Estaciono, suspiro. Ahora trato de buscar a mi instinto Renístico. ¡Se acabó! No es para tanto! Miles de personas sufren, que ella siga con su vida y yo con la mía. Estaba bien antes de esto y puedo seguir estándolo.
Abro la puerta y ahí está, demasiado menuda, algo pequeña y con esa mirada que me produce algo que no sé qué. Aun así soy fuerte.
— ¿Estás lista?— Digo viendo su ropa holgada y oscura, cubriendo perfectamente las manchas moradas que se exactamente en qué parte de su estómago están.
—Si. — Dice sin mirarme.
—Bien. — Pienso que quizá debí darle algo más lindo con lo que vestirse, pero cuando recuerdo al lugar a donde vamos se me quitan esas ideas de la cabeza. Si tiene que estar así para ganar algo de seguridad, que así sea.
La subo al asiento del copiloto, le pongo el cinturón. Si hace fuerza en el abdomen o en músculos intercostales le llega una puntada. Manejo a una velocidad preocupantemente precavida, creo que me han tocado la bocina unas veces. Estoy, pero no estoy aquí.
Llego en cuarenta minutos a su ''hogar'', suspiro y apago el motor. Doy una honda bocanada, la miro y ella sigue con la vista perdida.
—¿Lista? —Pregunto.
—No. — Escucho un susurro cargado de dolor. La miro de reojo y me sorprende su cuerpo aferrado al mío, hago una mueca que ni yo conozco y luego de un momento la tengo entre mis brazos.
[...]
Sophia.
No es lo mío llorar, ni nada, recibí los golpes porque en el fondo, me los merecía. No puedo hacer nada. Me encontraba tirada rogando por perder la conciencia, cuando siento unas manos suaves bajo mi oreja. Abro los ojos desde el suelo y unos ojos cafés me miran directo a los ojos, son claros, veo que abre la boca, pero en el fondo no escucho nada. Solo la miro como si yo estuviera ahí por casualidad. Me quedo pegada hasta que me habla, siento que, junto con el ruido, el dolor crece y escucho a un tipo sobre ir al hospital. No quiero ir a ningún lado, sobre todo porque si en el orfanato se enteran de eso, me van a castigar y la verdad me duele todo, no quiero sentir nada más. Solo de pensar en eso me aterra. La miro e inmediatamente como por telepatía le habla al tipo sin mirarlo y me lleva ella. Parece muy confiable. Me limpia la nariz y reparo en su bata blanca. Una mujer tan hermosa como ella esta acá únicamente por trabajo, debí imaginarlo.
Me imagine a alguien delicada y esquiva. No a una mujer poco sutil, que me tira comentarios desagradables pero que, en el fondo, quitan la formalidad e incomodidad de conversar con una extraña. Me hace gracia su seguridad, sus aires de ''yo mando aquí'' y su sonrisa traviesa. Tanto que, no me percato que estoy en su auto y en su casa, yo sólo la seguí. A veces es algo fría, pero otras no, no entiendo bien. Incluso cuando tenemos pequeñas discusiones me hace reír, creo que es algo cabrona, tosca e insolente. Pero no puedo evitar avergonzarme cuando me guiña un ojo. Creo que acabo de verla como un ángel, un ángel capaz de pasar desapercibido en el infierno.
Los primeros días, no podía con tanto dolor. Si respiraba muy profundo las puntadas en la zona de mis costillas eran atroces, tampoco podía dormir de lado, ni boca abajo. Mi nariz no me permitió pasar aire hasta los dos días siguientes. Cuando me empecé a sentir mejor, bueno dentro de lo poco, mis hematomas ya estaban morados, el del muslo algo azul verdoso. Pero ahí estaba ella. Con su bullying vulgar dándome las pastillas y poniéndome hielo. A veces amenazándome con dormir en el suelo o no comer.
Al final, nunca me faltó nada, el penúltimo día. Me hizo un regalo y era hermoso, hace muchos años no recibía uno. Mi intuición apareció de la mejor manera el día domingo en la mañana cuando nos conocimos e intercambiamos un par de oraciones. Luego conocí a su prima, la verdad si no fuera por varias apreciaciones físicas, diría que no se parecen en nada. Era más dulce, amable, suave y simpática. Aun así, no siento el abanico de emociones que soporto cuando Rene me habla, me amenaza o me pregunta cosas sin delicadeza, de todos modos no siento rechazo al contarle nada, ella solo escucha y omite comentarios basados en la lástima.
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El cambio de mi vida. (DIFERENCIA DE EDAD-PROHIBIDO)
RomanceRene es una mujer de veinticuatro años, disfruta de su trabajo en un laboratorio y de su vida social, incluyendo amistades y por supuesto relaciones de una noche, de oficina y de improvisto. Cuando cree que lo tiene todo, además de una vida sin preo...