomaré y no los entiendo, parece que apenas tengo la capacidad de razonar, y mis padres me disculparan pero me da igual si se separan o no. De todas formas siempre seguirán siendo mis padres quiera o no.

Me fui a vivir con mi mamá, junto a mi hermana; Me da todo lo que quiero, en todo me complace aunque cuando le pido las cosas niega hacerlo, y al final lo hace.

Vivimos en un vecindario en el cual vive una niña muy linda, ella es rubia, su sonrisa resalta sus hermosas pestañas, su rostros reflejado con el sol me hacen ver a un ángel, un precioso Ángel que lleva por nombre jessi.

Salgo los sábados por la tarde muy bien vestido, perfumado con mi loción de niño. Ella, ella siempre estaba linda, con su olor de bebé que me acelera el corazón a mil. Apenas hablaba con ella todo lo que hacia era reírse y acariciarse su hermoso cabello con las manos; monte mi bicicleta a mostrarle mis habilidades para dejarla impresionada, pero con mi mala suerte.... me he caído, me he puesto a llorar desconsoladamente como un torpe niño.

Lloraba no por la caída, si no porque con mi actitud de torpe jamás la podría conquistar y para suerte mía, ella me consolaba,me ayudó a levantarme, me entró a mi casa además de limpiar mi herida, fue mi mejor sábado. Después de curarme , agarro mis cachetes con sus manos consolandome, no se de que manera pero me he tomado la valentía de darle un beso »no se en que pensaba, tenía 7 y no sabía ni besar de seguro«. Nos hemos quedado en blanco mirándonos fijamente...

Me siguió besando (no teníamos ni idea de lo que era besar) y iba quitando su ropa, su Braga de Jeans que tan hermosa le Lucía, no me lo podía creer que hubiese avanzado tanto con tan solo una caída, quedamos ambos en ropa interior, cuando de repente a la puerta toca su madre, enojada, dándole unos golpes bruscos a la puerta, avisándole que saliera en ese instante, nos vestimos y salimos, su madre se dio cuenta de que me había golpeado y ella me curo. Se marchó a su casa con una extraña sonrisa en su rostro, era una sonrisa más dulce de lo común; no me lo creía aún, apenas era un niño, no tenía idea de lo que podía y no podía hacer.

Diario de un adictoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora