El sol palidecía en el horizonte, ahora solo era una circunferencia dividida, anaranjada, escondida tras en borde del mundo, dejando en su huida temporal a la oscuridad cerrada. El manto negro moteado de estrellas cubrió el cielo; un cielo hace pocos minutos luminoso. La noche nos regalaba a su exquisita señora: la luna, dueña y dama de los noctámbulos seres que la adoraban. La negrura despertó a la única isla que había en varios miles de millas a la redonda, pocos sabían de su existencia; no muchos en el Continente conocían su ubicación, y los escasos sabedores de semejante secreto lo guardarían a menos que fueran deseosos de hallar una muerte lenta y lastimera; además de tratarse del crimen más aberrante para su especie, puede que incluso lo avergonzante de tal acto llevara al delator al suicidio.
Aquella isla oculta, no muy extensa, una vez dejado atrás la pegajosa y mojada arena de las playas que la rodeaban; estaba cubierta de vegetación exuberante, frondosa y colorida; flores en su mayoría nocturnas expulsaban su aroma dulzona, empalagosa pero a la vez fresca y relajante; árboles frutales decoraban de cuando en cuando un llano terreno de hierba húmeda y arena fría. Monolitos y rocas amorfas afeaban el verde paisaje, pero servían de lugar de reposo para lagartos y otros reptiles, que junto a las aves eran casi los únicos seres que vivían allí, quienes por el día disfrutaban del sol, extasiándose en su calor. Un camino de atravesaba la isla, desde la arena hasta el cetro de esta, donde se erigía un castillo protegido por una alta verja de hierro forjado y dos leones de mármol en cuyas bocas, siempre abiertas, se había acumulado el moho y el agua de lluvia. En los alrededores de este gazapo artificial, se levantaban varias capillas y panteones que escondían criptas de roca.
Pronto se abrirían
El interior de las criptas era tan solo unas filas de sarcófagos de granitos, el número dependía del tamaño de la estancia. Empujadas por manos blanquecinas y marmóreas las tapas de estos se abrieron con parsimonia; casi a la vez, fuera de los ataúdes de piedra se deslizaron entes de distinto sexo y apariencia, pero igual de cautivadores a la vista de cualquier mortal. Los noctámbulos tomaron una misma dirección, el castillo.
Desde una de las torres de la medieval construcción, a través de una manchada ventana de cristal y metal oxidado, Ella contemplaba el cotidiano panorama. Lady Autumn du Coudray miraba a sus congéneres con tristeza y a su vez con desdén, como si mirara a un moribundo por el que siente inmensa pena pero resignándose y aceptando de buen grado su fallecimiento. Volteó y caminó hasta la sirvienta cabizbaja. Con su ayuda, enfundó su grisáceo y delgado cuerpo en un vaporoso vestido naranja y lo adornó con un corpiño de satén marrón. El temblor de la criada al abrochar los botones del corset fue percibido por su señora, quien sonrió con amargura.
-¿Tienes hambre Coline?- una interrogante a la cual sabía la respuesta
La temblorosa joven abrió sus ojos asustada
-No, mi señora Lady Autumn- respondió entre titubeos
-¿La ración otorgada te es insuficiente?- interrogó de nuevo
La sirvienta hubo acabado su tarea y se arrodilló desesperada, hubiera llorado de vergüenza si pudiera. Pidió perdón a su ama balbuceante. La de mayor jerarquía paso por su lado dirigiéndose hasta su tocador para cepillar sus rubios cabellos. Al ver a su sierva aun de rodillas arrugo la nariz hastiada de su comportamiento.
-Coline, era un simple broma, deja de comportarte como un gusano ¿Cuándo se te ha castigado?- dijo retóricamente
-Nunca, señora. Perdóneme, Lady Autumn- susurró
Con un gesto ordenó su retirada. Continuó peinando su alisado pelo, poniéndose al terminar el medallón con la estrella de seis puntas que reflejaba su rango; sin necesidad, solo existían otros tres colgantes como ese ,y todo habitante de aquella isla era conocedor de quienes ocupaban los más altos puestos de aquel apartado lugar.
ESTÁS LEYENDO
El clan
VampireAl borde de la extincion y perseguidos constantemente el ultimo clan del imperio vampirico sobrevive en una isla alejada de El Continente, de donde fueron expulsados a la llegada de los Dadais. La decadencia asola a los ultimos miembros de la especi...