○● Sweet Things ●○

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Así era siempre que la Madre del pequeño terminaba por irse al trabajo, llamaba a Mikaela, él era un chico común, bueno, con una belleza muy poco común, esa cabellera rubia y desordenada en un perfecto lío de cascadas de oro, esas hermosas orbes azules que te dejabam sin aliento cuando te atrevías a mirarlas fijamente.

El apellido Amane era muy importante, además de ser reconocido en el medio de negocios, era una gran empresa, no, una línea de empresas multinacionales, lo que llevaba a pensar que el niñito, quien seeía el próximo heredero debía tener a la mejor persona a cargo de él, como una institutriz por ejemplo. Pero a comoYuichiro era un niño muy caprichoso a su corta edad, no se le podía ser negado nada.

-Bien Mikaela, dejo a Yuu a tu cuidado ¿Sabes su rutina? ¿Sus cosas... - El rubio sonrió un poco ante las apresuradas y titubeantes palabras.

-Claro Señora Amane, puede confiar en mi, puedo complacer cada pequeña cosa que a Yuu se le ocurra. - Declaró firmemente con una sonrisa.

La Señora soltó un suspiro y devolvió la sonrisa amablemente, al cerrar la puerta de la Mansión se escuchó la risita de un niño. El cual se asomaba desde la entrada al comedor, observando al mayor.

-¿Y, ya vienes a preperar mis panqueques? - Le preguntó en un puchero.

-Enseguida, Princesa. - Le respondió el ojiazul en dirección a la cocina.

Las mucamas se habían tomado el día libre, por lo que esta vez, no había nadie más que ellos. El de ojos color esmeralda, no hacia más que mirar atentamente cada cosa que su mayor acompañante hacia. Hasta que un dulce olor detuvo la mirada del pequeño. Dejándose llevar por el olor, cerró los ojos y se dedico a olfatear, sólo hasta que el rubio sirvió el plato con la cena favorita del azabache.

-Toma Yuu-chan, espero que te guste lo que he preparado. -Sonrió admirando el adorable rostro de su pequeña criaturita.

-Hmm, gracias Mika. -Respondió con un leve sonrojo.

El niño comenzó a devorar la cena, después de todo, tratándose de sus cosas favoritas, no dudaba en mordisquear. Al terminar la comida, el "niñero" recogió todo de la cocina, y después de su limpieza admiro unos instantes el reloj que se ubicaba en la pared, 8:25 P.M.

-¡Mika! -Gritó el pequeño desde las escaleras.

El ojiazul se dirigió a la voz de la miniatura ternura, y lo tomó en su brazos, subiendo el espiral de escalones que lo llevaban a la primera puerta, la habitación del niño con ojos color esperalda. Mikaela ya sabía lo que a continuación pasaría, luego de la cena la cita de juegos estaba programada, era la parte favorita del rubio, cada noche era diferente.

-Pero ¿En serio debo usarlas? - Se admiró en el espejo, prestando atención especial a las orejitas de gato.

-¡Oh, Yuu-chan! ¿Pero qué dices? Te ves tan lindo. - Canturreó el mayor.

El menor contempló a su niñero, quien tenía un disfraz de lobo. La sonrisa serena del mayor hizo sonrojar a "la princesita", tal vez su disfraz se acercaba más a la de un hada, pero era culpa de Mikaela por obligarlo a vestir así. Embelesado por la bella aura de galanura del ojiazul, el menor no se dió cuenta de que había pasado hasta que un flash deslumbró sus ojitos. Tallándose con cuidado sus orbes, dejó que se abrieran lentamente, para poder encontrarse con su amigo rubio sosteniendo su móvil, mientras su rostro se sonrojaba de ver la adorable foto que obtuvo del despistado momento de su menor acompañante.

-¿Eh? M-Mika no la guardes, es vergonzosa. - El niño trató ponerse de puntillas pero no lo lograba - ¡Mika!- En un impulso saltó para aferrarse al mayor y empujarlo hasta finalmente, ambos, aterrizar en la cama.

-Y-Yuu-chan ¿Te encuentras bien? - Preguntó sentando a la miniatura en sus piernas, inspeccionando a su pequeño niño.

