6. Extraños.

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S E I S


Por un momento me quedo petrificada, de pie, bajo una farola vieja observando como un par de hojas se arrastran a través del asfalto mientras el viento seca mis lágrimas silenciosas. No puedo dejar de temblar con el teléfono en la mano derecha y la sensación de traición creando un peso invisible sobre mis hombros, que parece querer mandarme de bruces contra el suelo.

Cade ama a Beth y han estado viéndose en secreto desde hace dos meses.

No comprendo, ¿qué clase de mejor amiga acepta salir con la persona de la que sabe estás enamorada a la primera oportunidad? ¿Por qué Cade nunca lo mencionó? Me toco la frente, atormentada con el rumbo de mis pensamientos. ¿Y si ella le dijo sobre mis sentimientos? ¿Qué se supone que haga? ¿Debo correr? ¿Llorar? ¿Gritar? ¿Por qué Bethany no me confesó la verdad? Yo habría estado muy molesta en un principio, pero justo ahora no me sentiría como si todo este tiempo hubiera jugado conmigo.

Dios, espero no volver a hablarle en mi vida y al mismo tiempo deseo dañarla tanto como ella me ha dañado a mí. Una corriente de ira viaja por mi cuerpo acentuándose en la boca del estómago. Voy a golpear a Beth. Voy a golpearla demasiado fuerte.

Como el detonante de un explosivo, la llamada se repite en mi mente. La voz de Cade retumba en mis oídos durante tanto tiempo que parece no tener fin. Me tortura. El tipo de recuerdo que desearía con todas mis fuerzas enterrar, pero que por el contrario, termina encendiendo una llama completamente sofocante. En piloto automático, camino nuevamente hacia la moto y antes de que pueda esquivarlo, el cuerpo fornido de Kieran obstaculiza mi camino.

—¿Estás bien? — Sus zapatillas Nike y la sonrisa que suele sacarme de quicio pasan a un segundo plano.

—¿Me veo bien, Kieran? ¿Te parece que me veo bien? — Pregunto, con desagrado. Odiando la forma en la que la rabia se propaga sin control en mi interior, un volcán a punto de hacer erupción —. Solo estaré bien cuando pueda enterrar mi puño en la cara de Beth.

—No creo que esa sea una buena idea.

—Muévete — Ordeno con voz firme y a pesar de la advertencia clara en mi voz, ni siquiera parpadea —¡Que te muevas!

—Golpearla no va a hacerte sentir mejor, pecas. Créeme, estuve allí.

—¿Qué sabes sobre el amor, Kieran? Tú, que actúas como si nada en el mundo te importara, no quieras venir a darme lecciones justo ahora. No tienes ni una puta idea por todo lo que he pasado —Escupo, frunciendo el ceño. Soltando un montón de cosas que realmente no diría si la herida abierta en mi piel no escociera como lo hace en este momento.

—¡Dios! Ese es el asunto contigo. Que estás tan ensimismada en tus propios problemas que acabas por subestimar los de los demás, pero, ¡Sorpresa! ¡A mí también me han roto el corazón en el pasado! —Respira con dificultad y cuando nota que me encuentro al borde de las lágrimas nuevamente, su mandíbula se relaja—. Mierda. No llores, Ava, por favor. Ambos sabemos que solo soy un idiota, no tengo ni idea de lo que hablo la mayor parte del tiempo.

—No eres un idiota— Murmuro, sorbiendo mi nariz.

—Nunca pensé decir esto, pero que no me estés insultando hace que empiece a preocuparme— Suspira, desviando la mirada a mis ojos. Esta vez, lo veo vacilar antes de tomar un paso en mi dirección. Sé lo que está pensando, probablemente teme adentrarse en terreno minado, ansioso ante la idea de que una bomba le estalle en la cara —. Si quieres saber mi opinión, yo hablaría con ella y escucharía lo que tiene que decir. Así, después de haber puesto las cartas sobre la mesa, me esforzaría por perdonarla y me alejaría, sin volver a dirigirle la palabra. Aspen te dirá que estoy siendo orgulloso, Noah que soy un imbécil por no romperle la cara. Sin embargo, no tengo problemas de orgullo, tengo problemas con mantener gente en mi vida que pueda hacerme cuestionar mi propio valor.

Lo que pasó esa nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora