Llegamos totalmente abatidos.
Pero captamos tu atención.
Sentimos la desesperanza cubrirnos con fervor,
Y propiciamos en tus ojos el escozor.
El refulgente sol nos vió caminar.
Más nunca dispuesto se mostró a ayudar.
Atravesamos las inclementes montañas en nuestro andar.
Conscientes de que el mar, celoso, se puso a escuchar.
Y estamos tan lejos de casa.
Completamente solos.
Pero vaya, ¡qué dichosos somos!
No confiamos en nadie,
Y nadie confía en nosotros,
Pero vaya, ¡qué gozosos somos!
El latido de nuestro corazón, puro y sin intención
Latiendo y sonriendo está.
Y las imponentes olas, ávidas de atención,
Altas se alzan en nuestro andar.
Muy lejos de nuestro hogar
Sin nadie que nos quiera apoyar.
Pero, vaya si somos dichosos.
Nadie nos quiere escuchar.
Y solos nuestras penas tendremos que curar.
Pero, vaya, ¡qué felices somos!