Mathias intentó detener aquel día al sueco. Otra vez, como tantas otras, como muchas detrás de esa, pero no, era un cobarde. Ambos eran lo suficientemente cobardes como para no hablar con el otro, como para detenerse, mirarse y comunicarse con esos tonos lo que pasaba por su corazón.
Y como tantos otros días, Berwald continuó caminando en la dirección contraria a la que tenía que ir.
La casa de los Nórdicos era fría, no tan solo por su posición en el mundo, que va. Las estufas estaban funcionando desde hacía varias horas en todas las habitaciones, el aire estaba tibio, casi siendo la envidia de un país tropical, pero Berwald tenía frío y la mirada perdida en una de las puertas, en una de las banderas de las cinco principales, los recuerdos anegados por lágrimas que no podía dejar salir, que no se sentía capaz de dejar salir.
Le dolía el corazón; desde hacía varias décadas que estaba así, maldiciendo su existencia como país, ¡Maldiciendo su eternidad y su cuerpo humano! Sus sentimientos, sus obligaciones, su vida vacía en general. Vivía sin vivir, adentrado en esas memorias que parecían tan nítidas, acariciando ese rostro perdido...
Mathias tuvo que excusar otra vez a su viejo amigo frente a Lukas y a Emil; todas las reuniones eran así, desde hacía tiempo, y cuántas veces habían lanzado a la basura esos planes de animar al sueco y se habían ido sin más. Emil no sabía mucho, no se quería entrometer y Lukas creía que lo mejor era dejarlo solo y que lo superara sin presiones.
Al danés le dolía ser tan cobarde, y se preguntaba porqué no lo abrazaba, porqué no le hablaba, lo reconfortaba, le cantaba, le cocinaba, porqué no lo acompañaba. Si ellos habían sido tan buenos amigos.
Si ellos eran familia.
Le dolía no hacer nada.
Cuando oyó la puerta sonar pensó que era imaginación suya. Tanto Berwald como Mathias pensaron que era una ilusión, ¡Una broma! No podía estar allí. Tras tanto tiempo no, y el sueco no quería sufrir más, no quería seguir sintiendo como su corazón latía contra un cerco de espinas, no quería seguir llenándose de esperanzas, no quería dañarse más, y evitó todo escondiéndose en su habitación, agarrándose aquella boina que era el único recuerdo que quedaba, el único recuerdo vivo de alguien que quizá estuviera muerto.
Se vio en la nocturna pradera, acompañado, caminando sin destino ni final, huyendo juntos de la vieja casa donde estaban siendo dañados por la ambición y el poder que no era suyo, durmiendo bajo la luz de las estrellas, juntando calor, complaciéndolo al llevarlo donde sus amigos, y sus ojos se llenaron de lágrimas.
El danés tocó la puerta.
Tenía un brillo en los ojos, la emoción, la fuerza; tomó a su amigo de la muñeca y lo obligó a ponerse de pie, lo arrastró, lo sacó afuera donde la nieve hacía su aparición, donde las lágrimas del otro se congelaron y se asemejaron a su corazón.
Mathias comenzó a temblar de emoción, con las lágrimas fluyendo como ríos en su rostro cuando el otro se soltó de un manotazo y corrió hacia aquella persona que contemplaba el bosque, de espaldas al brillo de la casa, con la mirada en las estrellas...
Berwald quería que aquello fuera real, que no fuera como en sus sueños, cuando él abría los ojos en otro lugar, con la luz de la mañana, con sus ojos en los suyos, con su mano entrelazada y despertaba con el corazón vacío al no tenerlo a su lado, al admitir que quizá no volverían a estar juntos.
Tino tenía heridas en el rostro, magulladuras en el cuello y seguro cuántas otras cicatrices a lo largo de todo su cuerpo. Ambos cayeron, llorando, de tristeza, de alegría, emocionados, sintiéndose reales, estando por fin juntos, ¡Por fin juntos!
Cumpliendo ese sueño que tanto imaginaban imposible.
-No me vuelvas a dejar. -murmuró el sueco, modulando como nunca, temblando por el frío, por la pena que no se podía sacar, sintiendo ese dolor como nunca antes al tenerlo así, herido, magullado. El finés le quitó los lentes empañados, le secó las lágrimas que también le caían, le besó la frente, el rostro, las mejillas, los labios, el mentón y le miró con una suave sonrisa a pesar de todo el dolor por el que había pasado. Berwald sonrió con suavidad al verle así, y tras un suave beso, Tino le volvió a acomodar las gafas.
-Nunca lo haré. -repitió, como un conjuro, una promesa que se esmeraría en cumplir, en luchar para jamás volver a ser separado de la persona que amaba.
La nieve se fundió por el calor del abrazo entre los dos, sintiendo como la pena se alejaba, como el dolor no volvería a aparecer. Como todo, quizá, volvería a ser lo de antes.
Sintieron que su amor no se apagaría jamás, por más lejos que estuvieran otra vez.
ESTÁS LEYENDO
[APH] Don't Ever Leave me Again. {SuFin}
FanficY Tino seguía sin volver, rompiendo las esperanzas del sueco, dañado y herido, con el corazón roto por el tiempo que había pasado, siendo un cobarde al no pedir ayuda. El ruido de la puerta encendió una luz que rompió con sus propias manos, ¡Las il...