E P Í G R A F E
«Si leo nuestra historia al revés, trata de como yo te des-rompí el corazón, y después fuimos felices, hasta que un día te olvidaste de mi para siempre»
—Joseph Gordon-Levitt.
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S I N O P S I S
«Una noche. Una confesión. Un número equivocado y un corazón roto. El mío»
Ava Collins ha estado enamorada de su mejor amigo Cade Donovan desde que tiene memoria, el mismo lapso de tiempo durante el cual ha odiado a su medio hermano Kieran Donovan.
En una noche de descontrol, donde el mal juicio y los corazones rotos salen a flote con el alcohol, Ava decide confesarle sus sentimientos a Cade, pero para su horror, las cosas se salen de control cuando termina marcando un número equivocado... el número de la única persona de la que desconfía: Kieran Donovan.
Ahora, con su pequeño secreto amenazando con salir a la luz y un chico Donovan dispuesto a convertir su vida en un infierno, ella tendrá que hacer todo lo posible para evitar que la verdad se exponga, incluso aunque eso signifique dejarlo dormir en su habitación por un tiempo indefinido.
Los chicos como Kieran no son saludables y Ava lo sabe de primera mano, pero algunas veces las personas menos indicadas son exactamente lo que necesitamos.
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P R Ó L O G O
La primera vez que Ava Collins oyó hablar sobre Cade Donovan tenía solo ocho años.
Él era el niño rico que vivía en una casa lujosa al final de la calle y pertenecía al equipo de natación de la escuela, con notas perfectas y una sonrisa que parecía iluminar cada habitación a la que entraba. En medio de lujos y notoriedad, Cade se encontró a sí mismo reemplazando el bañador por un balón de baloncesto e hizo su metamorfosis. Con sólo quince años, pasó de ser el 'amigo confiable' al 'chico de oro' capaz de robar suspiros a cualquiera.
Y Ava no fue la excepción.
Sin pretenderlo, se volvió experta en el arte de robarle vistazos, leyendo en medio de sus expresiones e imaginando conversaciones inexistentes que supo jamás surgirían entre ambos, e incluso cuando pasó el tiempo y se hizo evidente que él apenas reconocía su existencia, no dejó de observarlo con una reverencia silenciosa cada vez que se encontraba cerca. Su cabello ondulado siempre estaba desordenado y tenía esa clase de ojos oscuros... tan hondos, que asemejaban abismos esperando por chicas inocentes lo suficientemente tontas para tropezar.
Porque Cade siempre conseguía lo que quería, sin importar cuan cuestionables fueran sus métodos.
Tal vez susurraría demasiadas promesas vacías al oído, actuando más dulce de la cuenta. Entonces, como un superhéroe; rescataría a damiselas del "peligro" durante la noche para a la mañana siguiente dejar su capa sobre la cama y el drama solo lo hacía más gratificante.
Fue en los últimos meses del año, tras el funeral de la madre de Ava, cuando finalmente se conocieron.
La cabeza de la rubia permanecía recostada en la puerta de uno de los cubículos del baño y mantuvo los ojos cerrados, empujando ambas piernas contra su pecho, porque de alguna manera sentía que su corazón iba a salir volando en cualquier momento. El olor a humo de cigarrillo y sudor se entremezclaban con su tristeza, su sombra parecía ser su único amigo ahora que su madre ya no estaba. Su ancla se había roto y se vio a la deriva en un océano sin agua.
Ava no oyó los pasos torpes de Cade, ni siquiera advirtió el sonido de la puerta al abrirse. Solo lo notó cuando huir no fue una opción.
—Escuché lo de tu madre —Murmuró, pareciendo triste. El brillo de simpatía iluminó sus ojos oscuros pero en aquel instante, ni siquiera su enamoramiento de años logró que se alegrara. Su corazón se encontraba demasiado cansado de sentir.
—Lo siento — Cade recostó su peso en la pared de enfrente, dejando que el cabello rizado se agitara sobre su frente.
—¿Quieres dejarme sola?— Pidió bruscamente, un tanto avergonzada de su propio aspecto. Era como si su cuerpo se negara a procesar que tenía que detenerse, que no podía llorar frente a otros porque eso sólo la haría lucir débil, despertando ese sentimiento de lástima que tanto odiaba.
El castaño sonrió y luego soltó lo que había oído decir a William en más de una ocasión: —Llorar es para los valientes que no temen mostrarse vulnerables.
—¿Quién lo ha dicho?
—Mi padre.
—¿Y alguna vez lo has visto llorar?
Él negó con la cabeza, sorprendido de su propio descubrimiento.
—Ni una sola vez.
—Lo entiendes ¿no? ¿la ironía? —Hizo una mueca—. Es más fácil decir ese tipo de cosas cuando no tienes ni idea de lo que se siente estar en la oscuridad —Masculló, con menos amargura de la que guardaba.
—Puede que no tenga una idea de lo que se siente estar en tu oscuridad, pero sí en la mía.
En medio del dolor y la máscara de pestañas machando sus mejillas, sus miradas se encontraron. Algo calentó el corazón de Ava. Tal vez... las palabras o el hecho de que nunca lo había visto tan cerca, era impresionante.
—Pareces saber mucho sobre la vida —Reflexionó en voz alta.
—¿Yo? ¡Demonios, no! No tengo ni puta idea —Confesó, Cade, logrando sacarle una sonrisa.
—No eres tan desagradable como dicen.
—Tienes razón, soy peor— Respondió, tomando asiento a su lado.
Hablaron durante más de una hora, tiempo donde él logró que el mundo a su alrededor se esfumara junto a sus preocupaciones. De pronto, Ava se encontró flotando en una nube de camino a casa, una nube llena de esperanza y algodón de azúcar endulzado con estevia de forma que fuera apto para diabéticos. La rubia sabía que no debía dar importancia a algo tan insignificante, pero Cade era del tipo de persona a la no puedes dejar de mirar, había algo tan magnético sobre él y no se encontraba segura de poder unir los puntos para precisar que era.
La semana pasada, su mejor amiga —Bethany— dijo que Cade no valía una mierda y por ese tiempo Ava fingió estar de acuerdo. Ella mintió, porque siempre había dado más que una mierda por él, le dio su corazón.
—yo... — Intentó decir, pero las palabras no parecieron querer salir de su boca —. Sólo necesito salir de aquí— Confesó con voz queda, con la sensación de asfixia creciendo en su pecho y antes de que las lágrimas volvieran a rodar por sus mejillas, Cade le tomó la mano, ofreciéndose a llevarla a casa.
Entonces, las mariposas volaron en su estómago cuando caminaron a casa. Una segunda vez, al tomarle la mano... y por última vez, mientras lo escuchaba asegurar que las cosas mejorarían.
Y así fue.
Tal como prometió...
Vivieron felices para siempre hasta que ese nuevo sentimiento la arruinó.
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N O T A
Esta historia fue escrita hace un par de años y actualmente se encuentra en proceso de edición. Si ya la leíste, puede que sólo te encuentres con algunas nuevas escenas y corrección ortográfica. Su esencia permanecerá intacta.
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Lo que pasó esa noche
Teen FictionUna noche. Una confesión. Un número equivocado y un corazón roto. El mío.