Largas esperas al tren

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Como todo ser humano carente de un medio de transporte convencional, nuestro joven protagonista se topa con largas esperas a que el tren decida parar en su estación.
A veces no para, pasa de largo, entonces es cuando se da cuenta de que la dependencia es horrible.
Cuantas horas perdidas mirando al horizonte, tan lejano, tan vacío. Carente de trenes. Solo un ferrocarril, un raíl, pegado a conciencia en el suelo.
Más de una vez se preguntó cómo se hacen los raíles, mas nunca lo ha investigado. Es algo irónico nuestro protagonista se queja siempre tanto de los horarios como de los operarios ferroviales.
A la izquierda una gasolinera, a la derecha, el trayecto a realizar cuando llegue el tren...Demasiadas reflexiones pasan por su mente, intentando plasmarlas a medida que transcurre su espera. Es aburrido,lo se, mas aburrido es el esperar el infinito.
¡Anda! El infinito acaba, ya llega el tren... Vaya, va en dirección contraria, que típico... Mientras pasa a toda velocidad y lo despeina, intenta observar en su interior. Obviamente no puede, cuando pretendió hacerlo el tren ya había pasado.
Estira las piernas, desentumecerse sus músculos, y mira otra vez el horizonte. Vagamente. Con melancolía.
¡Que aburrimiento! Tan solo las palabras en su mente pueden hacerle compañía.
Empieza a hacer frío, y nuestro joven paciente se abrocha la cremallera del chaleco. ¡Ay, pobre! Pensar siquiera que aunque llegara el dichoso tren tendría que esperar aun así a llegar a su destino, sin contar con el camino a casa.
El tren por fin llega, sus reflexiones terminan en cuanto sube al maldito transporte. Ya vuelve a casa. Agotado, por un largo día, pero podrá descansar por fin.

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