-¡Estoy bien! -Saltó de sus piernas para evitar que su sonrojo continuara incrementando. -Mejor cambiemos el juego, yo seré la obeja, y tú serás el lobito ~ Tienes que atraparme, pero antes debes essconderte en el armario, y encontrarme. -Declaró el menor.

-Jeje claro, obejita. - Se burló acariciando el cabello de su linda criatura. -Entonces debes usar una colita pomposa de obeja. -Le sugirió el rubio.

El azabache uso una colita muy redonda y suave para completar el resto de su disfraz, aunque al señor lobito ya le estaba por dar un paso para devorar a besos a su linda presa. Una vez el mayor se escondió en el armario, sólo quedaba que su croatura se escondiera. El pequeño azabache se escondía en lugares diferentes cada 7 segundos, y por más que lo intentaba, no tenía ni la menor idea de donde podría esconderse para no ser atrapado. Y claro había un lugar que Mikaela no se atrevería a revisar, el lugar pasaría por alto.

-El baño. -Susurró sonriente, con lentitud y delicadeza, la obejita abrió la puerta para esconderse en la canasta de toallas limpias. Se acurrucó al escuchar como la puerta de su armario era abierta, Mika estaría buscando a su presa por todo la habitación. El ojiesmeralda soltó una risita que delataba su triunfo.

-Yuu-chan ~ - Llamaba desde la habitación a su miniatura. Claro que después de un pequeño rato buscando, se le ocurrió una gran idea, apagó todas las luces, incluyendo las del baño, el interruptor de este, se encontraba fuera, debido a que el azabache no se atrevía a entrar si la luz no estaba encendida.

Como respuesta el niño se estremeció provocando que la canasta se cayera, el pequeño temió quedarse solo en el dormitorio así que salió corrriendo pero fue atrapado por unos brazos, los cuales comenzaron a ser pellizcados y golpeados, por lo menos hasta que la luz se dió espacio de golpe en la habitación, dejando a la vista, a su lobito que lo protegía. El miñito comenzó a soltar unas débiles lágrimas y unos sollozos.

-¡Mika eres un torpe! -Le gritó al mayor, quien le tenía sentado en sus piernas, el menor inició unos golpes con sus manitas pequeñas. -¡Odio estar solo en la obscuridad! ¿Por qué eres malo? -Sollozó la pequeña criatura.

-Yuu-chan, lo siento, sólo era un juego. En verdad no sabía que le temías a la obscuridad, pero estás conmigo, para de llorar, Yuu-chan. Siempre voy a estar a tu lado, cuidando de ti. - Afirmó el rubio con un abrazo.

El menor se sentía tan avergonzado por mostrar esa parte que trataba de ocultar, el pequeño sólo quería evitar ese embarazoso, no sabía como reaccionar así que miró atentamente esas orbes azules que lo estaban ahogando. Y por un impulso desconocido, los labios del niño se unieron lentamente con los labios rosados del mayor. Las manos del azabache reposadas en su pecho mientras el niñero sólo podía devolver la atención dulcemente mientras sus manos se entrelazaban en la cintura del el menor.

-Yuu-chan - Susurró contra los labios del azabache.

-Yo...Yo quiero que Mika este conmigo siempre, sin importar que ¿Mika cuidará de mí? -Confesó algo dudoso. -

-Siempre, sin importar a donde vayas, Yuu-chan siempre será mi hogar, por que sólo con Yuu-chan estará mi corazón. -Respondió acariciando su mejilla tiernamente.

-Je~ ¿Ahora qué? ¿Vas a devorar a tu ovejita? -Bromeó con un leve sonrojo la pequeña criatura.

-No, las cosas adorables son para degustarse lentamente. -Respondió el rubio acariciando la punta de la nariz de su menor acompañante.

-¿Y, eso llevará un rato? -Le preguntó algo confuso el de ojos esmeralda.

-Tal vez un poco más Yuu-chan, las cosas dulces se aman y se protegen toda la vida. -Sonrió el mayor apoyando su frente en el hombro de su pequeño.

A Night Of Sweet...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora