Entonces te vi, entre muchas personas lograste captar mi atención. Estaba segura que desde ese instante ya no podría dejar de mirarte ni un maldito segundo. ¿Cómo alguien podía ser tan asquerosamente perfecto? Y es que eres como esas personas que una vez que los miras ya no hay vuelta atrás. Te atrapan y no te dejan escapar.
Tu nariz respingada era tan perfecta que parecía haber sido moldeada por manos de ángeles. Tus ojos, esos ojos color pardo que parecían atravesarme con la mirada cada vez que los miraba fijamente. Dios, eran tan intensos que creía morir cada vez que me miraban. O creía pensar que me miraban. Tu sonrisa, la mas hermosa que había visto en toda mi vida. Tan traviesa como tu. Pasaron las semanas y aquí estaba yo trabajando como la observadora compulsiva, no podía hacer nada más, aunque me habría encantado poder hacerlo, haberme atrevido a ir a tu mesa y hablarte, pero soy tan cobarde que mi vergüenza me pudo. Mirarte se hizo parte de mi rutina. Me sentía tan atraída hacia ti, tenía curiosidad por conocerte, pero me abstenía hacerlo, tenía miedo que me rechazaras. Ibas tres cursos sobre mi. Yo para ti solo era una nenita.
Una nenita más que ha la caído en tus redes sin siquiera haberlo intentado.