Cambios.
Los cambios y yo nunca nos llevamos demasiado bien. Nunca entendí por qué pero no solo me incomodaban, acostumbrarme a una nueva rutina, a una nueva persona, a un ambiente diferente me costaba bastante. Prefería una vida tranquila, cómoda, sin sorpresas y con el menor contacto con otros seres humanos, si era posible.
"Estás volviéndote una ermitaña." A lo largo de ese año, había escuchado esa frase de diferentes personas y mi respuesta era una risita incomoda porque era cierto, no iba a esforzarme en objetarlo cuando mi contacto con el mundo exterior se había cortado casi en su totalidad.
Claro que todo ese aislamiento tenía un motivo: destacarme. Necesitaba concentración, encontré la calma que necesitaba en mi aislamiento así que no quería cambios, no quería tener que confundirme y pensar demasiado en otras cosas que no fuera mi trabajo. Y funcionó, claro que funcionó. A un costo alto ya que me arrebató la capacidad de conversar con las demás personas porque mi encierro me permitía solo ver a mi editor y a algún repartidor de comida cuando tenía flojera de cocinar. La vida parecía sonreírme, pese a todo. Esa sensación de que tu esfuerzo ha sido recompensando valía cada sacrificio.
Honestamente, estaba tan acostumbrada a aislarme de esa forma que no pensé demasiado en que mi tediosa y metódica rutina pudiese sufrir una ruptura repentina porque todo a mi alrededor parecía repetirse, cada día era similar al anterior y no me molestaba. Aunque bueno, si en algún momento quería una emoción fuerte, llamaba a mis amigos y me iba a algún club con ellos. Pero eso pasaba una vez cada seis meses o más...
Pero esa mañana algo cambió.
La llamada de mi editor me despertó, sobresaltada, luego de una noche llena de pesadillas. "Reunión extraordinaria en 40 minutos, corre." Claro que corrí, apenas conseguí arreglarme a tiempo y eché a correr al edificio editorial con un extraño presentimiento que me provocaba una molestia en la boca del estómago. Porque ese tipo de reuniones jamás pasaban. A no ser que se avecinara algún cambio, una noticia que podía afectar mi pequeña y simple estabilidad.
Llegué a la sala de reuniones justo a tiempo, saludé, hice reverencias a los presentes que correspondieron al gesto y busqué mi asiento, sudando demasiado.
El señor Kim, mi editor, se llevó la mano hacia el cabello y asentí, intentando peinarme unos mechones rebeldes con los dedos. No me veía tan horrible, creo. Es que apenas tuve tiempo, no sé como lo logré pero me di una ducha de dos minutos y apenas conseguí ponerme algo de rímel y labial, el cabello lo tenía húmedo y de seguro despeinado (como siempre) pero mi mayor problema era que me había abotonado mal la blusa así que el botón superior explotó de repente cuando inhalé aire por la nariz, por suerte solo yo lo noté.
Genial, por esto nunca uso blusas con botones.
No podía abotonar la blusa azul de nuevo sin llamar la atención del hombre sentado a mi derecha, que parloteaba sin parar con el móvil pegado a su oreja. Bajé la vista a mis pechos, no era un escote exagerado pero si lo cerraba de nuevo estaba segura de que iba a volver a abrirse porque esa blusa estaba achicándose y la maldita falda también me quedaba apretada, la parte de la cintura me estaba cortando la respiración.
Ah, a quién quería engañar, la ropa no se encoje por arte magia. Ni la blusa ni la falda eran el problema, el verdadero problema era mi flojera. Mi reclusión en casa provocó un efecto secundario inmediato: comer porque sí, a cualquier hora y dejé de ejercitarme. Tampoco dormía bien, era como un circulo vicioso así que engordé.
―Siendo las nueve de la mañana en punto, damos inicio a la reunión extraordinaria de la junta editorial. ―La voz de Shin Yongguk, en un tono solemne y profesional se alzó y todos guardaron silencio.
ESTÁS LEYENDO
Lips. | Park Jimin;BTS. [EN EDICIÓN]
أدب الهواة"Sólo déjame amarte. " © No permitido copias y/o adaptaciones. 2016.