Resumen 5 semanas sobre el globo julio verne

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EL 14 de enero de 1862, una gran cantidad de gente escuchaba las palabras de SIR FRANCIS M. EN la sociedad real geográfica de Londres. Pronunciaba un importante discurso para presentar al explorador inglés SAMUEL Fergusson. EL doctor estaba a punto de realizar un viaje al centro de áfrica para encontrar los datos que faltaban sobre los mapas africanos. EL grupo de aventureros que conformaba al público, reunió dos mil quinientas libras para la hazaña que Fergusson iba a realizar. Samuel Fergusson era un hombre de actitud serena de unos cuarenta años, de estatura, complexión y rasgos comunes. Samuel se inclinó por los peligros y las aventuras desde pequeño, como su padre, que pertenecía a la marina inglesa. Fergusson perteneció al ejército pero no le gustó la vida de soldado; regresó a la vida civil haciendo viajes y exploraciones en Austria, la India, América, Europa y Asia. Pensaba que era mejor emplear el tiempo en buscar que en discutir, en descubrir que en discurrir. AL día siguiente, el daily telegraph publicó un artículo sobre las hazañas que el doctor Fergusson realizaría. Se hablaba de que Samuel descubriría los misterios sobre los orígenes del rio Nilo y el corazón de áfrica. En toda Europa se dudó que lo que se decía fuera cierto. Muchos periódicos publicaron artículos en los que se burlaron de las intenciones del doctor y se dudaba que Samuel realmente existiera. Los preparativos del viaje comenzaron a hacerse; se encargaron los materiales para construir el globo. La gente comenzó a emocionarse y se publicaron muchos artículos más en periódicos de importancia. Fergusson no había escogido a la suerte el camino que recorrería. La isla de Zanzíbar era su punto de partida desde allí había salido la última expedición en busca de los orígenes del Nilo. El doctor Samuel había investigado sobre otras expediciones entre ellas destacan dos: la del doctor Barth, en 1849, y la de los tenientes Burton y Speke, en 1858.El doctor Barth es un hamburgués que obtuvo para sí y para su compatriota Overweg el permiso de unirse a la expedición del inglés Richardson, encargado de una misión en Sudán. Sudán es un vasto país situado entre los 150 y los 100 de latitud norte, es decir, que para llegar a él es menester penetrar más de mil quinientas millas en el interior de África. El 25 de agosto había regresado a Kazeh y reanudaba con Burton el camino hacia Zanzíbar, país que los dos intrépidos viajeros vieron de nuevo en marzo del año siguiente. Entonces volvieron a Inglaterra, y la Sociedad Geográfica de París les concedió su premio anual. El doctor Fergusson fijó mucho su atención en que los dos exploradores no habían traspasado ni los 20 de latitud austral, ni los 290 de longitud este. Tratábase, pues, de enlazar las exploraciones de Burton y Speke con las del doctor Barth, lo que equivalía a salvar una extensión de país de más de doce grados.

El doctor Fergusson activaba afanoso los preparativos de su marcha. Él mismo dirigía la construcción de su aeróstato, introduciendo ciertas modificaciones acerca de las cuales guardaba un silencio absoluto. Entretanto, su amigo el cazador no le dejaba ni a sol ni a sombra, pues sin duda temía que el doctor tomase el portante sin decirle una palabra; seguía dirigiéndole acerca del particular las arengas más persuasivas, sin persuadir con ellas a Samuel Fergusson, y se deshacía en súplicas patéticas que no conmovían lo más mínimo a éste. Dick notaba que su amigo se le escapaba de las manos. El pobre escocés era, en realidad, digno de lástima. No podía mirar sin terror la azulada bóveda del cielo, al dormirse experimentaba balanceos vertiginosos y todas las noches soñaba que se despeñaba desde inconmensurables alturas. El doctor Fergusson tenía un criado que respondía con diligencia al nombre de Joe. Era de una índole excelente. Su amo, cuyas órdenes obedecía e interpretaba siempre de una manera inteligente, le inspiraba una confianza absoluta y una adhesión sin límites. Habían avanzado una milla con suma rapidez, cuando partió de la barquilla otro tiro que derribó a uno de aquellos demonios que se encaramaba por la cuerda del ancla. Un cuerpo sin vida cayó de rama en rama y quedó colgado a veinte pies del suelo, con las piernas y los brazos extendidos. Eran las cuatro de la tarde. El Victoria encontró una corriente más rápida. Hacia las siete, el Victoria planeaba sobre la cuenca de Kanyemé. El doctor reconoció al momento aquel vasto desmonte de seis millas de extensión, con sus aldeas ocultas entre baobabs y güiras. Después de llegar El doctor Fergusson fue recibido con grandes honores por los guardias y los favoritos, pertenecientes a la hermosa raza de los wanyamwezi, tipo puro de las poblaciones de África central. Eran hombres fuertes y robustos, sanos y bien formados. Caían sobre sus hombros los cabellos divididos en mechones minuciosamente trenzados, y desde las sienes hasta la boca surcaban sus mejillas numerosas incisiones negras o azules. Sus orejas, horriblemente grandes, estaban adornadas con discos de madera y placas de copal, y cubrían su cuerpo con telas pintadas de colores brillantes. Los soldados iban armados con azagayas, arcos, flechas envenenadas con zumo de euforbio, cuchillos y largos sables llamados simes, dentados como sierras, amén de con un sinfín de hachas. Por la tarde, una niebla caliente que rezumaba del sol cubrió el cielo; apenas permitía distinguir los objetos, por lo que, temiendo chocar contra algún pico imprevisto, el doctor, a eso de las cinco, dispuso que se echase el ancla. No sobrevino ningún accidente durante la noche, pero la profunda oscuridad reclamó una vigilancia extrema. En barco el viento arreció horriblemente y perdió su regularidad. El Victoria bordeaba incesantemente, mirando tan pronto al norte como al sur, sin poder tomar ningún rumbo determinado. El doctor empezaba a inquietarse de nuevo. Si el viaje se prolongaba, los víveres serían insuficientes. Después de haber estado próximos a sucumbir por falta de agua. Pero, hacia las tres de la mañana, Joe, que era el encargado de la vigilancia, notó que bajaba la temperatura, que el cielo se cubría de nubes y que la oscuridad aumentaba. Tuvieron que darse prisa. El Victoria se inclinaba bajo la fuerza del huracán y arrastraba la barquilla, que iba surcando la arena. Si, por casualidad, hubiera caído una parte del lastre, el globo habría partido y toda esperanza de encontrarlo habría sido vana. Desde el momento de la partida, los viajeros avanzaron con gran rapidez, como si les faltase tiempo para abandonar aquel desierto que tan funesto había estado a punto de serles. Hacia las nueve y cuarto de la mañana se entrevieron algunos indicios de vegetación: hierbas flotando en aquel mar de arena y que les anunciaban, como a Cristóbal Colón, la proximidad de la tierra. Verdes vástagos brotaban tímidamente entre pedruscos que, a su vez, se convertirían en rocas de aquel océano. El doctor mandó echar las anclas, que quedaron enganchadas en la copa de un árbol elevado. Pero un viento muy recio azotaba al Victoria hasta el punto de tumbarlo, y algunas veces la posición de la barquilla resultaba sumamente peligrosa. Fergusson no cerró los ojos en toda la noche, y con frecuencia estuvo a punto de cortar el cable y huir de la tormenta. Por último, la temperatura calmó y las oscilaciones del aeróstato ya nada tuvieron de alarmante. El doctor intentó fijar la configuración actual, muy diferente de la que presentaba en 1847. En efecto, no es posible trazar de una manera definitiva el mapa de ese lago rodeado de pantanos fangosos y casi infranqueables donde Barth creyó perecer. De un año a otro, aquellas ciénagas, cubiertas de espadafías y de papiros de quince pies de altura, desaparecen bajo las aguas del lago. Con frecuencia, las poblaciones ribereñas también quedan semisumergidas, como le sucedió a Ngornu en 1856; en la actualidad, los hipopótamos y los caimanes se zambullen donde antes se alzaban las casas. Su equipo se puso a liberar a la victoria el doctor Fergusson y Kennedy pusieron manos a la obra. Tropezaron con grandes dificultades, pues fue preciso arrancar trozo a trozo el tafetán, que ofrecía mucha resistencia, y cortarlo en estrechas tiras para desprenderlo de las mallas de la red. El desgarrón ocasionado por el pico de los quebrantahuesos tenía algunos pies de longitud. El doctor sabía que, a causa de la pérdida del hidrógeno del primer globo, su fuerza ascensional había sufrido una reducción de unas novecientas libras. Así pues, tuvo que basarse en esta diferencia para reconstruir su equilibrio. El nuevo Victoria tenía una capacidad de sesenta y siete mil pies y contenía treinta y tres mil cuatrocientos ochenta pies cúbicos de gas. El aparato de dilatación parecía hallarse en buen estado, y la espita y el serpentín no habían experimentado deterioro alguno. La fuerza ascensional del nuevo globo era, pues, de unas tres mil libras. Sumando el peso del aparato, de los viajeros, de la provisión de agua, de la barquilla y sus accesorios, y embarcando cincuenta galones de agua y cien libras de carne fresca, el doctor llegaba a un total de dos mil ochocientas treinta libras. Podía, por tanto, llevar para los casos imprevistos ciento setenta libras de lastre, en cuyo caso el aeróstato se hallaría equilibrado con el aire. Tomó sus disposiciones en consecuencia y reemplazó el peso de Joe por un suplemento de lastre. Invirtió todo el día en estos preparativos, los cuales llegaron a su término al regresar Kennedy. El cazador había aprovechado las municiones. Volvió con todo un cargamento de gansos, ánades, chochas, cercetas y chorlitos, que él mismo se encargó de preparar y ahumar. Ensartó cada pieza en una fina caña y la colgó sobre una hoguera de leña verde. Cuando las aves estuvieron en su punto fueron almacenadas en la barquilla. En el aire los golpearon unos fuertes vientos el doctor y Kennedy, pálidos, asistían a aquel terrible espectáculo. No podían manejar el globo, que se arremolinaba en medio de corrientes contrarias, y ya no obedecía a las diferentes dilataciones del gas. Envuelto en los torbellinos de la atmósfera, giraba con una rapidez vertiginosa, y la barquilla describía amplias oscilaciones; los instrumentos colgados bajo la tienda chocaban unos con otros hasta hacerse pedazos; los tubos del serpentín se enroscaban amenazando romperse y las cajas de agua se agitaban con estrépito. Los viajeros no podían oírse y se agarraban con crispación a las cuerdas, intentando luchar contra el furor del huracán. La energía y la esperanza abandonaron por primera vez el corazón del desgraciado Samuel. Se vio perdido, creyó que su señor había partido para no volver y le faltó hasta la fuerza para seguir reflexionando con serenidad. Habían llegado al Senegal el sábado 24 de mayo, y el 27 del mismo mes estaban en el puesto de Medina, situado a orillas del río, un poco más al norte. Los oficiales franceses les recibieron con los brazos abiertos y les agasajaron todo lo posible. El doctor y sus compañeros tuvieron ocasión de embarcar casi inmediatamente en el pequeño barco de vapor Basilic, que descendía por el Senegal hasta su desembocadura. Catorce días después, el 10 de junio, llegaron a San Luis, donde el gobernador les ofreció una magnífica acogida. Ya estaban repuestos completamente de sus tribulaciones y fatigas. Todos los periódicos de Europa colmaron de elogios a los audaces exploradores, y el Daily Telegraph lanzó una tirada de novecientos setenta y siete mil ejemplares el día en que publicó un extracto del viaje. En sesión pública celebrada en la Real Sociedad Geográfica, el doctor dio cuenta de su expedición aeronáutica, y obtuvo para él y sus compañeros la medalla de oro destinada a recompensar la más notable exploración del año 1862. El principal resultado del doctor Fergusson ha sido constatar de la manera más precisa los hechos y los datos geográficos reunidos por Barth, Burton, Speke y otros viajeros. Gracias a las expediciones actuales de Speke y Grant, De Heuglin y Munzinger, que se dirigen a las fuentes del Nilo o al centro de África, podremos dentro de poco comprobar los propios descubrimientos del doctor Fergusson en la inmensa comarca comprendida entre los grados 14 y 33 de longitud. Fin.

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⏰ Última actualización: Jun 05, 2014 ⏰

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