Algo más

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No puedo aguantarlo más, sus miradas me taladran.

No lo entiendo.

No entiendo nada.

¿Por qué?

Si yo ni siquiera les conozco.

¿Cómo pueden juzgarme de esta manera?

No espera, hay algo.

No estoy sola.

Coges mi mano.

Gracias, me siento mucho mejor.

Sí, estás sonriendo.

Yo también sonrío.

No tengo por qué llorar.

Sí, lo sé, siempre me lo dices, no debo hacerles caso.

Lo siento, soy una boba, ya lo sabes.

Calor.

¿Por qué me miras así?

Estás cerca.

¿Qué pasa?

Tus brazos me rodean.

Ardor.

No me muevo.

Tu boca.

No respiro.

La mía.

Tus labios

Me ahogo.

Los míos.

Calidez.

No te vayas.

Ritsu.

El ruidoso tono de aviso del teléfono móvil me saca de la ensoñación.

¿Estoy despierta?

La habitación todavía permanece en penumbra, aunque los tímidos rayos de sol juguetean traviesos, intentando abrirse paso a través de la persiana bajada de mi habitación.

¿He delirado?

Me palpo la frente para retirarme el paño húmedo.

La fiebre sigue haciéndome sudar entre tiritones, aunque en realidad no estoy muy segura de si todo este descontrol físico es tan sólo culpa de mi mal estado de salud.

Aún noto su boca contra la mía.

Me llevo una mano al pecho intentando calmar mi descompasada respiración.

Sí, definitivamente, tiene que ser cosa del resfriado, la maldita calentura debe haber alterado mi sueño, sólo eso.

Parpadeo, frunzo el ceño con un bostezo y me froto los ojos con las palmas de las manos.

¿Qué hora es?

Alargo la mano por entre las sábanas y retiro la colcha que me cubre hasta la barbilla.

Hace frío.

Dichosos tres días que llevo pasando en cama, con estos horribles dolores de cabeza.

Con un resoplido de desaprobación me incorporo y abandono mi cama con la torpeza propia de quién no espera ser desvelada a una hora tan inusual.

Alcanzo mi móvil, ubicado sobre el escritorio, y me dejo caer pesadamente sobre el amplio sillón giratorio que lo encabeza.

¿Un mensaje?

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