Fue aquella fragancia la que inundó mis pensamientos e hizo que despertara tras un inacabado sueño, abrí los ojos poco a poco y empecé a ver una preciosa figura bañada en oro; eran los cabellos más deslumbrantes que había visto nunca, su inalcanzable belleza me dejó sin habla y tan solo pude expresar con los labios una pequeña sonrisa colmada de felicidad. Dispuesto a que fuera un grandioso día, me levante en silencio para no despertarla y me dirigí hacia la cocina que estaba a solo un par de pasos; son las ventajas de estar en una caravana. Puse la cafetera en marcha y llené la recámara de un gustoso aroma a café que me abrigó de tan enorme frío que recorría por todo mi cuerpo. Decidí salir al exterior para estirar un poco las piernas mientras esperaba a que los cafés estuvieran hechos, pero nada más hacerlo, me arrepentí de mi imprudente acción pues la niebla que habitaba en el exterior me congeló de arriba a abajo. Cuando mis ojos se acostumbraron a aquella densa niebla, empecé a ver un paisaje inimaginable, ni si quiera pensado por el más soñador de los hombres. A mi izquierda veía una bahía a penas visible y a través de ella, tanto agua que era imposible ver el final de aquella inmensidad, quizás por la miopía que sufro, quizás por la niebla; quizás simplemente porque hay cosas que no deben tener final alguno; a mi derecha se encontraban unas casas reposando que aún no habían despertado rodeadas de árboles grandes y gruesos e incluso un tanto tenebrosos por sus ramas a penas sin hojas producto de las temperaturas tan drásticas, entonces decidí volver a la caravana pues me estaba congelando del inmenso frío que hacía, tanto así que sentía vibrar mis dientes y el bello de mis brazos tan levantados que cualquiera que hubiera pasado me podría haber confundido con un cuerpo espín; nada más entrar en ella me inundó otra vez el aroma a café, y con ganas insaciables me dirigí a la cocina para servir un par de tazas pues era el mejor remedio ante aquel frío. Mientras llenaba las tazas sentí unas cálidas caricias llenas de vida, de pronto vi dos brazos entrelazando mi cintura y aquella sonrisa rebelde volvió a salir desde lo más profundo de mi alma sin permiso alguno... cerré los ojos pues quise disfrutar de tal momento como se merecía y de repente cual odiosa y sin igual, dura y vengativa realidad, me despertaron los rayos del sol que atisbaban tras mis cortinas y daban mi sueño inacabado por finalizado.