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SAM

Me desperté enredada en las cobijas color azul en ese día tan nublado y, probablemente, igual de aburrido que todos los de mi existencia. Me puse de pie con pesadez y salí de mi habitación hacia el baño para darme una ducha. Quince minutos, una vez terminado todo el proceso, me puse un pantalón gris, una blusa de dibujos animados roja y unas simples zapatillas deportivas. Salí de mi habitación por segunda vez, directa a la cocina.

—Hola, mamá—dije mientras tomaba una manzana del frutero.

—Buenos días—sonrió, se acercó y besó mi frente.

—¿Cómo amaneciste? ¿Me dirás ya aquello tan importante que mencionaste anoche? — atropellé las preguntas por la curiosidad, aunque viniendo de mi madre, tenía una idea de lo que podría ser y supuse que no me haría muy feliz.

—Oh, dormí bien. Y sobre eso, bueno — balbuceó nerviosa —. Claro, sí... es solo que viajaré por unos días a Malasia.

—¿Malasia? — abrí los ojos —. ¿Por qué?

Apenas pregunté lo último me sentí tan torpe, yo sabía perfectamente bien la razón, aun así ella lo dijo.

—Ya sabes, trabajo.

Fruncí el ceño, tomé mis llaves y comencé a andar.

—Ya nada me sorprende de tu trabajo—respondí cabizbaja antes de salir al garaje.

Encendí mi Mustang rojo, regalo de mi madre para compensar sus ausencias, y partí a la universidad. Mientras conducía pensaba un poco en su viaje y un poco en la canción que sonaba en la radio. Cuando llegué, me estacioné en el lugar de siempre, junto al Beatle de Taylor, mi mejor amiga. Ella estaba ahí, recargada en la parte trasera de su auto con una sonrisa gentil.

—Hola—sonreí de vuelta y luego le di un beso en la mejilla.

—Hola Sam, ¿cómo estás?

—No muy bien... — contesté sinceramente, con Taylor podía sentirme como yo quisiera y ella comprendía.

—¿Por qué no? ¿Qué tienes? — preguntó con un poco de alarma, seguro creía que me había dado la gripe o algo así, cada vez que estaba triste yo me veía fatal.

—Mamá saldrá de viaje... — expliqué — de nuevo. Y como siempre, no tiene hay para mí.

—Ella te ama, Sam — fue todo lo que se atrevió a decir.

—No parece, parece que no le importo—espeté.

—Sé que lo hace—me sonrió y me abrazó—, pero aun así, me tienes a mí — ensanchó su más grande sonrisa y por un segundo me sentí mejor.

—Lo sé, eso es en lo que me apoyo.

Taylor me dio una palmada en la espalda y luego de eso decidí dejar de ser una mártir. No era como que no estuviese acostumbrada a la constante ausencia de mi madre y aunque no podía superarlo, tampoco podía deprimirme cada vez que ella volvía a irse.

—Oye, ¿ya viste quién va por allá? — con su cabeza apuntó a un chico castaño que yo conocía muy bien.

—Sí—respondí apenada.

—¿Y qué piensas hacer? — me dio una mirada pícara pero yo negué.

—Sólo mirarlo por el resto de mis días en la universidad—reí—, es un patán... como todos.

—Por favor, es Josh. Siempre te ha gustado.

—Exacto, sólo me gusta.

—¿No te gustaría acercarte a él?

—La verdad no, ¿y que me tenga como otra pieza de su absurdo juego de galán? No gracias. Prefiero estar soltera por siempre.

—Sabes perfecto que no es así. Pero como quieras, no te obligaré a nada, Sam. O al menos a nada amoroso, porque si tengo que obligarte a ir a clases conmigo — soltó una carcajada y yo esbocé una sonrisa, enlazamos nuestros brazos y caminamos hacia el instituto.

Entramos a la clase de Biología y me senté, como siempre, hasta el fondo del salón. Delante de mí... Josh Wellington, probablemente el chico más popular y guapo del colegio. ¿Probablemente? Quiero decir, el chico más popular y guapo de todo el colegio.

Desde que había entrado, dos atrás, me había gustado, pero hasta donde sabía, los únicos rumores que corrían sobre él era: "Josh es muy... mujeriego".

Era el mariscal de campo del equipo de nuestra escuela y prácticamente conocido por todos ahí, fiestero, coqueto y súper popular, así que encajaba perfecto en el prototipo.

Admito que iba a las prácticas solo a verlo jugar. Me gustaba demasiado, sobre todo su sonrisa. Lo demás, su cuerpo, la forma en la que sacudía su cabello mojado al terminar el entrenamiento, eso era simplemente atracción.

No lo conocía y solo una vez habíamos tenido contacto visual, dos semanas atrás.

Así que Taylor exageraba.


JOSH
2 semanas atrás.

El entrenamiento había sido en una palabra, agotador. Estaba cansado, sucio y lleno de sudor. Fui a sentarme a las gradas, las más cercanas al suelo, para descansar. Tomé un poco de agua y me cambié la playera del fútbol por una camisa negra. Miré hacia el cielo, comenzaba a oscurecer, así que inconscientemente sonreí, me gustaba ver las estrellas. Escuché toser a una persona detrás de mí, pero no le di mucha importancia, hasta que sus quejidos empezaron a hacerse más constantes. Volteé a verla pero ella ya había terminado su ataque. Tenía los ojos llorosos, así que pensé que igual y tenía alguna enfermedad que le causaba toser así de fuerte. La miré con más atención... Llevaba su negra cabellera en una trenza, un short rojo y una blusa blanca. Pensé que sería alguna de las chicas aspirantes a porristas, hasta que noté algo en ella que me hizo pensar todo lo contrario. Al darse cuenta que la miraba, me evitó, y muy pocas chicas me evitaban. Entonces me dije que era demasiado tímida como para aspirar a porrista. Ella era diferente.

PAYPHONE | angieblb | ~Novelas~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora