Horas extra

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Dayana escuchó un ruido que la sobresaltó. Se había quedado hasta tarde ese día en la oficina y creía que estaba sola. Levantó la vista del informe que estaba terminando y se giró buscando el origen del sonido.

Escuchó como un montón de objetos pequeños caían y golpeaban el suelo. Venía de la oficina del fondo. Buscó con la vista algo con lo que defenderse y se acercó lentamente a la puerta del fondo sujetando fuertemente entre sus manos una pesada grapadora.

Escuchó nuevamente golpes, muebles que se arrastraban y movían.

Siguió acercándose, temblando levemente, con la grapadora en alto. Llegó a la puerta de madera y apoyó la mano suavemente en el pomo. De fondo escuchó un leve murmullo.

Entreabrió levemente la puerta y un hilo de luz salió de la habitación junto con una voz y un gemido.

—Joooder..., ¡sí!

Dayana miró a través de la rendija que formaba la puerta.

En el interior de la oficina del contable, estaba Sindi, la secretaria del jefe, tumbada con las piernas abiertas.

—Sí..., ¡joder! —volvió a gemir Sindy.

Dayana se movió levemente para ver mejor lo que estaba ocurriendo en el interior de la habitación con el pecho palpitándole fuertemente.

Sindi tenía la falda subida y entre sus piernas relucía una calva que se movía rítmicamente.

Dayana ahogó una exclamación de asco al reconocer que esa calva era la de Manolo, el contable.

—Sí... ¡Ahí! ¡Justo ahí! —volvió a gemir Sindi—. Ahí me gusta... lame...

La cabeza calva de Manolo seguía moviéndose rítmicamente emitiendo fuertes sonidos de succión y Sindi no paraba de gemir y chillar. Dayana se alejó un poco y apoyó con cuidado la grapadora en una mesa cercana. Volvió a acercarse a la puerta y siguió espiando.

El hombre se separó de la vagina de Sindi con la cara manchada completamente de flujo. Dayana vio cómo se bajaba apresuradamente la bragueta y sacaba su pene duro y húmedo.

—Sí, venga hombretón, te estoy esperando —lo increpaba Sindi moviendo su pelvis sensualmente.

El hombre se puso entre sus piernas y Dayana vio como comenzaba a moverse y a jadear.

El móvil vibró en el bolsillo de Dayana. Cogió el móvil lo más rápido que pudo aun sabiendo que difícilmente la podrían escuchar. Estaban haciendo mucho ruido. Desbloqueó el móvil y vio un mensaje de su novio.

«Has terminado ya ese informe??? Te estoy esperando para cenar. He pedido kmida china»

Tecleó rápidamente «Luego te cuento. No te vs a creer l q stá pasando» y pulsó el botón de la cámara.

En el interior de la oficina los gemidos y jadeos se sucedían.

—Sí, hombretón... ¡venga! —increpaba Sindi—. Joder, así, ¡más hondo!

—Eres una puta —contestó Manolo mientras penetraba aún más hondo a la rubia de bote—. Sí, gime como lo que eres.

—¡Joder! ¡Dame más fuerte, cabrón! —gimió Sindi a la vez que acompañaba los movimientos del hombre con su cadera.

Ambos gimieron fuertemente cuando al fin se corrieron. Dayana, roja como un tomate, siguió grabando. Estaba segura de que eso podría significarle un notorio aumento de sueldo si sabía cómo utilizarlo.

—Entonces qué, ¿lo vamos a hacer? —Escuchó que preguntaba Manolo.

Sindi comenzó a abotonarse la camisa.

—Claro que sí. Ese cabrón nunca se dará cuenta. Pásame mañana los papeles y yo me encargo de que los firme.

Dayana agudizó el oído. ¿Hacer qué? ¿Papeles? ¿Qué estaban planeando esos dos?

—Mañana te los doy, preciosa —contestó Manolo buscando los labios de la rubia. Esta lo esquivó arqueándose notoriamente.

—¡Eh! No te pases. Solo estoy contigo por las ganancias —dijo indignada—. No te creas que hay nada más.

Manolo sonrió y negó con la cabeza.

—Tranquila, puta, nunca pensé que fueses nada más que eso.

Dayana se alejó rápidamente de la puerta y se metió debajo de uno de los escritorios justo a tiempo de ver salir rápidamente unos tacones de aguja rojos. Escuchó la puerta principal cerrarse con un portazo y comenzó a escuchar nuevamente gemidos en la oficina. Era el momento de irse. Sin dudarlo, Salió de su escondite, paró la cámara del móvil, cogió su chaqueta de camino a la puerta principal y salió de la oficina.

Sexo y traición en la oficinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora